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Lunes, 27 Enero 2014 14:17

Josep Pla: la diabólica manía de escribir

Escrito por  Publicado en Polaroids
Josep Pla

Josep Pla (Photo credit: Thundershead)

Josep Pla dijo una vez que tenía la diabólica manía de escribir; es comprensible si tenemos en cuenta que su obra completa consta aproximadamente de 35.000 páginas. Hijo de unos propietarios rurales de Palafrugell, estudió el bachillerato en Girona y se trasladó junto a su familia a Barcelona para estudiar en la Universidad.
 
Como no tenía muy claro qué quería estudiar, parece que empezó medicina. Es llamativo el número de médicos o aspirantes a médicos que fueron escritores: Louis-Ferdinand Céline, Rabelais, Sir Arthur Conan Doyle...
 
Acabó en derecho, con la vaga intención de hacerse notario, pero al acabar la carrera empezó a trabajar de periodista, en La publicitat o La veu de Catalunya.


Eran los años de plomo de la ciudad condal, con los enfrentamientos entre anarquistas y pistoleros a sueldo de los patronos; los muertos se contaban por docenas. A Pla siempre le quedaron grabados esos muertos en callejas de la parte de atrás del Paralelo o en el Barrio Gótico, que él tenía que ir a cubrir. En 1924 escribe un artículo crítico con el Protectorado en Marruecos y tiene que exilarse a París. En 1925 aparecería su primer libro Coses vistes.

Toda la obra de Pla podría llamarse así, porque Pla es el testigo ocular y el resumidor del siglo que le tocó vivir: cualquier cosa que pasó en el mundo, Pla la fue a ver y se la contó a los catalanes, pues el resto de los españoles, a pesar de Dionisio Ridruejo, no se han decidido a seguirlo. Me recuerda un poco a Indro Montanelli en Italia. Pla se definió así, como un bobo de ventanilla, a quien le gustaban los coches de línea y los cargueros para tardar más tiempo en el viaje y poder ver más cosas. Pla es el hombre que nunca se cansa de mirar y escribir.

No hay que haber leído a Montaigne para imaginarlo como uno de sus modelos. Pla reaccionó a la Renaixença y El Modernisme, ambos muy intrincados, que serían la consecuencia cultural del resurgir de la burguesía catalana en la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX. Catalunya siempre oscila entre el seny o el sentido común y la rauxa o el delirio. Pla sería el seny y su paisano Salvador Dalí la rauxa, pero ambos son heterodoxos, como buenos catalanes, y al fin y al cabo, las dos caras de la misma moneda. Ambos se crearon un personaje, con su indumentaria, su lenguaje corporal y sus objetos fetiche:

Salvador Dali with ocelot and cane

Image via Wikipedia


Pla el traje de pana negro, la boina, la cara ancha y los ojos de mandarín riente, los gestos despaciosos de liarse cigarrillos, la sonrisa socarrona, el empecinamiento en definirse como un pagés cualquiera, el cigarrillo eternamente ligado a su mano. 

Dalí la túnica blanca, los collares, la barretina, los bigotes enhiestos, la cara afilada y los ojos desencajados, ensaimadas giratorias, los ademanes arrebatados, la tozudez de declararse un genio, el bastón encajado en su puño como un anatema. 

Ambos acabaron desagradando a sus paisanos. A Pla se negaron a darle el Premi d' Honor de Les LLetres Catalanes por su pasado franquista - aunque Franco le desagradaba- y Dalí provocó el estupor de Portbou a Sant Carles de la Ràpita al ceder toda su colección de arte a la Corona - de España, claro. 



Volvamos a Pla y dejemos a su gemelo oscuro o luminoso. Escribió biografía, memorias, libros y notas de viaje, novelas emboscadas, diarios, ensayos sobre lo que comemos, lo que bebemos... no hay un tema sobre el que no escribiera Pla. Según él, fumaba mucho porque le daba mucha importancia al adjetivo, y fumaba hasta encontrar el adecuado; erizaba y eriza el vello de las feministas y las mujeres en general, pues para él la mujer estaba para la cocina o la cama y no se cortaba en afirmar cosas como que Italia era un país muy bello en el que muchas señoritas tenían el culo respingón; era un conservador e incluso un reaccionario y no le importaba pensar que quien no lo era, debía de ser tonto; y sobre todo escribía, todos y cada uno de los días de su vida, se afeitara o no... incapaz de curarse la diabólica manía de escribir.

 


Josep Pla  
Les Hores (fragmento) -en catalán-


" La gran novetat és aquesta: posar-se d'esquena al gran foc de llenya; avançar cap a la porta, sentint en els pòmuls la duresa metàl·lica del fred, i tenir la visió sobtada, instantània, dels ametllers florits. Com vingueren aquestes flors? Ahir no hi eren. No hi havia més que un borrissol rosat d'una vaguetat sense pes. Nasqueren al conjur de la nit, potser al conjur de la calma de l'aire de la lluna plena. Tota forma és l'alliberació de la tensió que l'ha construïda. Aquestes llunes tan clares de gener i de febrer, la llum de les quals posa una punta de misteri sobre les parets emblanquinades, sobre les velles, desgavellades masies, que esquitxa d'irrealitat la cal·ligrafia nua dels arbres esvelts que fa una claror viva sobre els sembrats menuts -aquestes llunes tan clares, sobre les quals el temps navega d'una manera plàcida i tranquil·la, són propícies a la producció d'aquests misteris, a la distensió de les forces cegues. Aquests ametllers florits ens faran companyia uns quants dies. Pocs dies. Aquestes curtes tardes suaus de febrer, d'aire sec i viu, ondulades pel pas d'una mica de vent, embadalides en la llum pueril i trencadissa de l'any adolescent, amb el misteri verd de la germinació tímida, amb la tendresa dilatada del blau del cel, amb aquests petits núvols errabunds, d'una blancor de nata, que es perdran en la llunyania de la nostra indiferència, amb el lleonet jovenívol del sol bolcat sobre els sembrats i sobre les herbes, amb la pètria solitud lineal de les muntanyes de color de farigola, o cobertes de pins tètrics -en aquestes tardes de la joventut de l'any, aquests ametllers florits són com una ànsia imaginada d'alguna forma paradisíaca debolida. "  

El Poder de la Palabra
www.epdlp.com


La traducción es mía:

La gran novedad es esta: darle la espalda al gran fuego de leña, avanzar hacia la puerta, sintiendo en los pómulos la dureza metálica del frío, y tener la visión de los almendros en flor. ¿ Cómo habrán venido estas flores? Ayer no estaban. Sólo había una pelusa rosada y vaga y sin peso. Nacieron del conjuro de la noche, tal vez del conjuro de la calma del aire de la luna llena. Toda forma es la liberación de la tensión que la ha construido. estas lunas claras de enero y febrero, cuya luz pone un punto de misterio sobre las paredes encaladas, sobre las viejas, desvencijadas masías, que salpica de irrealidad la caligrafía desnuda de los esbeltos árboles, que da una claridad viva sobre los pequeños sembrados - estas lunas tan claras, sobre las que el tiempo navega de una manera plácida y tranquila, son propicias a la producción de estos misterios, a la distensión de las fuerzas ciegas. Estos almendros en flor nos acompañarán unos cuantos días. Pocos días. Estas cortas tardes suaves de febrero, de aire seco y vivo, onduladas por el paso de un poco de viento, embobadas en la luz pueril y frágil del año adolescente, con el misterio verde de la germinación tímida, con la ternura dilatada del azul del cielo, con estas pequeñas nubes errabundas, de una blancura de nata, que se perderán en la lejanía de nuestra indiferencia, con el leoncillo jovial del sol volcado sobre los campos y sobre los pastos, con la pétrea soledad lineal de las montañas color romero, o cubiertas de pinos tétricos - en estas tardes de la juventud del año, estos almendros en flor son como un ansia imaginada de alguna forma paradisíaca ya pasada