En los bancos externos de Carolina del Norte, aguarda un tesoro
Después de haber ido en busca del Royal Merchant y habernos empapuzado toda la primera temporada casi sin respirar, podemos proceder a elaborar una crítica casi tan detallada como nuestro artículo de presentación.
La serie relata la historia de grupo muy unido de adolescentes locales (los "Pogues") durante sus vacaciones de verano en Outer Banks (Carolina del Norte). Como ya dijimos, Outer Banks es para los americanos lo que las Baleares para los europeos. Los autóctonos se ven divididos en 2 grandes grupos:
- Los KOOKS, ocupantes del "Ocho" la parte rica de la isla, gozan de holgura económica y dedican su tiempo a los típicos quehaceres de las gentes con beneficio. Jugar al glof o asistir a todo tipo de festividades con la única finalidad de mostrarse y decorarse.
- Los POGUES son los habitantes que tienen 2 trabajos y ocupan la "Línea", parte menos favorecida de Outer Banks. Estos suelen ser empleados de complejos hoteleros, de todo tipo de actividades dedicadas al turismo o directactemente de los Kooks.
John B (Chase Stokes, "Tell Me Your Secrets") es un chico cuya madre huyó de casa cuando él tenía 3 años, su padre se perdió en el mar un año atrás y su tío y tutor legal se fue a Misisipi a trabajar. JB, convencido de que su padre sigue en vida, toma la determinación de encontrarlo pues los servicios sociales han sido alertados por las autoridades locales sobre el caso de este menor sin supervisión. La próxima parada de John B es una familia de acogida.
Junto al temerario y maltratado JJ (Rudy Pankow, "Snapchat’s Solve") su mejor amigo, el prodigio intelectual de Pope (Jonathan Daviss, "Age of Summer") y la aburguesada contestataria Kiara (Madison Bailey, "Black Lightning", "Creepshow") deberá descifrar el misterio del Royal Merchant para poder encontrar la ansiada verdad sobre la desaparición de su padre.
Cual Indiana Jones, parte en busca del navío hundido y del santo grial que dará respuestas no solo a los chicos.
El clan de los Kooks básicamente compuesto por Sarah Cameron (Madelyn Cline, "Boy Erased"), su hermano mayor Rafe Cameron (Drew Starkey "Love" de Netflix) y su novio Topper (Austin North, "All Night"), será uno de los múltiples obstáculos barrando constantemente el paso a los 3 mosqueteros y a D'Artagnan.
Todas nuestras conjeturas iniciales y elucubraciones previas sobre el complot publicitario que escondía "Outer Banks" se han revelado como teorías demasiado retorcidas. No podemos decir que inexistentes, sin embargo, el grado de sutilidad necesario de la propaganda encubierta está ausente. Es un producto demasiado llano.
Es una serie que cuenta con tantos puntos a favor como en contra. Seremos imparciales para su calificación pues nos ha dejado totalmente fríos. No ha logrado despertar ningún tipo de emoción así que podemos reseñarla sin implicaciones subjetivas. Podríamos haberla seguido tanto como haberla dejado y el resultado sería el mismo
"Outer Banks" no logra engatusar al espectador porque los misterios que van apareciendo están mal hilvanados. Las intrigas no son compactas lo que significa que van apareciendo hebras en el trenzado que no llevan a ninguna parte. La totalidad no es firme, densa o sólida. Tras el huracán, un lugareño se ahoga, aparecen unas llaves en una lancha sumergida que conducen a una habitación de hotel, un mapa y fajos de billetes en una caja fuerte cuyo código yace convenientemente al lado del teléfono, unos polis corruptos, dos bucaneros, un jacuzzi porque sí, un farero de farol... todo esos y muchos más, son los hilos que pierden el norte, no llevan a parte alguna y terminan por dejar la sensación de inconsistencia.
Los personajes son estándares. No experimentamos inclinación secreta o tórrido rechazo por ninguno. ¿Será que nos hemos hecho mayores? Ni la mirada de Sarah logra encandilarnos ni el pechito de John B nos hace suspirar. No apreciamos la inteligencia de Poppe y no sentimos lástima por JJ, ni odio por Rafe o Topper. Niente.
En ciertos momentos la vergüenza del guion indigna a nuestra inteligencia. Lanzamos algunos ejemplos: ver a Sarah y Jonh B jugando a "Pretty Woman" con inversión de papeles y descifrando unas pistas concatenadas que aparecen como setas, siendo tan crípticas como un pinta y colorea, nos ruboriza. No lo mejora una poli haciendo de Bardem en "No es país para viejos" o una fiesta de "Midsummer" cuya razón para ser plantificada en ese momento es imperceptible (al menos para nosotros). Hay un uso exagerado de las peleas entre "Pogues" y "Kooks" que solo atestigua de una excesiva carga hormonal y una permisividad por hacer la vista gorda cuando los guionistas lo creen oportuno.
A lo anterior hay que añadir unos diálogos que planean sobre la estupidez adolescente y la tóxica y recurrente costumbre de santificar la virginidad femenina en busca del adecuado o del ideal de tío. QUE NO EXISTE, PRINCESA.
- Ella: "oh... todavía soy virgen, cuando llega el momento me echo para atrás... oh, lo siento"
- Él: "no te preocupes muñeca, no pasa nada, esperaremos. Mi primera vez fue con una turista de cincinati, me fui pa su casa y en 25 segundos, pim pam pum"
- Ella:"Oh... ya estoy lista"
Tras este listado nos damos cuenta que los puntos positivos son magros pero importantes por el aire que aportan. Apreciamos y mucho que a penas hagan aparición los dispositivos móviles. En Outer Banks, tras el temporal, no hay electricidad ni móviles ni Internet y es fantástica la sensación de retroceder en el tiempo. De repente, los jóvenes tienen que hacer uso del cerebro y tirar de los clásicos métodos de entretenimiento. No estamos en contra de la tecnología pero sí que nos oponemos fervientemente al uso que de ella se hace. Muy particularmente nos referimos a los únicos pasatiempos a los cuales los jóvenes parecen dedicarse: las redes sociales que contribuyen a magnificar los egos empestando los cerebros de los que creen que su opinión vale lo que el Royal Merchant alberga. Ahora a la opinática (escupir sin procesar o verificar EL CONTEXTO de todo lo que se lee u oye) se le llama opinión. No se exigen ya argumentos para solidificar una teoría porque el objetivo es el de encender al prójimo. Es patético y agradecemos que en Outer Banks no haya ni rastro de twitter, instagram, facebook, tik toks y demás.
Por otra parte, siendo los personajes tan corrientes, son representativos de una época pasada que cada vez abunda menos. Por ningún lado se percibe la hiperclasificación que veníamos observando de los usos y costumbres sexuales de los niños en el siglo XXI. Sólo vemos una pandilla de críos en busca de un tesoro y no nos importa si les gusta la carne, el pescado, ambos o ninguno. Un alivio de sentir que no existe la presión social por reivindicar aquello que concierne tan solo a uno mismo. Que cada cual haga con su vida lo que bien le parezca y que a los demás nos importa poco o nada. No hace falta estar constantemente vindicando nuestra postura sexual, NO IMPORTA.
Así pues, concluir que la serie no nos ha parecido necesaria, carece de interés, la furtividad de los amoríos prohibidos es desnatada así como lo son los enigmas del Royal Merchant. Por otra parte, agradecemos el salto en el tiempo con la abolición de la esclavitud de los dispositivos móviles y el tratar de restablecer los pasatiempos de los 80 y 90: la búsqueda del tesoro.
No la recomendaremos pero tampoco la estigmatizaremos. Sin chicha, sin limoná, sin interés.
