Cortazar2 (Photo credit: Wikipedia)
Entre 1937 y 1954, entre los inicios de la Batalla del Jarama y el final de la guerra civil en Indonesia, entre sus 23 y 40 años, Cortázar escribió más de 1.000 cartas “vomitando conejitos blancos”.
Es la primera vez que se publican estos relatos completos. Hasta la colección de cuentos “La otra orilla”, de 1945, Julio Denis –como se hacía llamar en sus primeros relatos- no había publicado nada más allá de su primer poemario (Presencia).
Y, sin embargo, había escrito profusamente. Así lo atestiguan estas cartas que contienen sus pensamientos sobre los acontecimientos políticos y sociales, pero también en ellas se intuyen sus invenciones: ¿Cómo surgen los cronopios y famas?, ¿qué hay detrás de la maga de Rayuela?, ¿qué pensó Cortázar cuando Antonioni le dijo que quería hacer una película de “Las Babas del Diablo”?
Más de 3.000 páginas recopiladas en 5 tomos para adquirir en librerías o con promociones y rebajas en páginas agregadoras de estas últimas como Dscuento, Amazon, Casa del Libro…
Cortázar era de los que pensaban que la distancia entre la vida y la obra tenía que ir menguando: “no quiero escribir, no quiero estudiar (aunque lo siga haciendo); quiero, simplemente, ser de verdad”. A través de esta correspondencia, el lector se siente aún más cerca de esta peculiar forma de ver el mundo que acabó catalogándose como “el realismo mágico”.
En el caso de Cortázar, una visión única y profunda de cada acto cotidiano: esos actos diarios que nos damos prisa en hacer, que apenas notamos como tampoco nota los cambios el que pasa todos los días por la misma calle. Como el sentimiento de claustrofobia extrema que puede surgir al ponernos un jerséy. Cómo los tipos de personas con los que podemos encontrarnos: cronopios ingenuos, idealistas, desordenados, sensibles y poco convencionales; famas rígidos, organizados y sentenciosos; o esperanzas simples, indolentes, ignorantes y aburridas.
Estos 17 años de cartas, recorren las etapas principales de la vida del autor. Comienzan a los 23 años, cuando llevaba ya casi dos décadas en la Argentina desde que a los 4 años abandonara la Bélgica ocupada por los nazis. Es la etapa de búsqueda y de formación, sus primeros trabajos tras recibir la licenciatura en Letras. Su docencia como maestro rural. A principios de los 50, se aleja de América Latina para afincarse en la que fue la ciudad que nunca quiso abandonar: París. Corría el año 51 y Cortázar recibía una beca para ejercer de traductor en la UNESCO. Fue también el año de publicación de Bestiario. Desde entonces, sus publicaciones se hacen más cortas en el tiempo. La década de los 60, en pleno auge del intelectualismo, dio a luz el gran juego de Rayuela, que llega a convertirse en objeto de culto de los jóvenes. “La gran maravilla fue que ese libro encontró sus lectores en los jóvenes, en quienes yo no había pensado directamente jamás al escribir ese libro”, llegó a reconocer el escritor.
Esta correspondencia termina casi diez años antes de la publicación de su, quizás, obra culmen. Pero en ella se forjan todas estas construcciones mentales, las perspectivas, los juegos, los desafíos que describen su inquietante forma de pensar que a todo le da la vuelta. Como él mismo dijera: “todo parece tan natural, como siempre que no se sabe la verdad”.