De izquierda a derecha en la la foto:
Honeybear (Kabrina Adams, "Moonbear") con su particular excentricismo reivindicativo. Con la camisa desabrochada, esparadrapo de color en los pezones, pelos en las axilas y un ¿Candado? colgando del cuello surfea las calles de NY.
Indigo (Ajani Russell) es una otra de las integrantes del clan de skaters femeninas. De personalidad artística e incumplidora de los convencionalismos sociales, como el resto de sus amigas.
Kirt (Nina Moran) es una lesbiana confesa con unos arrebatos pasionales a flor de piel y extremos. A la defensiva constantemente y siempre dispuesta a saltar a la yugular sin pensarlo del que muestre cualquier falta de respeto por una de las suyas. Parece vivir en otra dimensión y se pasa colocada de maría o de setas todos los capítulos.
Janay (Dede Lovelace) es la que, en "Skate Kitchen" ofrecía su casa a Camille (Rachelle Vinberg) la cual era inaceptada por su madre. Esta última busca la aceptación del grupo de tíos del skate park, y ha luchado duro por hacerse un hueco entre ellos traicionando y menospreciando los valores de las chicas que comparten un código del honor inviolable.
Camille, al no haber gozado de aceptación por parte de ninguno de sus progenitores - esto se sabe gracias a la película- está dura y emocionalmente castigada e imposibilitada para lidiar con la vida real. Su padre la aceptó hasta que, a los 15 años, ella necesitó de una figura materna. Entonces su padre renegó de ella. Pero con su madre el nexo afectivo tampoco terminó de cuadrar. En tierra de nadie, Camille empieza coja la relación consigo misma y, por extensión, con todos los elementos y personas que la rodean.
Lamentablemente la serie es mucho menos interesante que la película "Skate Kitchen" de la cual se conservan la casi totalidad de sus actores. Un mismo universo, con largas tomas de skate pero que no esconden ninguna historia y divagan en la vagancia. ¿Cuál es el hilo conductor de Betty? Es más, tuvimos que remitirnos a la película para poder comprender la serie. Si uno se ataca a Betty in haber visto Skate Kitchen, no entenderá nada porque en la serie no se hace mención más que a la madre de Índigo y vemos que la chica es una pija que quiere ser artista. No hay background de ninguno de los demás personajes.
"Betty" es un despliegue egocéntricamente artístico que continua exponiendo el rollo skater de las calles de Nueva York y lo mucho que mola ser una colgada lésbica a los veinte. Pero aportar, no aporta absolutamente nada. Los valores de la amistad no quedan explicados, todo el tiempo que se podría utilizar en conversaciones interesantes se pierde en piruetas.
Sólo rescatamos el elemento de abuso a las chicas perpetrado por Donald (Caleb Eberhardt) que, bajo la excusa de ser pareja, viola su intimidad y se profasa con ellas porque está justificado. Es realmente el único toque de guión que merece la pena destacar.
Sinceramente nos quedamos un millón de veces con la película siendo la serie una manera de estirar el chicle del universo "Skate Kitchen". Si bien es cierto que el largometraje tenía más enjundia, también debe ser puesto en su justo lugar. Dista mucho de llegar ser una película de las que recomendaríamos. Nos encanta la manera de grabar ambas producciones pero es una apreciación puramente estética que sólo puede aportar un mayor valor cuando partimos de un guión elaborado. A nivel de consistencia, ver a unos adolescentes deslizarse sobre su monopatin, robar, colocarse y demás canalladas pues como que ya se nos ha pasado el arroz.
Y a quien le guste el skate, por encima de "Skate Kitchen" está "Paraoid Park" el largometraje de Gus Van Sant que no toca el tema del universo femenino dentro de un mundo de testosterona pero a nivel humano es infinitamente más profunda.
Betty, en definitiva, es como ver desfilar un canal de youtube con unos adolescentes que se graban haciendo el mono disfrazado de las últimas tendencias en moda feminista. Toca abrirse la camisa y enseñar las tetas para reivindicarse políticamente. Todo esto no lleva a ningún lugar y forma parte de un feminismo panfletario que despilfarra los intentos de ser tomadas seriamente. Y precisamente otorgando tanta importancia al "outfit" se desprestigia el valor real del mensaje que pasa a formar parte de una postura sistemática.
