Darren Aronofsky se consagró en su primera película, "Pi", y aunque la película tenía ciertos errores de guión, hay que reconocer que impactaba en tu retina y se quedaba en tu memoria, además de ofrecernos un esforzado ejercicio fílmico. Más tarde volvería a dejarnos atónitos con su "Réquiem por un Sueño", y parece que en 2011 se atreverá con una nueva versión de "Robocop".
"El luchador" ("The Wrestler"), supone el retorno de este ambicioso realizador, que nos decepcionó con "The Fountain", y sobretodo, del gran Mickey Rourke, que de nuevo cuenta con un personaje al que entregarle sus mejores recursos, como es el de "El luchador": un luchador en la vida, como lo tenemos que ser todos los que queramos sobrevivir con cierta dignidad.
De entrada, que nadie se prejuície por el título: la película se sitúa en el mundo de la lucha profesional de wrestling, pero sólo como una excusa para contar la historia más personal con la que nos ha obsequiado este director a tener muy en cuenta.
Si bien es verdad que la película se puede recomendar a todos los públicos, más cierto es aún que quienes mejor la disfrutarán serán aquellos que ya tengan una cierta edad (de 30 para arriba), y hayan tenido que empezar a renunciar a aquello que les gustaba hacer, o a aquellas personas importantes de la vida de uno que, por una razón u otra, ya no están con nosotros. La película habla de esas renúncias, de las facturas que se cobra la vida por los excesos de cualquier tipo (también "deportivos"), y de todo lo que vamos perdiendo en el camino mientras nos hacemos mayores, ya sea por errores cometidos, o por otros motivos ajenos a nuestra voluntad. En este sentido, sólo el público adulto la disfrutará en todo su esplendor, profundidad e intenciones.
No estamos ante una película compleja: todos, en mayor o menor medida, la podemos entender y disfrutar de distintas maneras. Pero animamos a nuestros lectores a que la enfoquen tal cual es en su más profunda esencia: este brillante filme habla de la pérdida, de la renuncia, y de la soledad, en un tono intimista y reflexivo que queda muy claro en algunas abstracciones silenciosas que hace la cámara del hábil realizador con la complicidad de unos actores en estado de gracia.
Todos lo hemos vivido, o lo viviremos en breve: por distintas circunstancias, vamos perdiendo a los amigos, a nuestras parejas, nuestros sitios de trabajo, nuestros pequeños hobbies, nuestras habilidades en esto o en aquello, e incluso algunos pierden a personas de máxima importancia en su existencia, como pueden ser sus hijos, por no hablar de otros bienes materiales o espirituales que nos ayudan a tirar adelante. La vida nos va arrinconando, y todo aquello que hacíamos o teníamos en un pasado, debe ser sustituído por otros elementos más acordes a la edad de uno y a las circunstancias, azarosas o lógicas, que nos van marcando y determinando.
Pero hay una desembocadura del río de la vida que explora este sorprendente, por íntimo, filme de Aronofsky: la soledad. Los dos personajes principales (espléndido Mickey Rourke, fenomenal Marisa Tomei), llevan una "mala vida" que además, les condiciona y que viene, a la vez, condicionada. Pero ser un luchador o una prostituta es, de alguna manera, lo que les ha tocado ser, o visto desde otra perspectiva, quizás lo único que han podido ser o hacer, debido a sus personalidades. Algunos no están hechos para trabajar en según qué sitios, y si a eso le añadimos que tampoco han sabido triunfar en lo que se considera una vida normal, familiar o aceptable, quedan pocos rincones, normalmente sucios o arriesgados, a los que agarrarse.
Y si el cuerpo o la mente, el alma o incluso el mitificado corazón, no te dejan tampoco desempeñar el único papel que parece que la vida tiene para tí en su gran obra de teatro globalizado, el margen se estrecha hasta ser imposible de respirar con tranquilidad. La auto-destrucción, la amistad, el amor en algunas de las variantes de lo que nos han dicho que ese sentimiento es, el amor filial, la buena y la mala vida, encajar o no, la redención, el éxito (y que es realmente el éxito en la vida), el fracaso (ídem), la compasión, la ternura, la auto-destrucción o la muerte en vida son, junto a la soledad y la renuncia, algunos de los temas que el espectador ávido de reflexiones y del auto-conocimiento podrá disfrutar y valorar durante el transcurso de una película que, todos aquellos que no se atrevían a probar por el título, o la más que engañosa temática, ya no tienen excusa.
La recomendación que hacemos de ella es importante y para más argumentos, hablar de una banda sonora potente, que adorarán todos los amantes del rock más duro, los aficionados al wrestling, los espectadores sensibles y, sobretodo, los que quieran aprender y reflexionar sobre su propia vida, sus renuncias y su estado de salud física y mental.