Culturaencadena.com, medio de comunicación invitado al Festival de Sitges
“Megalomaniac” se presentaba en el festival de Sitges con mucha expectación. La película alemana de Karim Ouelhaj prometía escenas fuertes. Hacer sentir al espectador incómodo, sangre, violencia… La idea de un asesino en serie que descuartiza a sus víctimas siempre suena apetecible si eres fan del género.
Aquí además tienes la peculiar relación que tiene con su hermana, a la que da vida una creíble Eline Schumacher. Su atormentado personaje, el desarrollo de su sumisión a todos los niveles, hasta su particular puñetazo en la mesa, es lo mejor de la película.
Porque todo lo demás no consigue brillar ni convencer. El abuso de escenas oníricas, de esas que visualmente pues muy bien, pero a nivel guión no aportan nada, juega en su contra. El abuso de sonidos estridentes acaba agotando al espectador. Y luego se prometían escenas violentas y la verdad es que incluso en la escena más sangrienta, notas que le falta un poco/bastante de caña. No puede ser que la sangre vaya salpicando las paredes y lo hagas tan artístico que te cargues toda la tensión/crudeza de esa escena.
Lo de sentirse incómodo funciona en una escena. La que tiene lugar en el trabajo de la protagonista. Y funciona porque como siempre, intuir a veces es mucho más efectivo que mostrar. Pero la incomodidad se queda en esa escena.
Como espectador lamento como se ha desaprovechado una buena idea. Cuando la película se centra como comentaba antes en la relación de los personajes es cuando más brilla. Todo lo de la venganza se desarrolla de manera torpe, cometiendo el error de querer hacerlo demasiado artístico.
A veces hay que complicarse menos, a veces hay que ir por faena y no querer hacer algo diferente. Si algo funciona, no hay por qué tocarlo.