Lo siento por “The Room”. Lo siento porque llamó mi atención con su argumento, pero hizo que lo sustituyera por aburrimiento en menos de dos horas. Y eso que pensándolo bien lo del genio de los deseos tampoco es original. Pero bueno, cambiemos lámpara por habitación en mansión y ya tenemos un plus.
Sí que puede resultar cómico que compres una mansión, descubras una habitación oculta que menos buen rollo da lo que sea, encima las luces empiezan a hacer cosas raras cuando entran y no salgas corriendo. Pero bueno aquí la pareja interpretada por Olga Kurylenko y Kevin Janssens son muy tirados para adelante. Así que en el momento que descubren que no es sólo una habitación, sino una especie de “barra libre de los deseos” en lo que a pedir cosas se refiere, vamos que se lo toman con calma. En una escena, en mi opinión muy floja, vemos como disfrutan de esa barra libre, hay sexo (que no aporta nada, pero bueno, ahí esta) y total, todo parece maravilloso.
Hasta que ella decide pedir algo que escapa a la ética y lógica que cualquier persona en su sano juicio debe tener. En ese momento los dilemas morales de los protagonistas captan un poco más la atención del público. Incluso descubrimos que la “barra libre de los deseos” tiene una pequeña clausula que hace más interesante el tema. Pequeña cláusula, pueden traducirla por “aquí empieza a estropearse todo”. Porque con un material tan brillante como los guionistas tenían en manos, lo destrozan todo. Va pasando la película, nuevos “problemas” surgen y a los susodichos guionistas parece que sólo les interesa darle caña a la película.
Para eso hay violencia, escenarios dentro de escenarios, persecuciones y un final. Un final que ya le quedaba bien. Pero no, demos más caña, hagamos que el público salga de la sala con la boca abierta... Y es aquí donde se equivocan. Se quiere rizar tanto el rizo que el conjunto acaba de despeñarse en una última escena, que queriendo ser el gran golpe de efecto, acaba siendo ridícula.