MATA Y REMATA... Y SE MURIÓ
Cuando una película suele funcionar, muchas veces se opta por hacer una secuela en un breve espacio de tiempo. Es una manera de aprovechar el tirón, la memoria de la primera sigue fresca y eso anima a que los que la disfrutaron se apunten al carro de esa secuela.
Por eso, había ciertas dudas con “Zombieland 2” o “Zombieland: Mata y remata”. Porque 10 años se antoja un espacio de tiempo brutal si lo que pretendes es lo comentado anteriormente. Pero con valentía y merito (típicos problemas de agenda) el grueso compuesto por el director Ruben Fleischer y el cuarteto actoral repiten. Es decir, 10 años después vemos en pantalla nuevamente a un Woody Harrelson que parece que ha nacido para el papel de Tallahassee. A un Jesse Eisenberg que repite como ese Columbus que se pone las pilas cuando toca ponérselas pero no deja de parecer un pardillo. A Abigail Breslin como Little Rock (que lejos quedan los tiempos de “Pequeña Miss Sunshine) y una Emma Stone que repite como Wichita. Agradecer a Emma Stone que se haya apuntado al carro. Ganar un Óscar hace que a veces te olvides de lo que hiciste anteriormente y este no es el caso de que todos recuerdan por la dichosa “La La Land”.
Una vez mantenemos la base, aquí no hay mucho para complicarse. No ha habido grandes cambios desde el final de la primera película, pero aquí con la excusa de la madurez/inquietudes personales de Little Rock tenemos lo necesario para empezar una especie de “Buscando a Nemo”. Es decir, “la familia” se pondrá las pilas para volver a encontrarse con Little Rock.
Nuevos personajes se cruzarán en el camino de “la familia”, entre ellos Zoey Deutch en el papel de Madison. Personaje que lleva al máximo el cliché de tonta a la que le acabas pillando cariño. Destacar también la aparición de la extraña pareja formada por Luke Wilson y Thomas Middleditch, que ofrecen una aparición memorable de final inesperado. Y finalmente una Rosario Dawson que se apunta a cualquier bombardeo y recupera la ferocidad que ya lució en “Sin City: Ciudad del Pecado”.
La película, que sabe perfectamente de donde viene y no ha perdido la esencia a pesar de los 10 años que han pasado, mantiene el tono gamberro y añade un plus de gore que el aficionado disfruta. Ese gore, ya queda claro que va a brillar desde los créditos iniciales y no se pierde en ningún momento. Lo que me hace pensar en lo que habría sido un pase de esta película en el festival de Sitges y me emociono sólo de pensarlo. Volvemos a tener reglas, pero no se hacen pesadas y podemos añadir un galardón que se entrega casi al final de la película, no les contaré más. Y si al gore, la música (ese Masters of Puppets..), los puntos de humor le sumamos un mensaje sobre la familia y el hogar nos podemos quedar contentos.
Yo me quedaría más contento si pudiera explicarles más, si pudiera explicarles lo que hace que lo de contento pase a ser extasiado. Pero no puedo, sólo puedo decirles que se queden a ver los créditos finales. Me tengo que morder la lengua, ya me lo agradecerán.