Para los amantes de los dramas detectivescos de ambientación victoriana
La cultura se encadena: basada en las novelas "Liebermann" de Frank Tallis.
"Vienna Blood" es una miniserie de televisión de 3 capítulos de hora y media cada uno. Son en realidad 3 largometrajes que comparten personajes. Cada episodio podría dividirse en dos y, así, obtener 6 episodios de 45 minutos.
Como ya informamos en su momento en nuestro listado exclusivo de series renovadas para el próximo curso, Vienna Blood fue renovada por una segunda temporada por la BBC. En otoño, Movistar Plus la estrenará en nuestro país.
La serie nos traslada a Viena. El primer capítulo se desarrolla en 1905, el segundo en 1906 y finalmente el tercero en 1907. Max Liebermann (Matthew Beard) es un médico apasionado con las teorías de Sigmund Freud. Trabaja en el hospital asistiendo a enfermos mentales y está a punto de casarse con Clara Weiss (Luise von Finckh), una joven bien posicionada en la sociedad austríaca. Una mujer desquiciada aparece en escena a la que Max deberá tratar: Amelia Lydgate (Jessica De Gouw).
Max termina siendo en asistente del detective de policía Oskar Rheinhardt (Jürgen Maurer) en lo que en la lejanía se vislumbra como un "Mindhunter" o un "Mentes criminales" de los albores del siglo XX. Max es un observador de la conducta humana y las escenas de crímenes adoptan un enfoque distinto al que la policía está acostumbrada al proporcionar información psicológica sobre los motivos de los sujetos. "¿Motivaciones? ¡Queremos pruebas!" es la frase recurrente del jefe de policía.
Un subtema de fondo continuo es el creciente antisemitismo contra la familia Liebermann.
CRÍTICA DE LA SERIE VIENNA BLOOD - CEC SERIES
Se trata de una serie de "suspenso psicológico" británico-austriaco ambientada en Viena en el siglo XX que comienza recordando a aquella otra llamada "Freud" de Netflix. Se emitió en BBC Two el 18 de Noviembre de 2019 y está basada en las novelas "Liebermann" de Frank Tallis.
Lamentablemente para la serie, a parte de ser un tostón, es que se acerca peligrosamente a la época y métodos de Sherlock Holmes sin tener ninguno de los dos personajes esa soberbia y genialidad del héroe de Sir Arthur Conan Doyle. La serie de tres partes se compara, inevitablemente, con Sherlock Holmes y tiene sentido pues el guionista, Steve Thompson, que adaptó las novelas de Frank Tallis, también fue un guionista de "Sherlock".
3 capítulos, 3 asesinatos a principios de siglo cuando las pruebas de ADN no existían y el razonamiento lógico era la única manera de solucionar los enigmas.
En el primer episodio el cuerpo sin vida de una médium yace sobre el diván escenificando un suicidio. Clásico. ¿Dónde está el arma homicida? ¿Por qué la puerta está cerrada desde el interior? ¿Dónde está la ropa de la víctima? Cuando Reinhardt está a punto de cerrar el caso y clasificarlo como tal, Liebermann arremete con las preguntas exactas que siembran la duda lógica en el policía.
Max es observador, irrefutablemente bueno y espeta una "Bienvenido al caso inspector" cuando Oskar queda perplejo ante las preguntas de Max. Gracias a él las escenas del crimen dan un giro inesperado. Por otra parte, Liebermann se queda sin habla cuando, gracias a Oskar, las investigaciones logran progresar ya que el detective es el que sabe sortear los obstáculos burocráticos con los que se topan: "Bienvenido al caso Doctor" le encaja a su turno con socarronería.
Esta fórmula es un guiño para el espectador que se mantiene a lo largo de los 3 episodios.
En el segundo capítulo un caso singular: un asesino en serie deja 4 prostitutas muertas a las que le siguen otros homicidios y una firma de autoría. Como telón de fondo, la vida de Liebermann sigue su curso prometiéndose a Clara mientras que no puede sacarse a Amelia de la cabeza.
El personaje de Liebermann es "Holmesiano" en demasía. Inadaptado, obcecado con los casos y un "rara avis" que, rozando la genialidad, comparte la incomprensión del mundo y de sus protocolos.
Rheinhardt es, en la tradición clásica, uno de esos detectives problemáticos pero inconformistas con peculiaridades: mastica granos de café y necesita una convicción rápida. Su relación con Liebermann es previsible desde el principio: un odio y fascinación que poco a poco se convierten en amistad y admiración.
Finalmente, llegamos al tercer episodio con el caso de un niño presuntamente ahogado en el río que conecta con el sobrino de Max. Sin lugar a dudas este es el más tedioso y aburrido de los tres. Ha pasado el efecto "novedad" del primero, hemos reconocido en el segundo la estructura narrativa sobre la que se arman los capítulos y ya no queda nada más de postre que un refrito de lo anterior.
Todo en "Vienna Blood" es absurdo pero resultará agradable a los amantes de los dramas detectivescos de ambientación victoriana. Quizás pueda molestar a los incondicionales de "Sherlock Holmes", pues en Liebermann puede leerse un sucedáneo que no llega al nivel de genialidad del clásico antihéroe ni en su actor se encuentra carisma alguno.
La longitud de los capítulos es injustificada y repleta de bulto inecesario. Todo es paja y pérdida de tiempo, distracción sin chicha. Nos quedamos con un gran interrogante al final de la primera temporada que ni Liebermann ni Sherlock son capaces de solucionar: ¿Y qué? No hemos aprendido nada y nos hemos aburrido soberanamente durante un total de cuatro horas y media.
Para nosotros una pérdida de tiempo sin ningún aporte sustancial al mundo de la ficción.
