ESPECIAL CULTURAENCADENA.COM MEDIO INVITADO AL REC Festival Internacional de Cine de Tarragona 2019
En su segunda jornada el REC Festival Internacional de Cine de Tarragona 2019, se presentaba el documental “És a l’aire” de Christophe Sion y Santi Suárez. En menos de una hora los dos directores usando para ello entrevistas y recortes de prensa, hablan sobre la contaminación y los efectos que produce la misma en el Camp de Tarragona. Como afecta a zonas como El Morell, Tarragona y poblaciones colindantes al mayor complejo petroquímico que hay en Europa en estos momentos. A simple vista, uno piensa que va a encontrarse con un documental sensacionalista y aquí es donde radica gran parte del mérito del mismo. Que no hay sensacionalismo, que se narran casos reales, de gente afectada de forma grave por dicha contaminación, para más señas, el caso de un ex trabajador de una de las plantas químicas en cuestión.
Y no hay sensacionalismo porque se le da voz a los afectados, pero también de cierto modo a los causantes de dicho problema. Porque se habla de estudios, de los estudios que desmontan los estudios anteriores, del holding empresarial de las químicas, de los problemas de salud que causa, pero también de los beneficios económicos que dan las empresas que causan esos problemas.. Es una especie de tira y afloja, de “me das mucho, pero también me doy cuenta que me quitas mucho”. Y ese “enfrentamiento” es la clave de todo.
El documental deja claro que las químicas no llegaron por voluntad de la población, pero que la población se ha beneficiado de manera brutal de las mismas. Habla de que los medios tampoco pueden mostrar todas las cartas, porque gran parte de que puedan alzar la voz, radica en que esas mismas empresas les dan de comer por decirlo de alguna manera. Es eso tan usado de “no muerdas la mano que te da de comer”.
Hay momentos demoledores, como ese en que una parte del conflicto (no entro en si parte buena o mala) defiende que nunca ha habido incidentes destacables y una batería de recortes de prensa demuestran lo contrario. Pero todo contenido, sin buscar la indignación del espectador, sin grandes fuegos artificiales. Sólo una escena con unos niños/as y unas cometas puede ser demasiado edulcorada pero no destroza el equilibrio conseguido.
El equilibrio de no tirar en ningún momento de manera tajante hacia ninguno de los dos “bandos”. El de mostrar lo que hay, lo bueno y lo malo, pero también como a veces lo malo nos lo parece menos, porque así nos interesa pensarlo. Entonces eso lleva a pensar si fomentamos la malo también. Interesante documental, que deja al espectador con una mezcla de sensaciones que se agradece. Los sensacionalismos dejémoslos para otro tipo de productos.