Estreno de la 2ª temporada doblada en español el domingo 6 de septiembre de 2020
La oscuridad que provoca la enfermiza curiosidad del morbo que gira entorno a las sectas.
La serie francesa que del título original sólo conserva el nombre y la clasificación de thriller policíaco, juega con elementos demasiado conocidos, explorados y explotados.
La historia gira entorno a un accidente habido durante las obras de restauración de unos frescos del siglo XIX en la capilla de un pueblo de Alsacia y propiedad de "Les vendengeurs de Dieu" (Los vendimiadores de Dios). Se trata de una comunidad protestante más cercana a la de los menonitas, popularmente (des)calificada como "la secta", que vive en plena autarquía y cuyo trabajo durante la vendimia conforma la riqueza de la zona y de extendido renombre a todo el país siendo trantándose de un producto di-vino. Parte de los trabajos de remodelación de los frescos está financiada por la Iglesia católica cuya fe entra en conflicto con la de los protestantes.
Desde la prefectura de París enviarán a un detective cuya misión será la de investigar si el accidente puede ser realmente atribuido a la caprichosa voluntad del destino o bien si la mano humana intervino en el devenir desafortunado del restaurador.
Durante la vendimia, la secta se expone al mundo exterior aceptando abrir sus puertas a los temporeros ayudándoles en la recolección de uvas. Los salarios son suculentos a cambio de llevar una vida austera donde la adopción del modus vivendi protestante es requisito sine qua non para ser aceptado.
Después de los dos primeros capítulos podemos emitir la radiografía confirmando la crónica de una muerte anunciada. El tablero de juego es una copia de la copia y los componentes que conforman la estructura de la serie están bastante trillados:
- El detective parisino sobredimensionado en ego, representa la caricatura del homólogo americano. Su utilización del argot deja exudar una enranciada seguridad en sí. Y eso no debería ser un punto negativo pero la actuación es tan pobre que se abre un abismo entre lo que pretende y lo que consigue comunicar.
- Camille, la policía femenina, es más de lo mismo. Una pésima actuación por no decir nefasta que no logra traspasar la pantalla y se queda en anécdota. Ambos dejan al espectador gélido y postrado en su sofá. No nos la creemos.
- El abusivo género policial ya no sabe dónde hurgar para innovar. Seguimos con los interrogantes de siempre: un accidente que es asesinato y una vez se descubre, empiezan a salir cadáveres como champiñones.
- Una intriga que engloba los misterios de una secta, unos frescos enigmáticos cuyo atesoramiento secreto deja al descubierto un significado de incalculable valor. El primer impulso es pensar en Dan Brown y su colección de best sellers llevados a la pantalla, sólo que, en este caso, la inversión mucho menor se refleja en la escasa calidad interpretativa y de producción.
- Los malabarismos con demasiadas piezas sin un buen guión pueden ser peligrosos y susceptibles de conducir al hundimiento del titánic. La excesiva apertura de frentes sólo debería hacerse acompañada de la seguridad económica y por tanto cualitativa a la que uno queda inherentemente comprometido.
No obstante, a pesar de tener los puntos anteriormente citados muy presentes, no podemos negar que sabe jugar con la oscuridad de la que se envuelve el caso y que apelan a la mórbida curiosidad del ser humano creando enganche. Incestos, sacrificios humanos, consanguinidad y pureza de la sangre de toda una secta.
Por tanto y a modo de resumen, la serie sólo es capaz de entretenernos un rato a sabiendas de que lo que estamos viendo en pantalla sólo puede despertar la curiosidad inmediata tocando las teclas de nuestra parte más humana. Es innegable que los misterios sin resolver gozan de aceptación entre el público y si además se acompañan de la osuridad que envuelve a los submundos religiosos y sectarios tienen la puerta de nuestros hogares doblemente abierta.
