La 2ª temporada nos adelanta la catástrofe mundial a todos los niveles y el huracán desvanece el humo que ha encubierto la fragilidad del sistema y del individuo socializado.
La nueva distopia de la cadena "TVW" (TV World) estrenaba, el pasado sábado 14 de marzo de 2020, su segunda temporada "CORONAVIRUS, EL APOCALIPSIS: LA FICCIÓN ERA LO QUE HEMOS VIVIDO HASTA AHORA"
Acabamos la crítica de la primera temporada con la fecha de salida de la segunda. Dos días más tarde ya podemos escribir sobre los 4 primeros capítulos, que han ocupado prácticamente la totalidad de estos últimos días.
- Declaración del estado de Alarma
- La picaresca española, una muestra más de nuestra responsabilidad cívica: vacaciones en el mar.
- Llamada al confinamiento: aplicación de sanciones y salida del ejército a la calle.
- Paquete de medidas para responder a la crisis: Protección de los grandes. PYMES y autónomos sodomizados. Todo sigue igual... o no.
CRÍTICA DE LOS ÚLTIMOS CAPÍTULOS
Ante la declaración del Estado de alarma en España, muchos fueron los que no se tomaron en serio la llamada y se fueron a sus segundas residencias a disfrutar del magnífico tiempo de principios de marzo. Gente en las calles, en las playas, en las terrazas... todos ellos viviendo el supuesto sueño alimentado por el sistema de que "todo volverá a sus cauces normales".
La falta de respeto a la autoridad competente incluyendo a la misma autoridad (in)competente. La mofa, la ridiculización constante de todo, el "yo más listo que nadie" combinado con el "yo mejor que ninguno", dejan un panorama desolador llegando casi a los 14 000 infectados y 600 muertos (QUE SEPAMOS, Y DE MOMENTO).
El "yo yo yo" como síntoma de un virus social que nos ha llevado al individualismo y a la inconsciencia de que vivimos en sociedad. Que no podemos salir de esta solos, o haciéndonos los chulos o lo héroes. Tampoco obteniendo más "likes" que el resto de mortales, ni viralizándonos al máximo en internet. Ni tan siquiera teniendo el mejor móvil del mercado: la APP contra el coronavirus no está disponible.
Un virus que nos muestra la fragilidad del individuo, pero que sobretodo desnuda al sistema. Lo venimos diciendo desde siempre: la supuesta felicidad cómoda en la que vivíamos era falsa y tóxica para todos. Se nos ha criticado duramente por ello. Se nos ha definido por una larga ristra de descalificativos, a cual más imaginativo, con el SIEMPRE CONSTANTE "AMARGADOS" de fondo.
Amargados por reincidir en nuestra perseverante crítica a unas forma de vivir alejadas del realismo y del humanismo, así como la firme insistencia de la insostenibilidad de un sistema que claramente se dedicaba a otros menesteres más lucrativos que a promover el bienestar social.
Amargados por denunciar el atontamiento generalizado de los que vivían en la nube de pedos de "Alicia en el país de las maravillas". Amargados por destapar las trampas del sistema. Amargados por la alarmante oferta de ficción facilona, hecha para entretener y desviar la atención de todo aquello que merecía ser puesto en tela de juicio.
AQUÍ ESTÁN LOS AMARGOS RESULTADOS: Una profunda y larga crisis social, económica y sanitaria nos espera.
¿Como puede atajar el sistema un problema como el del contagio masivo? NO puede: estaba dedicándose a otras cosas más lucrativas y menos humanistas y humanitarias.
¿Como puede sobrellevar la población un confinamiento como este y actuar con responsabilidad con el resto de ciudadanos? No puede, solo está pensando en la próxima foto con la que decorar el muro de felicidad instagramero que se ha convertido en el muro de las lamentaciones.
Un sistema que siempre nos ha vendido seguridad, infalibilidad y una protección que todo el mundo ha comprado sin rechistar. Solo ahora vemos que un enemigo imprevisible como el Covid-19 ha hecho caer el telón de fondo y ha puesto de manifiesto las carencias del backstage.
Ahora queda al desnudo el making off y las bambalinas de un sistema que ha logrado obnubilar a la mayoría: les han vendido seguridad y comodidad en forma de hipotecas, pensiones de jubilación, seguros de hogar, de muerte y de todo lo que (NO) ha hecho falta.
Ahora sí, ahora que ya es demasiado tarde.
Un sistema que ha promocionado a todos estos parásitos afines al propio sistema, que se han nutrido del sudor de los que estamos en la base de la pirámide y que han logrado convencer a esa base que los sostiene que sin ellos no somos nada, y que gracias a ellos vivimos todos.
¿Y ahora? Ahora que TODOS tenemos que parar por motivos de fuerza mayor, el esqueleto de ese sistema revela la fragilidad y las magras bases reales asentadas en el humo, en el marketing, en la nada.
Nadie va a salvarnos de nada si no nos salvamos nosotros mismos. La sociedad tal cual la conocíamos pasó a la historia, y a partir de aquí toca reemprender la construcción de una nueva era. Se nos presenta otra oportunidad, pero tenemos que ser conscientes de que esto marcará un antes y un después. Se necesita un cambio de mentalidad. Más humanismo y más realismo.
Desde CEC esperamos que los conceptos como la riqueza, el estatus, el poder, la belleza y sus cánones, las celebridades y ese largo etcétera de chorradas con las que teníamos que convivir queden completamente devastados. Que el dinero ya no tenga tanto valor real en este nuevo mundo, y empiecen las revueltas que pongan a cada uno en el lugar que le corresponde.
Vamos a ver qué pasa. Sólo estamos llevando la reflexión más allá de las limitaciones actuales. Veremos que es lo que sucede cuando nos quede claro que esto va para largo, mucho más de lo que nos dicen.
Lo que nos han vendido era lo que estábamos viviendo: una ficción. ¿Ha empezado ya la realidad?
Primero, porque esto no es el Apocalipsis. Ni se le acerca. La peste negra mató a casi cien millones de personas. La gripe española del 18, a cincuenta, en su mayor parte niños y jóvenes. Cuando el polvo de todo esto se pose, veremos cuántos muertos a nivel mundial ha causado, pero me apuesto cualquier cosa a que la cifra no se acercará ni lejanamente a las anteriores. Y el hombre no aprendió entonces. Tampoco lo hará ahora.
Segundo, porque a nadie le interesa realmente cambiar el sistema. La gente, en general, teme a los cambios más que a nada (por eso nos da tanto miedo esta pandemia, independientemente de sus estadísticas), y bastará con maquillar la realidad ligeramente con medidas de cierta eficacia a corto plazo y que dejen todo igual a largo para que las aguas vuelvan a su cauce, al menos hasta la próxima, que llegará y será más dura.
La riqueza, el poder, la belleza, etc., son valores que llevan con nosotros desde la Edad de los Metales, si no antes. Lamentablemente, están en nuestro genoma, y todo sistema que las ha intentado revertir, subvertir o cambiar de algún modo ha fracasado miserablemente: es el simio en nosotros, que suspira por un macho alfa que guíe nuestros ciegos pasos y nos salve de los peligros que nos acechan. Y si el macho alfa de turno demuestra ser incapaz (como lo suelen ser todos), elegimos al siguiente y asunto arreglado. Hasta que demuestre a su vez su incompetencia. Pero no podemos prescindir de esa figura protectora.
El cambio climático nos ha dado igual hasta hace dos días, y es algo infinitamente más grave que esta crisis, un tigre de papel que realmente nos duele sobre todo porque afecta a nuestro egoísta concepto de la libertad y por abocarnos a una crisis económica que dañará nuestros bolsillos durante años. La prensa, como buitres, se relame cada vez que surge una noticia alarmista mientras tapa cualquier destello de esperanza y silencia las sensatas palabras de la comunidad científica (la independiente, no la OMS), que llaman a la responsabilidad y a la calma, y a la inversión en investigación independiente.
Lo único que podemos hacer para cambiar las cosas es educar a las próximas generaciones para que no cometan los mismos errores criminales que nosotros. Educación, educación y educación. Y confiar en los jóvenes. Nosotros ya hemos tenido nuestra oportunidad, y hemos fracasado de todas todas.