SOBRECOGEDORA NARRACIÓN QUE PROVOCA IRA, IMPOSIBLE CALLAR
"The innocence files" es la serie documental de Netflix que, como ya introdujimos en su día, se basa en "The Innocence Project" una organización legal sin fines de lucro que exonera a los condenados injustamente a través de pruebas de ADN.
Apodado "el tribunal de último recurso", fue fundado por dos ex-defensores públicos que vieron tantos problemas con el sistema de justicia penal que se sintieron obligados a actuar. Con una perspectiva actual, sabiendo en qué punto se encuentra la ciencia y hasta qué punto las series tipo CSI has intoxicado la mentalidad de las perosnas, desfilan casos que claman al cielo y uno no puede entender cómo un jurado podría sentenciar a muerte con pruebas tan insustanciales. Un grupo de directores, incluido el ganador del Oscar Alex Gibney, se pusieron de acuerdo para dar a conocer al mundo estos sucesos.
La organización "The innocence project" recibe más de 1000 cartas al año de las cuales sólo el 1% puede ser atendida. ¿Cómo se decide quién sí y quién no recibe ayuda?
Levon Brooks pasó 18 años en la cárcel por un delito que no cometió. Kennedy Bewer, 16 y Keith Haward, 33. El fiscal y el forense que los acusaron "sin lugar a dudas" siguen vivitos y coleando contaminando con su indubitable incapacidad para aceptar las equivocaciones afirmadas con rotundidad.
Una cosa queda clara a lo largo de todo el documental: no importa lo que uno diga sino cómo lo diga. "La voz más alta" es la cantante y el hecho de no pestañear al enunciar los sucesos es aval suficiente a los ojos de un jurado popular. Un grupo de gente elegida que debe decidir de la culpabilidad o inocencia del que se sienta en el banquillo. Las mismas personas que pasean por la calle, las mismas personas tan fácilmente manipulaples, ellas son las que deben decidir sobre el futuro del acusado. ¿Dónde está la justicia?
El primer caso presentado es la horrible violación y asesinato de una niña de tres años, Courtney, en Mississippi. Levon Brooks a pesar de ser inocente es sentenciado a cadena perpetua debido a unas flasas marcas de mordiscos y declaraciones de su hermana que, con 5 años, se dedica a repetir las respuestas sugeridas por el interrogador.
Mientras Levon estaba en la cárcel, otra niña, Christine Jackson es secuestrada, presuntamente mordida, violada y asesinada. Un inocente es acusado por los mismos forense y fiscal del caso anterior. Kennedy Brewer pasó 16 años entre rejas por un crimen en el que nada tuvo que ver.
Keith Haward fue acusado de morder y violar a una mujer, pasó 33 años encerrado.
A medida que se desarrolla cada caso, los sombríos eventos se resumen con meticulosos detalles, con trepidantes imágenes de archivo que evocan a una América de los noventa dividida por la raza, los bajos ingresos y el crack. Algunos datos que nos dejan estupefactos y a la vez nada sorprendidos: Hasta 1972 la penitenciaría "Parchman" alquilaba la mano de obra de los presos a las plantaciones o a las empresas de construcción. La mayoría de los presidiarios eran negros. ¿Juega la raza un papel determinante en el encarcelamiento de inocentes? Que cada uno juzgue por sí mismo, nosotros no lo tenemos del todo claro.
¿Quiénes fueron los linces que presentaron pruebas contra Levon, Kennedy y Keith y dictaron sentencia?
El Dr. Michael West, es un dentista forense tan comprometido con su investigación que pide que le muerdan todo el cuerpo para poder examinar las marcas dejadas por los dientes humanos en la piel. Nos presenta orgullosamente las 28 páginas de su CV para demostrar que una larga trayectoria y más de 5000 casos de estudio atestiguan de su experiencia. Para su mayor consternación, su trabajo es cuestionado en esta serie, y para nuestra sorpresa la formulación de su queja se alinea con la nulidad de su capacidad reflexiva: "Si no te gusta la forma en que lo hago, levántate tú cada mañana, enciérrate en la morgue cada fin de semana rodeado de 15 o 20 bebés fallecidos, e intenta salir de allí de una pieza". ¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad?
Un buen ataque como mejor defensa, el Dr. West acorralado tira de lo fácil: hacer sentir culpable al prójimo para acallar las acusaciones.
Queda por tanto comprobado que la estupidez es una enfermedad incurable y la baja autoestima precisa de una ingente cantidad de aprobación externa. El Sr. West, 40 años más tarde y a pesar de que la ciencia haya manifestado sus dudas sobre las pruebas aportadas por la fiscalía, sigue intentando convencer al público pero ya no de la demostrada inocencia de los acusados sino de su competencia en materia forense. Un personaje que provoca asco y rechazo, un gusano retirado del mundo que vive con total impunidad y jamás ha pedido perdón por la rotundidad de sus afirmaciones que lograron convencer al jurado popular.
Forrest Allgood, el otro iluminado, fiscal del distrito. "Que no esté su semen en la pared vaginal no significa que no la violase o no la matara", las pruebas de ADN no incriminaban directamente a los acusados pero siempre queda el "Pero y sí..." Otra figura altamente tóxica que siente cuestionada su profesionalidad cuando lo único que se está investigando es la veracidad de las evidencias en las cuales se basaron. ¿Por qué será que cada uno intenta defender su posición y su trono?
Una buenísima serie documental, a pesar de no ser defensores de los documentales como método de aprendizaje. "The innocente files" conmueve con imágenes de la puesta en libertad de cada uno de los que estuvieron cumpliendo condena injustamente. Pero la inmoralidad se extiende más allá del tiempo y los barrotes. ¿Qué ocurre con estos hombres que llegando a una cierta edad no han podido trabajar por estar cumpliendo condena? ¿Qué planes de pensiones tiene previstos para ellos el sistema? Y aquí es cuando a uno se le cae el alma a los pies. Puesto que no han cotizado el suficiente tiempo, no tienen derecho a ninguna compensación económica.
Tras años en el corredor de la muerte, sufriendo abusos impensables en prisión, privados de libertad, de sus familias, de su tiempo de vida, les dicen que no han cotizado lo suficiente. Sin más palabras.
Un fantástico documental que mete el dedo en las llagas del sistema y empuja al espectador a introducirse en la piel de los acusados, a sentir las injusticias y a odiar al difamador que sale impune mientras el que se ha podrido en prisión no puede ni costearse una vida digna. Otra muestra de las injusticias de la justicia. ¿Quién puede fiarse ya de nadie?
