He podido ver la ya famosa película de Juan Antonio Bayona, Lo Imposible...
No sé si ha sido la predisposición con la que he ido al cine, los comentarios que he leído de gente que ya la había visto o qué, pero lo cierto es que aún me cuesta pensar de forma lógica. He visto, oído, sentido, intuído tantas cosas que he salido exhausta del cine, pero con una sensación indescriptible, no sabría decir si buena o mala...
Como producción cinematográfica, yo que no soy una experta en esto, le pongo un 10 sobre 10. Sin ninguna duda. Tantos por los actores y actrices escogidos, como por la recreación, como por el hecho de hacerte sentir que tu propio cuerpo era una pluma ante las embestidas de las olas.
A día de hoy, creo que casi todo el mundo sabe que la película está basada en la historia real de una familia que fue víctima del tsunami que en 2004 arrasó el sureste de Asia. Gracias a esta premisa se puede disfrutar de una serie de símbolos escogidos de forma exquisita, una de las cosas que más me ha gustado de la película. El sonido y la imagen de esa batidora minutos previos a la gran catástrofe es sencillamente perfecto. De alguna forma, te prepara de lo que va a ser el resto de la película. Como este símbolo, ha habido varios a lo largo de la película.
Otro que me ha llamado poderosamente la atención ha sido la representación con las velas del futuro de esa familia, cómo la vela elevada por la familia Bennett se separa paulatinamente del resto, anticipando, de nuevo, el final de la historia. Sin embargo, la metáfora que más me ha dejado sin palabras ha sido la del momento de la operación de María –Naomi Watts-, en la que aparece ella luchando contra el mar, contra los objetos que impactan contra ella. En un momento dado, cierra poco a poco los ojos, dando a entender que se deja abandonar y que desciende hacia una luz. La realidad es que se eleva hacia la superficie, hacia el sol, tomando por fin aire. Saliendo, en fin, bien de la operación.
La excusa es una catástrofe natural, pero la película es una muestra de la calidad humana, de la bondad de los seres humanos. En este sentido, hay un ejemplo perfecto y es cuando el padre de familia –Henry- pide a otro afectado que le deje su móvil para hacer una llamada. Éste le contesta que no puede quedarse sin batería porque está pendiente de recibir una llamada de sus familiares. Sin embargo, no odias a ese personaje, sino que empatizas con él profundamente, le entiendes, hasta le das las gracias igualmente. Más tarde, Henry –interpretado por Ewan McGregor-, cuenta su historia ante un grupo de víctimas que han perdido a sus familiares y uno de ellos le ofrece su móvil, también necesitado de batería. Pero no le importa. No significa que este hombre sea mejor que el otro. Ambas situaciones son entendibles, incluso más la de aquel que le niega el teléfono. Misma situación, diferentes acciones.
Hay personajes de la película que, después de media hora de película, emociona sólo con verles. A mí personalmente me pasa con Lucas –Tom Holland- y con Simon -Oaklee Pendergast-, uno por demostrar con creces su valentía y el otro por su nobleza. Increíble actuación.
Otro detalle a destacar es que me habían dicho que salían escenas sangrientas y desagradables, lo cual es cierto, sin embargo, no me han parecido más que una anécdota, nada especialmente repugnante. También he de decir que soy admiradora de la saga Saw.
Al salir de la película, no he sabido si odiarla o amarla. Todavía no me he aclarado. Por una parte, la recomiendo a todo el mundo, pero por otra, no; especialmente a aquellos extremadamente sensibles o que, directamente, no les guste ver cosas desagradables. Pero creo que merecer, merece la pena.
En el momento de escribir estas líneas, una gran amiga me ha estado comentando que a pesar de que la película como resultado cinematográfico es genial, no le ha gustado el enfoque que se ha dado. Y me parece muy interesante, incluso más que todo lo que he dicho anteriormente, lo que me ha dicho. Ella cree que se ha hecho hincapié en una familia adinerada que ha ido a pasar la Navidad en un país pobre, en un hotel de lujo. Te hacen cogerles cariño con sus actividades cotidianas, con sus comentarios... Pero aunque se puede entrever, en ningún momento se hace referencia directa a los autóctonos, a aquellos que, si ya tenían poco, se han quedado con menos, a gente que, después de que los extranjeros se vayan a sus países ricos a curarse, se quedan allí, intentando recomponer los trozos de sus vidas, de sus recuerdos. Vidas rotas por una cuestión de azar, por el simplísimo hecho de nacer en el sureste asiático en vez de en Alemania o EE.UU.
A ver uando hacen una que retrate el tsunami diario que sufren los palestinos (por poner un ejemplo)