Regresan a Paramount Comedy las intrigantes y surreales desventuras de Walter White. Sin embargo, que nadie espere dos cosas comunes en las temporadas 2 de las series.
1-. La calidad de la serie no baja, sino que sube enteros hasta el punto de dejarnos cada semana con una adicción mayor. Es en esta temporada cuando empieza a hacer rabia que el capítulo termine. El poder de sorpresa de la serie se acentúa, en contra de lo que podíamos esperar de una continuación, y nos dejamos llevar por los inteligentísimos guionistas adonde ellos quieran. Hablaré ampliamente de esta serie en próximas ocasiones, sobretodo cuando los constantes estrenos de esta semana me lo permitan.
2-. La segunda temporada sigue en la misma escena en la que lo dejamos en la primera. No hay grandes saltos, ni cambios relevantes, sino que nos encontramos realmente con una continuación. Como posiblemente ya sabréis los que habéis tenido la infinita suerte de descubrirla, disfrutarla y saborearla (no es una serie fácil), la primera temporada sólo tenía 7 episodios, pues se grabó en ese maldito año en que las series sufrieron la huelga de guionistas. Los creadores de la serie, los que la trabajan admirablemente, los que nos dan esos 45 minutos semanales de éxtasis televisivo, decidieron no precipitar las cosas y seguir caminando tranquilamente por los sorprendentes parajes de un guión que, personalmente, me tiene alucinado.
En los nuevos episodios de Breaking Bad, Walter continúa luchando contra el cáncer mientras aumenta el peligro y la sospecha se cierne sobre él y su vida entre dos mundos opuestos: una imparable espiral de drogas, asesinato y caos que es lo que le mantiene vivo y con ganas de superar su enfermedad, y una compleja y emocional vida doméstica por otro lado. Hablaremos más profundamente sobre ella, pues esta serie tiene mucha tela que cortar...