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Se narra la historia de una familia que habita un pequeño pueblo de Nueva Zelanda, de sus secretos, de sus mentiras y los traumas de cada uno de ellos por un pasado más que accidentado. La película se desencadena cuando el padre de Andrew y Paul muere. Es, en apariencia, la típica aunque mayoritaria situación de dos hermanos que no se soportan y que perdieron el contacto y no quisieron recuperarlo. La madre ya había muerto años atrás así que lo único que "unía" a los hermanos era la figura paterna. Su desaparición es la excusa perfecta para reunir a unos hermanos que hace 17 años que no se ven ni se hablan.
Paul se fue al cumplir los 17 años, en cuanto su madre murió, pero no recuerda nada, aunque estaba presente. Es la memoria selectiva o la economía cognitiva que parece que tenemos todos los humanos. La mente selecciona y modifica los recuerdos para hacernos más llevadera la existencia ya que los traumas a palo seco cuestan de digerir.
Así pues, por un lado tenemos a Paul, un famoso y reputado fotógrafo que ha rechazado el premio Pulitzer en tres ocasiones. ¿Por qué? Porque se siente culpable de retratar lo que retrata sólo para la mera exposición. Sí, es corresponsal de guerra... ¿Y qué? ¿Mejora él la vida de los demás o sólo nos sirve de puente para conocer una realidad tan lejana que nos parece mentira? Y mientras, los telediarios rebosan de imágenes de niños muertos, descalzos y desnutridos. ¿Nos quieren hacer sentir mal? Pues no, es todo lo contrario porque nuestra memoria selectiva no recordará a la pobre criatura que se muere, es demasiado descarnado para seres tan civilizados y acomodados como nosotros. Y me incluyo en el paquete, no sea caso que alguien malinterprete mis palabras.
Paul fue un niño inadaptado, resulta que le gustaba leer y eso no se perdona a ciertas edades. Pero es que los que leen demasiado se llenan la cabeza con historias que no vienen a cuento. En uno de los cuentos de Chéjov, titulado "el amor", y que se incluye en el libro "Pabellón nº6", uno de los personajes, Aliojin, hace una muy buena reflexión y es que cuando alguien tiene la cabeza muy bien amueblada, todo le resulta cuestionable y, constantemente se está poniendo en tela de juicio sus propias acciones: ¿es honesto lo que estoy haciendo? ¿Hacia dónde me lleva esto o lo otro? ¿Es congruente con mi manera de pensar? ¿Me mantengo fiel a mí mismo? Digamos que la vida tiene otro calibre, adquiere otra dimensión. En cualquier caso, Paul es uno de esos niños inadaptados para el cual vivir en un pueblo resulta agobiante. Y se fue, se fue a recorrer el mundo pero la pregunta es ¿por qué irse tan lejos? ¿Por qué esta imposibilidad de volver a sus raíces?
Por otra parte y totalmente opuesto a Paul, está Andrew, el hermano un año menor (creo recordar, ¿memoria selectiva?. Siguió los preceptos de la buena conducta y del triunfo social, es decir, que se casó, compró una casa y tuvo un hijo, entre otros méritos que la sociedad siempre aplaude. Por supuesto los dos hermanos no se soportan, al parecer, porque cuando la madre de ambos murió Paul desapareció del mapa y no fue ni al funeral. Y digo yo, si los funerales son unas fiestas para los vivos y los vivos ya tienen bastante con el recuerdo, ¿Por qué tienen que asistir? Es lo que dicta la norma, Andrew lo necesitaba... Y de todas formas, la verdad siempre contiene más sorpresas que las que se prejuzgan.
En escena entra un nuevo sujeto, Celia, una joven también inadaptada que paulatinamente recordará a Paul su forma de pasar la adolescencia, entre libros, aislado. Una chica que posee un talento innato para la escritura y para sentir las cosas de una manera harto poéticas (y eso no quiere decir que la rima siempre sea alegre). Una rareza, un diamante en bruto que nadie se ha preocupado en pulir. Nadie hasta que lo descubre Paul.
Una familia que oculta un secreto que puede o no ser el que pensamos desde el principio. Asistimos, a través de las vivencias de los personajes y de sus flashbacks, a la desintegración de dos famílias y todo, para variar, por culpa de los secretos y las mentiras. Pero esta vez nos lo plasman en pantalla de una forma innovadora y desde un cine desconocido, el neocelandés.
Es una muy buena opción para todo tipo de públicos, eso sí, la película tiene un tempo pausado, se puede decir, en lenguaje barriobajero cinematográficamente hablando, que es lenta. A mí no me lo parece, ya que esa lentitud es necesaria para ir desentrañando el intríngulis y el mensaje, y de no ser por los primeros planos de los personajes, no podríamos disfrutarla tanto como lo hemos hecho.
A destacar la banda sonora y las reiteradas menciones a Patti Smith.
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Curioso las referencias a "El extranjero" de Camus y a Patti Smith.
¿Realmente se había olvidado o prefería no escarbar, reabrir heridas del pasado? ¿Rencor, ira...Comprensión, perdón? Valorar el presente, el pasado recordarlo para no repetirlo. Un saludo.