Con un solvente Luis Tosar y un sobresaliente Moustapha Oumarou
“Adú”, película producida por Mediaset y dirigida por Salvador Calvo, se estrenaba este fin de semana. Debo reconocer que no esperaba encontrarme con una sala tan llena, teniendo en cuenta la competencia que había en cartelera con títulos como “1917”, “Underwater” y “JoJo Rabbit”. Pero la gente está recuperando esa bonita/sana tradición de gastarse el dinero para disfrutar en pantalla grande una película, y todo el ritual que acompaña. Buscar qué ver, comprar las entradas, hacer cola... Brindemos por eso.
Manos a la obra. “Adú” nace con la buena intención de concienciar al espectador del tema de la inmigración (si a estas alturas no estamos concienciados mal vamos..). Ese es el motor principal de la película, las “aventuras” de Adú para llegar a España. Y dejando para luego si consigue emocionar o no al espectador, comete el error de alimentar el guión con dos historias paralelas más...
Por un lado, la difícil relación entre un padre y una hija. Gonzalo y Sandra a los que dan vida de manera solvente Luís Tosar y Anna Castillo. Dos personas con un gran problema de incomunicación, da igual el culpable de eso, porque ninguno de los dos, a su manera, da el paso definitivo para arreglar ese problema. El peso de esta historia en el guión es importante, y su desarrollo y clímax es quizás el menos flojo de las tres historias.
Luego tenemos el conflicto moral de Mateo con Miguel y Javi Los tres en el cuerpo de la Guardia Civil, que en uno de los muchos intentos de repeler el intento de saltar la valla por parte de subsaharianos, tienen que cargar con la muerte de uno de ellos. La manera en que cada uno de ellos justificará/no justificará la actuación que se tuvo que realizar en ese momento y la manera de cubrirse/no cubrirse las espaldas unos a otros será el motor de dicha historia.
Finalmente tenemos a Adú, el niño de 6 años y su odisea para llegar a España. Moustapha Oumarou borda ese papel. Por ejemplo, en sus miradas y su inocencia ante la maldad del ser humano. La escena del taxi, nutre al espectador de mal rollo desde el momento en que se intuye por dóde van los tiros. Y hasta en sus silencios y su sonrisa. Todo es creíble y es el verdadero motor de esta película.
Película que por otra parte comete errores. Quizás el más destacado es que intentar crear algo similar a lo que podíamos ver en “Magnolia”, es decir, historias que al final acaban relacionándose, no es tan sencillo como puede parecer. Que por ejemplo, la visión fugaz de una bicicleta no sirve para enlazar el drama paterno filial con conseguir llegar a España. Que un “good luck” no es un ejemplo de “dilema moral” solucionado. Y que si vas a meter tres historias tienes que intentar que las tres tengan suficiente peso y potencia emocional. Porque “Adú” consigue por momentos que no sepas si estás viendo una película interrumpida por otras películas o un ejercicio de virtuosismo en el guión. Virtuosismo que, a pesar de las buenas intenciones y trabajo realizado porque es obvio que hay mucho trabajo detrás de esta película, no acaba de conseguir.
Antes hablaba de concienciar al espectador... Entiendo que se quiere tocar la fibra del respetable, pero el cierre de la historia de “Adú” (y me refiero al final de su compañero de aventuras) está metido con calzador. Consigue hacer reflexionar más al espectador un plano aéreo final que tres historias que no consiguen enlazar de manera creíble y que además no consiguen en ninguno de los tres casos tener una coherencia suficiente.