Dos años después de filmar su obra maestra Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore nos ofrecía esta melancólica historia donde sin duda el pasado contempla al protagonista, con gotas de ironía pero sin duda tremendamente triste, que hoy me gustaría recomendaros.
No es una película fácil de ver, especialmente si de alguna forma nos sentimos identificados con la historia que en ella se nos cuenta.
Sin embargo, la maestría de su director, la historia, la banda sonora del genial Ennio Morricone (colaborador habitual de Tornatore), los guiños al maestro Fellini y las perfectas interpretaciones (comandadas por un enorme Marcello Mastroianni) son motivos más que suficientes para dedicarle un par de horas de nuestro tiempo a esta semidesconocida perla.
La película cuenta la historia de Matteo Scuro, un anciano de Sicilia que un buen día decide coger el tren para recorrer Italia e ir a visitar a sus cinco hijos, que viven en distintas ciudades del país y a los que hace tiempo que no ve. En su imaginación, o quizás porque ellos mismos se lo han dicho (este aspecto no se aclara en la película), todos tienen éxito en sus vidas y son muy felices, pero a medida que pasan los días y los viajes la auténtica verdad va saliendo a la luz, y se da cuenta de que no es así: el gran músico que él piensa que es uno de sus hijos, por ejemplo, en realidad sólo toca el bombo y su participación en la orquesta lógicamente es muy poco importante en comparación con la de los demás; una de sus hijas, que él piensa que es una gran actriz y modelo de pasarela, en realidad malvive como modelo de ropa interior. Y así con todos sus hijos. Ninguno está contento con su vida, ni con su trabajo; sus vidas son un fracaso, y Matteo también se siente un fracasado después de descubrir con amargura la verdad acerca de su familia, a la que tanto quiere y por la que tanto ha luchado.
¿Cómo se siente un padre cuando se da cuenta de que todo lo que había imaginado de sus hijos es mentira? Es sensacional la escena en que el anciano, sentado de noche en la calle, se plantea de qué han servido todo el trabajo, los esfuerzos realizados, los sacrificios, los préstamos bancarios, todas las ilusiones que él había puesto para hacer que sus hijos fueran hombres y mujeres de provecho. La tremenda decepción que supone para él darse cuenta de todo esto queda bien patente en una desgarradora frase que le dice a su nieto adolescente, que ha dejado embarazada a su novia: “No eduques a tu hijo para que sea alguien; enséñale a ser una persona cualquiera”.
Su cadena de decepciones a lo largo del viaje también resulta muy patente en su actitud respecto a los viajeros que se va encontrando en el tren. Al principio se le ve entusiasmado y enseña a todo el mundo una foto donde aparece él con su mujer y sus cinco hijos disfrazados; al final, en cambio, cuando se le cae la foto al suelo y una chica se la recoge y le pregunta si trabaja en el mundo del espectáculo, él responde amargado que sí, que así es, sin dar más explicaciones porque en realidad no le importa ya.
Además del tema de las relaciones familiares, en la película también se tocan otros aspectos como por ejemplo la soledad de la tercera edad. De hecho, Matteo empieza su viaje porque no sabe nada de sus hijos desde hace tiempo, y por lo tanto es él quien decide ir a verlos. En una de las etapas coincide en el tren con una excursión de jubilados y entabla amistad con una mujer, que resume la situación de ambos con una frase reveladora: “Llega una edad en que los hijos se alejan. Necesitan alejarse. Y tienen razón, porque... debo admitir que somos aburridos”. Ella, al igual que Matteo, tampoco tiene demasiada relación con sus descendientes y de hecho vive en un asilo sin recibir nunca visitas. ¿A cuánta gente conocemos que se encuentra en esta situación, sea o no justificada? ¿Somos siempre justos con nuestros mayores?
“Están todos bien”. La película termina con la misma frase que le da título, y la pronuncia Matteo refiriéndose a sus hijos, aunque ha podido comprobar de primera mano que es mentira. ¿Cuántos de nosotros, cuando nos preguntan cómo estamos, respondemos que estamos bien? Pero, ¿es eso cierto? En la película, como en la vida, los niños que ya hemos crecido no queremos que nuestros padres ya ancianos se preocupen por nosotros, y a menudo les ocultamos nuestros problemas y tristezas. No queremos que sufran, y a veces lo más cómodo es mentir. ¿Estamos haciendo lo correcto? Y ellos, ¿nos engañan cuando nos dicen que están bien? El sorprendente final de esta triste pero hermosa película nos muestra que a veces es así y nos ocultan cosas, precisamente para que no suframos.