Todos los puntos negativos de una película con sustos pre-fabricados... y lo único que aporta.
Durante unos años vivimos una especie de “época dorada” en lo que a cine de fenómenos paranormales y espíritus se refiere, todo en tono terrorífico. Todos los fans del género recordamos sagas como “Insidious” o“Expediente Warren” y, si me apuran, las de la muñeca Annabelle.
Y aquí empieza el primer gran problema de “La Llorona”: la película de Michael Chaves no puede evitar las comparaciones con las anteriormente nombradas. Y, por si acaso no nos salía de forma instintiva el hecho de comparar, hay una referencia a Annabelle: ¡toma dosis de recuerdo del personaje ya icónico del cine!.
No es quiera considerar “La Llorona” un cúmulo de despropósitos como para arrepentirse de pagar la entrada. Pero si empiezas con una escena inicial en la que de repente 2+2 no son 4, mal vamos… Seguimos con una madre que lucha por salvar a sus hijos de una especie de “reencarnación del mal”, pero que le cuesta lo suyo darse cuenta de que algo no cuadra...
En definitiva, una “Llorona” que no consigue dar miedo. Y es que no da miedo ni ella, ni los falidos intentos de "sustos" que se supone que deben de poner al espectador al borde de la taquicardia. Escasos, mal finalizados, sin ni tan siquiera llegar a un tour final de esos que podrían mantenerte unos minutos en tensión. Una escena final (típica tras el final inicial) que deja totalmente frío al espectador, y que no aporta absolutamente nada.
Pero lo peor de todo, lo que me hace pensar que esta película no me parece mala simplemente por las comparaciones, es el personaje de Rafael. Un antiguo sacerdote que ayudará a Anna y sus hijos a vencer a "la llorona”. Lo primero que chirría es que para ese papel se haya confiado en Raymond Cruz. Hay actores que no los puedes sacar de sus roles habituales, porque por muchas ganas que les pongan, su calidad actoral -o simplemente un encasillamiento de años y años- hacen que su papel fracase. Un señor que ha hecho de traficante, recordemos “Breaking Bad”, de ex presidiario medio loco en “Días de entrenamiento”, no lo puedes meter de antiguo sacerdote. Y menos aún intentando que algunas de sus escenas carguen con el peso cómico que los guionistas han querido meterle a la película. Una comicidad que te deja más frío incluso que el miedo que esperabas sentir, ese por el que has pagado la entrada.
¿Lo mejor de la película? Pues que te hace conocer una leyenda mexicana interesante (aunque los guionistas no le saquen provecho) y saber más de ella.
