Domingo, 25 Abril 2010 04:04

Revolutionary Road, otra joya de Sam Mendes (American Beauty)

Escrito por  Publicado en Lo mejor de www.culturaencadena.com
Revolutionary Road (film)

Image via Wikipedia

Revolutionary Road es una película impresionante en la que trabajan unos actores brillantes de los cuales destaco a Kate Winslet merecedora sin lugar a dudas del Oscar a mejor actriz. No me gustaron sus aspavientos el día de la entrega, pero es inegable que está magnífica en la interpretación de la Sra. Wheeler. Quizás al director, Sam Mendes("American Beauty"), también le hubieran tenido que dar un premio.

Los Wheeler son una pareja que se conocieron en una fiesta, imagen con la que empieza esta película que se sitúa en los años 50 pero que lo que cuenta tiene una vigencia total y absoluta.  De repente, hay un salto en el tiempo y nos ubican años más tarde cuando él y ella ya son un matrimonio decrépito y marchito. No tiene porqué ser muchos años más tarde, el fenecimiento del amor llega cuando uno de los dos desconecta o antepone su vida a la del otro.

Lo que me ha gustado de la película es sobretodo la amplitud de temas que sugiere. Por ejemplo, se atisba la manera en la que se llega a la violencia doméstica, o de género, aquella que se nos hace tantas veces inexplicable. Un buen desarrollo que desemboca en una lógica escena basta para que comprendamos la facilidad con la que se puede llegar a las manos.

¿Cómo los matrimonios se desmoronan? ¿Por qué lo que empieza en enamoramiento y total y absoluta devoción termina en la mayoría de casos en aborrecimiento? ¿Por qué lo que nos atrae en un principio termina por hastiarnos hasta la saciedad? ¿Por qué nuestro mejor amigo se convierte en nuestro peor enemigo? ¿Dónde está el inevitable tropiezo?

Todo ello y mucho más es lo que pretende explicar y explorar Revolutionary Road. Una pareja que tiene una vida monótona y mediocre. Donde hubo amor hay odio, donde hubo comprensión hay desprecio y en lugar de permanecer unidos se impone la distancia y la frialdad entre dos personas que se respetaron, que se admiraron, que decidieron pasar la vida juntos y que la cotidianedad de la misma les ha ido asimilando hasta el punto de perder aquella personalidad que era la razón de ser del amor.

 

Revolutionary Road film set

Image by Phillip Ritz via Flickr

Matrimonio, hijos, obligaciones... hay que buscar una casa donde criarlos y por lo tanto hay que conseguir una hipoteca y, por lo tanto un empleo que reporte la cantidad de dinero suficiente como para comprar la casa y, además, criar dos hijos y mantener una esposa y un cierto nivel de vida. Y los empleos que reportan tal cantidad de dinero suelen pringar al que los hace y lo convierten en un ser mediocre de la mediocre clase media capaz de satisfacer la mediocridad de sus deseos dictados por aquellas empresas para las que ellos mismos trabajan y alimentan no sólo con la fuerza de su trabajo sino con el mismo sueldo que ellas les pagan. En definitiva, un círculo vicioso donde el pobre desgraciado que suele ser el que tiene menos, siempre se queda sin nada aunque él crea que se queda con lo que siempre ha deseado.

 

La juventud es la fuente de inexperiencia que nos hace soñar una vida como nos gustaría que fuese sin tener demasiado en cuenta el entorno en el que uno se halla. Por una parte, bendita juventud en la que desbordamos de vitalidad y de ganas de comernos el mundo. Por otra parte, maldita juventud en la que la inexperiencia nos permite creernos todos los "claims" de las empresas que pretenden esclavizarnos. Nos dejamos llevar por los sueños sin llegar a ver más allá de ellos, sin ver que ese ideal de vida tiene una contraparte escrita con letra pequeña: la obligación.

 

LOS ANGELES, CA - DECEMBER 15:  Actors Kate Wi...

Image by Getty Images via Daylife

La entrada en esa vida soñada es la pérdida del sueño porque vemos que, en realidad, todo se convierte en pesadilla. Perece nuestra vitalidad ya que nos vemos presos de la repetición laboral, cada día igual, cada día lidiar con el mismo atajo de gilipollas: el jefe, los compañeros, los clientes, etc... Y en la repetición constante en la que el hombre se levanta, desayuna, se viste, se va a trabajar (los atascos, cada día en el mismo lugar y a la misma hora un montón de imbéciles tratan de llegar al mismo sitio), trabaja, come, trabaja, las mismas bromas de cada día, las mismas broncas y sermones de cada día, vuelve a coger el coche para ir a casa (esa casa que está obligado a pagar con ese trabajo que no quiere pero que DEBE hacer). Más tráfico de vuelta, ahora todos los gilipollas vuelven a la misma hora al mismo sitio. Una vez en casa... no, no se encuentra la paz esperada, la mujer lo atosiga y atormenta con esas obligaciones adquiridas por el mero hecho de ser padre. Cena. Televisor. Dormir. Y vuelta a empezar, día tras día, mes tras mes y año tras año.

 

Run, Leo, Run!

Image by matt.hintsa via Flickr

En esa repetición constante de lo mismo y de la nada nos perdemos a nosotros mismos. ¿Dónde están las ganas de querer? ¿Dónde está la pasión? ¿Dónde se fueron las ganas de vivir, VIVIR? Vivir de verdad siendo uno mismo y no un producto de la sociedad. ¿Por qué son pocos los que se decantan en vivir acordes a su manera de ser y son mayoría los que adecuan su manera de ser a lo que se espera de ellos? ¿Por qué el ser humano siempre tiende a buscar la comodidad en detrimento de su espiritualidad? ¿Por qué pocos son los que osan abandonar la comodidad para vivir la vida a SU manera y no a la manera de lo que dicta la sociedad? ¿Por qué todo el mundo acaba más preocupado del "qué dirán" y no de ser fiel a uno mismo? ¿Por qué querer llevar una vida vitalista cae irremediablemente en el cliché de inmadurez? ¿Por qué si vivir al límite es tan inmaduro causa tanta envidia y tanta incomodidad en los demás? ¿No será que todo el mundo se da cuenta de que somos prisioneros pero pocos tienen el valor para salir de la enorme rueda y a la que uno decide salirse los demás se cuestionan sus propias vidas y se sienten mal con ellas pero no quieren cambiar el decurso de las mismas?

Revolutionary Road ofrece tantos interrogantes como la vida misma y no pretende esclarecerlos, no manipula, no tergiversa sólo obliga a pensar y ver más allá.
Trata el tema de la locura deliciosamente y resulta que los dementes son los que más claridad y mejor conversación ofrecen. ¿Estamos todos locos? Lo estamos. Indudablemente, lo estamos porque estar loco es decir lo que uno piensa sin pensar en lo que se dirá de nosotros. Lo estamos.

Una fuerte recomendación de la película desde culturaencadena y un fuerte aplauso por Sam Mendes.

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