Desde el primer momento en que la oí, algo me obligó a escucharla.
Quizá fuese su voz castigada, la manera de susurrar hasta matarte de soledad, pena y satisfacción o quizá fuese otra cosa; no sé qué... Lo cierto es que Chavela tenía la capacidad de atraparte en su voz y su forma de interpretar la canción de su tierra. Cruda, sin festejos y sin pompas.
Jamás pude verla en directo , como a tantos otros grandes. Pero allá, donde sea que esté, sé que esperará a todo el que quiera escucharla, para seguir cantándole a la vida como sólo ella sabe hacerlo: sin que lo parezca.
Adiós, maestra. Adiós grandeza. Adiós México.