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No sé qué tipo de perversiones y envidias atormentan en el espíritu de los Españoles.
Podría pensar que la tremenda crisis que estamos pasando es la causa del extraordinario tormento que sufre; me temo que no más bien creo que el espíritu destructor de nuestro carácter es de viejo arraigo, sangre caliente e incultura y demuestra lo vacíos que estamos de virtudes y lo llenos que estamos de frustración.
Era tradición antaño, en los llamados mentideros que se creaban alrededor de las plazas, que la gente se juntara a despellejar con mentiras y rumores a personajes Palaciegos por intrigas políticas o simplemente caídos en desgracia, o al más humilde carnicero de la zona por envidias de amoríos. Este viejo deporte de hacer daño con la crítica y la palabra como escopeta que apunta y dispara balas llenas de ira y sobre todo muy mala hostia sigue siendo el deporte preferido del Español. Es fácil observar en cualquiera de los medios en que las personas se juntan para el diálogo o simplemente para exponer su parecer, la mala hostia y el ir a hacer daño del mismo en las declaraciones y desde una comida de amigos, a políticos que critican y despellejan al adversario, o comentaristas y tertulianos que las cadenas televisivas llevan exactamente para eso, hacer daño con la palabra llena de mentiras y mala leche y como si de un Circo Romano se tratara y la gente desde sus casas, sedienta de sangre, pidiendo la caída en desgracia del personaje criticado mientras babea de placer con la desgracia ajena. Es notorio ver hoy en día como el RESPETO ha desaparecido, y personas que por diferentes motivos han sido relevantes y que las masas han idolatrado, estas mismas masas han cebado toda su ira y mala leche con la misma, por ser inculpado judicialmente o por el motivo que sea.
Lo que quiero decir es que no entiendo ni comparto que se ODIE salvajemente a una persona que no se conoce personalmente, ni su caso o problema nos afecta lo más mínimo, que simplemente y por método se practique la antipatía y la censura a las personas por algo que hubieran hecho y no fuera de nuestro agrado y nosotros como jueces de los demás disfrutáramos con nuestra condena particular. No comparto el degüello y despelleje a los demás que se hace hoy en día en programas de máxima audiencia y que alienta a que todos seamos jueces. Me pregunto, ¿es que todos somos tan perfectos para andar condenando a los demás?
Yo estoy más por el diálogo, la cautela y sobre todo el respeto a las personas, cada cual que apechugue con lo que hace, y si tiene que pagar su equivocación que la pague. En España el deporte del ídolo caído nos encanta, olvidamos fácilmente lo meritorio en los demás y disfrutamos viendo a quién un día triunfó y hoy pasa sus peores momentos.
