El pasado miércoles, 10 de octubre, acudí al acto público “Por la libertad de expresión, contra la ilegalización de FACUA” que tuvo lugar en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. Rafael Rodríguez, vicepresidente primero de la Federación Andaluza de Asociaciones de la Prensa (FAAP), dio un intenso discurso en el que puso de relieve la gran crisis que estamos sufriendo en todos los niveles, incidiendo especialmente en la que padece el Periodismo, siendo la profesión con más parados porcentualmente.
Rafael Rodríguez se refirió a varias crisis, destacando la económica -conocida por todos-, y reflexionando sobre otras crisis, quizás menos publicitadas pero igualmente graves: de calidad y de modelo. Los recortes que estamos sufriendo desde que empezó la crisis financiera y que se están acentuando día tras día - aun a pesar de que hay quien dice que no servirán para nada, sino para agravar más la situación- no sólo están afectando a servicios sociales tan indiscutiblemente indispensables en un supuesto Estado del Bienestar como el nuestro, como son la Educación y la Sanidad. También se está viendo perjudicado un servicio social básico de una democracia sana, y ese es el Periodismo, una profesión tan maltratada y manoseada y a la que muy pocos parecen proteger.
Desde que entré en la Facultad de Comunicación, mi visión de los medios de comunicación de masas se ha vuelto más que negativa. Es increíble cómo estamos asistiendo en los últimos tiempos a auténticas violaciones públicas del código deontológico de la profesión, con el consiguiente perjuicio que eso supone para los ciudadanos de una democracia. Conozco a gente que ha abandonado la carrera por simple desilusión: “para mentir yo, que mientan otros”, he llegado a escuchar. Y cada día, mis profesores me convencen más de que parece que el Periodismo actual es eso, que lo que mueve a los grandes medios es el maldito parné y que quieren conseguirlo a costa de todo, incluso de patéticas mentiras y vomitivas manipulaciones que intentan colar a sus lectores/espectadores/oyentes. Aun así, estos mismos profesores se dejan la voz pidiéndonos ayuda, animándonos, en palabras de Rafael Rodríguez, a “perderle miedo al miedo”. Algo muy fácil de decir pero no tanto de hacer. Pero, ¿qué nos queda? ¿Quién va a salvar al Periodismo si no somos los futuros periodistas y los mismos consumidores de medios?
Lo que más me preocupa es que parece que los periodistas tenemos al enemigo en casa. Tenemos compañeros que sí que están dispuestos a saltarse el código sin ningún remordimiento y no porque necesiten un plato de comida. Son mis propios compañeros de clase en los que veo total desinterés, un estar en clase por estar. Tengo la sensación de que los jóvenes que nos sentamos en las aulas de la Facultad de Comunicación no somos conscientes del papel que tenemos o podemos tener en la sociedad. Y eso me asusta. Por eso, desde aquí, pido, incito incluso, a que la gente se eche a la calle, que luche por los derechos que nos están siendo arrebatados por personajes desconocidos y oscuros, que digamos “basta” a los medios de comunicación corrompidos por el ansia de dinero, porque son ellos los que en gran medida están propiciando esta confusión entre ideologías y partidos, los que intentan echar a pelear a gente que lucha por lo mismo. Una cosa es clara: da igual la derecha y da igual la izquierda. Somos todos del mismo bando, todos luchamos por lo mismo: por una democracia limpia y sana, sin sombras. Porque deseo poder llegar a ejercer mi profesión sin temor a que, por molestar a alguien poderoso, me vea despojada de mi trabajo.
