Tuve que remontarme hacia atrás, muy atrás, donde crecí (un barrio, todos los barrios), en la periferia de la Capital. Vivir sin expectativas me daba una doble manera de asimilar los días: por un lado, no había un horizonte concreto, ni laboral, ni económico, y por otro lado, esa misma carencia se transformaba en un recorrido donde cada hecho insignificante cobraba una relevancia nueva, antes ignorada. Así, las mismas calles de siempre, hechas mierda, eran la negligencia estatal, pero también un tango.
Iba a lo de un amigo, una tarde más inventando canciones de patio y mate y birra, al volver, mientras advertí en la pared de un lavadero de autos, la pintada de una nueva banda que seguramente sólo existiría como nombre antes que como grupo musical, sentí ese olor a lluvia que se mezcla entre el viento y los árboles, que llegan a acariciar las terrazas húmedas de las casas bajas, un violeta raspando lo poco de azul que queda en un atardecer contaminado de la província de Buenos Aires, un leve temblor en el pecho, ahogarme en esa poesía costumbrista que no lo era, porque era mi único presente. Ese cielo, enfermo y hermoso, me recordó el olor de los pinos, del mar de Necochea, y también llegó un recuerdo que no supe reconocer como propio, ya que no pertenecía a ninguna experiencia vivida, no llegaba a ser una sensación adquirida, sólo el retazo de una presencia, que me partió en pedazos y me devolvió por un mínimo espacio de tiempo, la posibilidad de ver mas allá de esa doble rutina.
Perseguí, me fui lejos, se fue todo al carajo tantas veces, hubo y hay gente, (eso casi alcanza che), pero no alcanza, porque empecé a preguntarme dónde carajo estabas, ¿existirías?, al final terminé creyéndote una idea, y me limité al volumen, a reencontrarme con las cuerdas, a derrapar más de una vez en un recreo postmoderno que deja tantos momentos de euforia como neuronas atrofiadas, mucha risa.
Ahora, tantos años después, me reencuentro con aquella misma sensación, solo que ahora, sé que es tu boca entreabierta, el brillo jade viéndome ahí adentro, donde yo no alcanzo, tus manos en mi cara. Por alguna razón se nos plantó una distancia enorme, primero un obstáculo, luego una simple página que pronto se termina con un punto aparte, ahí está ese cielo de Matanza o Humahuaca, ese mar de Necochea o Guajaca, acá estás vos cuando escucho tu música y te hago música, porque nos despertamos en otros continentes y sentimos el mismo deseo de perdernos juntos, morocha, y para eso, solo es necesario un punto aparte.