DE LA NUEVA SERIE DE RELATOS "EL HOMBRE DE LAS GAFAS DE SOL"
El hombre de las gafas de sol se sentó en el banco donde aquella chica lo había citado. Su forma de caminar es lenta, pero llegó, como siempre, antes que ella...
Hacía calor, pero no se quitó su inseparable traje de color gris. La gente pasaba por delante suyo sin advertir su presencia. Las personas caminaban muy deprisa, como si tuvieran algo realmente importante que hacer. Una de ellas le echó encima el interior helado de un cucurucho relamido...
Ella llegó con dos horas de retraso. Le contó lo maravilloso que era, lo bien que la hacía sentir, la magia de su relación. También le contó que siempre sería su mejor amigo, y que lo NECESITABA. El hombre de las gafas de sol seguía mirando al frente, sin detectar las interferencias humanas en su ya gastada visión.Ella le dijo que había hecho una doble lista con los beneficios e inconvenientes que tendría si decidía condecorarle con el privilegio de poder ser compañeros de cama. Le dijo que, por un sólo factor, ganó el equilibrio el hecho de ser sólo amigos. Que si hubiese tenido en su poder las zapatillas que estaban de moda, le hubiese querido siempre. Que por fin había aclarado sus ideas, que las matemáticas nunca fallaban. Guardó la calculadora bajo su falda, y empezó a contarle cómo le había ido con sus últimos ligues.
El hombre de las gafas de sol dejó que ella le diera un beso de despedida que no pudo sentir, y convinieron que se verían dos días a la semana, a no ser que ella necesitara cambiar ese número. Todos los lunes le llamaría para PEDIRLE lo que ella NECESITABA.
Él siguió su paso lento y arrastrado hasta que su mejor amigo vino corriendo hacia él para clavarle un cuchillo por la espalda. No le sorprendió ni intentó apartarse, la vida le había enseñado que cuanto más rápido se lo clavaran, menos compleja sería la forma de conseguirlo y, por lo tanto, había aprendido a valorar todo aquel dolor que este proceder le ahorraba.
El hombre de las gafas de sol se detuvo un momento en su camino, pues notó un líquido viscoso recorriendo su espalda. Se llevó la mano derecha hacia su trasero, donde caían las ultimas gotas de sangre cual lágrimas. Luego vió sus yemas teñidas de color sangre y prosiguió caminando. Lo único que deseaba era llegar pronto a casa...
Una vez estuvo delante del espejo de su habitación, arrancó el cuchillo que llevaba incrustado a la espalda y decidió clavárselo él mismo en el corazón, para ver si aún sentía algo. No pudo. Un trozo de metal brillaba en esa zona tan cálida, y tuvo que clavárselo un poco más arriba. Sólo salió un poco de sangre.
El hombre de las gafas de sol se acostó con el cuchillo clavado. Se sacó las gafas,desconectó la radio-despertador y cerró la luz de su dormitorio. Esa noche pudo dormir profundamente, e incluso disfrutó de tres bonitos sueños que no se cumplirán jamás.