Una serie que hace una predicción indiscutible y extrañamente precisa...
Estrenada el 23 de Julio en Alemania, estos 8 episodios de este thriller pandémico relatan con increíble precisión los pasos que la pandemia actual ha ido siguiendo ya sea a nivel internacional, gubernamental o social.
Un barco a la deriva atraca en la playas de Sloborn, una isla del Mar del Norte. No hay rastro de los tripulantes de la embarcación. Una pequeña comunidad nos abre entonces sus puertas.
Evelin Kern (Emily Kusche) es una adolescente de 15 años que empieza a sentirse mal y a vomitar. Uno se dice para sí... "¡Ya está!¡El virus!"
Descubriremos que ella es la mayor de 4 hermanos, que su padre Richard (Wotan Wilke Möhring) es un veterinario con aspiraciones de investigador, y que su madre Helena (Annika Khul) es una ambiciosa mujer que no se ocupa de sus hijos. Evelin debe desempeñar el papel de adulta siendo todavía una niña. Es por ello que busca refugio en su pareja (presuntamente el chico malo del instituto), Fiete Mansur (Tim Bülow).
MÁS PERSONAJES a tener en cuenta
Por otra parte, tenemos a un escritor cocainómano Nikolai Wagner (Alexander Scheer) en medio de varias crisis simultáneas: de inspiración, de los 40, económica y aspiracional. Nikolai viaja a Sloborn para hacer una lectura y presentación de su próxima novela que está a punto de salir al mercado.
Allí lo recibe la dueña de una librería local y ferviente admiradora de Wagner, Merit Ponz (Laura Tonke), también madre de Luis (Paul Michael Stiehler) compañero de escuela y de fechorías de Fiete. Wagner se alojará en casa de los Ponz mientras que Luis parece haber cogido un resfriado.
Mientras tanto, vuelve a la isla Magnus Fisker (Roland Møller) un ex-convicto con el firme propósito de reformar una granja y montar un programa de ayuda a la reinserción de jóvenes delincuentes que, igual que él, no tuvieron suerte en el reparto de cartas de Madre Naturaleza.
Paralelamente a las vidas de los isleños, los noticiarios se llenan de una información lejana al principio. Una extraña enfermedad derivada de la gripe aviar originada en China está afectando al sudeste asiático y empieza a expandirse por el planeta a una velocidad vertiginosa. ¿Os suena?
CRÍTICA DE LA SERIE SLOBORN - CEC SERIES
Lo que fue ciencia ficción en el momento de su filmación en 2019 se revela hoy como ficción apoyada en ciencia. La serie está lejos de ser buena, pero es indiscutible y extrañamente precisa.
No es una serie oportunista como las historias derivadas de la cuarentena con las que hemos sido premiados por TODAS las plataformas, sino una serie que se presentó en el momento oportuno. Ganará en renombre por la exactitud de su contenido, pero no en importancia pues a nivel cinematográfico es terrible. No llega a desastrosa, hemos visto cosas MUCHO peores. Pero sin los acontecimientos vividos durante estos últimos meses, no tendría la menor relevancia y pasaría a la posteridad como una serie más sobre catástrofes mundiales originadas por un virus invisible.
Sus primeros episodios son, como el nombre de la isla indica, "slow burn". A los puristas del idioma, SLOBORN no es slow burn, está claro, y queremos dejar claro que no hemos hecho una traducción, sino un juego de homofonía con calzador. Los 6 primeros capítulos se desarrollan con insoportable lentitud y acaban quemando lentamente al espectador.
Igual que ha ocurrido con las noticias sobre los hechos reales, de tanto repetir lo mismo han terminado saturando a la población que, como respuesta al desgaste informativo, ha optado por quitarle hierro al asunto, salir de casa y disfrutar de la vida y del buen tiempo mientras dure. Es verano y el covid nos ha salvado de las noticias típicas de la temporada: olas de calor, mercurios en ebullición, consejos de hidratación, operaciones bikini milagrosas, recetas ligeras para estos meses de calor y las vacaciones de la familia real en Mallorca, que este año no hace vacaciones (juas) pero no se ha salvado de protagonizar las portadas de todo tipo de rotativos.
La estructura narrativa pausada in extremis con sus múltiples derivaciones, que no comunican absolutamente nada, se hace tediosa y soporífera. Hay subtramas que podrían haberse utilizado infinitamente mejor, pero todo se ha dispuesto a pedir de boca: el guión se ha quedado corto de miras, y es superficial.
La trama de los jóvenes delincuentes da para una serie entera y, sin embargo, se opta por la anécdota. El tema familiar alrededor de Evelin podría ser una mina de oro donde reflexionar sobre cómo la responsabilidad de los hijos puede trasladarse al varón y liberar a la mujer, o bien cómo el descuido paternal puede afectar a los hijos. Y así todos los personajes, que podrían dar copiosas alegrías y en cambio se quedan en chascarrillo o chasquillo.
Hasta el episodio 6, Sløborn se deja ver a pesar de todo lo comentado. Los personajes pueden parecer convincentes sólo si uno se convence de que lo son, y las subtramas pueden llegar a entretener si uno le pone voluntad.
Lo cierto es que hay demasiadas subtramas y exceso de caracteres que ocupan la parte descriptiva de casi toda la primera temporada sin aporte relevante. Todo se mantiene en un relato a la deriva que surca la superficie y no llega a profundizar. El virus, temática principal, nos es introducida desde el principio pero no adquiere protagonismo propio hasta el sexto episodio convirtiéndose en el foco de atención en los dos últimos. El demasiado lento esbozo del cuadro completo sufre un emborronamiento final donde el tono de la serie cambia drásticamente restando importancia a los 6 capítulos anteriores. ¿De qué ha servido entonces todo el recorrido?
Se siente incluso como una tomadura de pelo la clausura de la primera temporada, y no podemos recomendarla a menos que uno sea un ultra defensor del catastrofismo bajo cualquiera de sus formas. La sinopsis llama la atención, pero como suele pasar, el reclamo publicitario cae en en el inicio de temporada.
