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El pasado 7 de abril, el Ministerio de Igualdad presentó la campaña "educando en igualdad", que pretende dar a los profesores una guía educativa para fomentar la igualdad de sexos en las escuelas.
Pero la notícia que se publicó en gran parte de los medios de comunicación sólo reflejaba una cuestión en exclusiva, parecía ser que lo que pretendía el Ministerio era prohibir los cuentos clásicos porque tienen una marcada connotación sexista.
Bien es verdad, eso nadie puede negarlo, que muchos de los cuentos clásicos tienen en el papel masculino los príncipes heroicos que arriesgan sus vidas mientras ellas están pasivamente esperando. U otros donde la mujer es quien limpia la casa y cocina para la familia.
Pero de aquí a prohibirlos tampoco me pareció lo más normal del mundo, porque en tal caso la lista de cosas a prohibir se nos haría interminable. Desde mi más humilde punto de vista lo que se debe hacer con este tipo de información (y no hablo sólo de los cuentos clásicos) es usarla para hacer reflexionar a niños y niñas de los cambios que se han producido a lo largo de la historia y de la lógica en el camino hacia la igualdad de sexos, facilitando que lleguen a tener una opinión crítica. Al fin y al cabo la historia es la que nos ayuda a entender el presente.
Mi sorpresa ha sido ver que la campaña tampoco está muy lejos de eso. Y por ello cito textualmente lo que dicen acerca del tema "Enseñarles a leer de forma crítica los cuentos en los que se estereotipan el papel de las mujeres y los hombres".
Pero, desde mi espíritu por leer con detenimiento, he seguido indagando en la guía y mi gran desilusión ha sido leer el cuento no sexista que nos proponen. Para empezar no veo el problema si la Princesa se corta el pelo corto o si se recoge la melena larga en una cola o un moño, parece que llevar media melena es lo mejor que puede hacer una niña (por cierto, no dice nada del pelo del Príncipe).
Sin embargo, lo que más me ha sorprendido del cuento es que no muestra una relación hombre-mujer de igual a igual sino que ridiculiza a los hombres en más de una ocasión. Ridiculizar al otro es la peor de las defensas y como mujer no soy partidaria de que se use esa herramienta para un tema de tanta importancia.
La cita del cuento dice así
Hace no mucho tiempo, y en un lugar no tan lejano, vivía una princesa que se llamaba Alba Aurora, la cual tenía una hermosa cabellera negra a media melena, lo suficientemente larga como para que no se le enredara en las ramas de los árboles a los que le gustaba subir por las mañanas para ver el amanecer antes que nadie.
Alba Aurora era muy delicada y amable, pero también muy ágil y deportista, y le encantaba ir todos los sábados a escalar montañas o a acampar en la playa.
Un día escuchó un ruido en su ventana. “¿Quién será?”, se preguntó. Era nada más ni nada menos que el Príncipe Azul que venía a rescatarla, según le explicó. “¿Pero a rescatarme de qué?”, preguntó Alba Aurora. “No sé”, dijo desorientado el Príncipe Azul, “¿quizá de un brujo malvado o de un dragón malhumorado o de un ogro enorme?”.
"¡Pero si no conozco ningún brujo malvado, ningún ogro enorme y, peor aún, ningún dragón malhumorado! Además, si fuera así, seguro que ya hubiera encontrado yo misma la forma de liberarme.”
El Príncipe, muy triste al darse cuenta de que no tenía nada que hacer, se dispuso a bajar por la ventana por donde había subido, pero Alba Aurora le preguntó: “¿Conoces la muralla china?”. “¿La muralla china?, ¡pues no!”, exclamó él. Y ni bien terminó de decir no, ella lo cogió del brazo, bajaron juntos por la ventana, se subieron en la moto y se fueron juntos a conocerla. Así fue cómo la princesa diferente y el Príncipe Azul se fueron a recorrer el mundo y se hicieron amigos… Y colorín colorado, este cuento tan sólo ha comenzado.
Fuente: Web del ministerio de Igualdad www.educandoenigualadad.com
Y me alegro de dar esa sensación de "hogar" en los artículos, imagino que es porque intento pensar en el lector cuando escribo. Gracias.