The Assassination of Richard Nixon (Photo credit: Wikipedia)
Basada en una historia real, Sean Penn interpreta a Sam Bicke, un hombre que en 1974 intentó el asesinato del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Es difícil saber si la transformación que sufre el personaje interpretado magistralmente, de nuevo, por el gran Penn, es un viaje de la cordura a la locura o viceversa. Para quien esto escribe, el personaje acaba cuerdo aunque todo el mundo lo tacharía de loco, sobretodo para pasar página y no analizar las motivaciones de un buen hombre para acabar secuestrando un avión con la intención de cargarse al presidente de la nación más poderosa del mundo.
Y las motivaciones van siendo desgranadas durante el breve metraje de una buena película que, inexplicablemente, no fue apreciada por la gran mayoría. Da la impresión que esta es una de esas películas de libreta. Me explico: quien ha escrito este guión, lo ha hecho apuntando anteriormente cosas en la libreta. ¿Y que son estas "cosas"? Pues son observaciones de un mundo, el nuestro, que funciona al revés con nuestro propio beneplácito.
Desde el principio, asistimos a una recreación de todos aquellos pensamientos que todos hemos tenido en mente alguna vez en la vida. No entendemos cómo funciona este mundo, no entendemos cómo somos tan sumisos, y nos lo preguntamos, pero nos callamos y seguimos haciendo como si nada. Nos han acostumbrado a tolerar la injustícia, a someternos a los dictados de un jefe o de una empresa, a callar, a ser débiles en todas las situaciones de la vida, a entregar nuestros derechos como trabajadores, y en parte, todos lo hemos hecho por cuestión de dinero. Hay que llegar a fin de mes, y más en las actuales circunstancias. Hoy en día me harto de oír a las personas decir que "trabajo de lo que sea, las horas que haga falta"
Una de las frases de la película habla de la esclavitud, que fue oficialmente abolida según dicen, aunque todos sabemos que no es así. La película, que se centra en lo suyo, mantiene la teoría de que sólo le cambiaron el nombre: ahora al esclavo se le llama empleado. Sam es uno de ellos, y un buen día, empieza a preguntarse por todo lo que hace, todo lo que le rodea, y el nivel de justícia y honradez que hay en su empresa, y en el mundo en general. Y como ya podréis imaginar los que no os hayais creído vuestras propias mentiras, sólo encuentra respuestas insatisfactorias.
Sam graba aquellas reflexiones que todos nos hemos hecho a nosotros mismos en algún momento de la vida (gran arma de la película), con la intención de enviarlas a Bernstein, el músico. Y empieza a tener un sueño utópico: montar él mismo una empresa donde los margenes de benefício serán los justos, donde los empleados no serán maltratados, y, en definitiva, donde todo funcionará como debería funcionar, según los tan cacareados y falsos derechos humanos, constituciones y demás mentiras que existen en este mundo para que nos callemos. El individuo contra el sistema, recordándonos, por ejemplo, a la ya comentada "Un día de furia", con la que guarda ciertas similitudes argumentales e intencionales.
Cover of The Assassination of Richard Nixon
Pero se encontrará con trabas de todo tipo, que le harán continuar por esta senda tan peligrosa de la reflexión. La película nos muestra que si analizáramos realmente el mundo en el que estamos viviendo, todos tendríamos ganas de destruírlo, o en el mejor de los casos, cambiarlo. Esta vida es una estafa, y sólo la capacidad de sometimiento del ser humano, los autoengaños que nos montamos para ir tirando, y las mentiras que nos fabricamos a nosotros mismos, hace que no nos vayamos de madre, como le acaba sucediendo al protagonista. Pero no vamos a contar más sobre el final, ni sobre el desarrollo del filme, porque os queda mucho por disfrutar a pesar de haberos escrito un artículo tan revelador.
Quiero destacar la interpretación de Sean Penn y Naomi Watts, que una vez más demuestran ser dos de los mejores actores del momento, y ya llevamos años viéndolos actuar. La sensación con ellos es siempre la misma: realmente parece que en cada película que hacen, sean personas diferentes, cuando estamos viendo a los mismos actores. Sobretodo dirijo este apunte a Naomi, que quizás no esté tan condicionada como Sean, al que siempre le dan unos papeles al borde del abismo, y que de nuevo interpreta a este personaje en caída libre hacia los infiernos de forma magistral.
Digan lo que digan, una buena película que quería rescatar del olvido, y que hay que reivindicar, aunque no tenga el favor del público. La acusaron de no contener mensaje, lo cual es absurdo y lamentable, porque mensaje hay, y mucho, actitud aún más, y quizás no la supieron interpretar por las mismas razones, precisamente, que denuncia el filme. El loco no es Sam, eso es lo fácil y cómodo de pensar, en lugar de reconocer que vivimos en una sociedad capitalista enferma que, personalmente, espero acabe engulliéndose a ella misma o estrellándose en una gran e inevitable tragedia.