WOODSTOCK, UN FESTIVAL QUE SOLO HIZO HISTORIA EN LA MUSICA.
Impresiona un poco saber que ya hace casi 40 años que se celebró este Histórico Festival, un evento tan famoso como importante en la Historia de la música que también ha sido interpretado como muy importante en la Historia en general, aunque eso sea una falacia: no se pueden valorar efectos reales en el plano social: sólo ilusiones.
La música que domina es la comercial (si es que a eso podemos llamarle música), sin prestar atención a los instrumentos, devaluando la creatividad, menospreciando los acordes, las letras, actitud y, por supuesto, sin dejarnos conocer a los buenos músicos (que alguno quedará).
De hecho, cuando se cumplieron 25 y 30 años del Festival, se intentó montar uno igual. La fórmula no cuajó, sobre todo en la edición del 94.
Un Woodstock, hoy en día, ya no tiene sentido. Como tampoco tiene mucho sentido que hablemos de lo que fue, significó y sucedió a nivel social, porque la Historia ha devuelto al hombre a su eterno retorno, que diría Nietzsche, o a su punto de partida crónico.
Quizás sería más relevante detenerse en el por qué...
El Festival de Woodstock se hizo para poder soportar el mundo, o para olvidarse de él. La Historia nos dice que fue para intentar cambiarlo, pues algunos miles de ingenuos también pensaron que podrían cambiar el mundo, introducir "nuevos valores", y ser un poquito más libres. Fracasaron en el intento, porque nuestra sociedad y nuestra propia naturaleza humana, siempre estúpida hasta las trancas, nos alejan de la libertad...
Ambos conceptos están muy bien unidos: las debilidades de los seres humanos han sido siempre muy bien detectadas por los emperadores y gobernadores de todas las épocas, que han aprovechado para ir "liando" y despersonalizando a todo el mundo. Pero esto no hubiera podido cuajar nunca si el propio individuo no fuera tan imbécil de hacer caso y dejarse dominar, apuntándose siempre a las normas y los marcos que, desde niño, le han embutido a la fuerza para que tenga claro que de ahí saldrá la fórmula de la felicidad.
Aquellos hippies que creyeron en el amor libre se han convertido, salvo bizarras y alabables excepciones, en unos yuppies de cuidado que no han dejado ser libres ni a sus propios hijos, ni a su correspondiente amado/a. Han picado en todo, han caído en todas las trampas del sistema, y se han mentido y auto-engañado a ellos mismos para convencerse de que ya era hora de olvidarse de según qué tonterías y "sentar la cabeza", como mandan los cánones. Quedan 4.
La guerra de Vietnam y la lucha que hubo contra ella... Hoy las guerras que pueda haber en el mundo quedan diluídas entre tantas notícias que acumulan muertes y más muertes sin que nadie ya se inmute. El hambre sigue acechando en África, e incluso a la vuelta de nuestra condescendiente esquina, pero no tan sólo no nos importa, sino que hemos llegado al puto punto de que algunos la fomentan para tener mucho más para ellos mismos. La televisión "normal", la gratuita -y por lo tanto tóxica-, aquella que seduce a las masas como falutista de Hamelin, pasa imágenes de gente que está sufriendo o muere sin ningún tipo de rubor, pues da más audiencia. Y eso es lo que cuenta.
¿Por qué tantos espectadores, por qué detenerse y regocijarse en el morbo y el dolor ajeno a todas horas? Las vidas de la mayoría de la gente son tan patéticas, que necesitan ver que hay otros que lo pasan peor... y sobre todo que les "entretengan" con imágenes de impacto. Se emocionan 10 segundos como mucho, y luego siguen buscando morbo y vísceras en otros canales, y ya sabéis que no hablamos sólo de canales televisivos. Hoy la basura lo inunda todo, también las supuestas redes sociales, que no han hecho más que incidir en todos los problemas y agravarlos aún más, si es que eso era posible.
Para rematar el despropósito humano, nos hemos fijado en algo que, por ser polémico de decir, y quizás atrevido, no deja de ser verdad: el hambre y la guerra en otros países que no sean el tuyo son, para muchas personas, un consuelo o incluso un motivo de burla o sensación de superioridad, y por más que este sea un argumento difícil de aceptar en el mundo de lo politicamente correcto, es facilmente comprobable. Sólo hay que pensarlo un poco cuando veas el comportamiento u oigas sus opiniones acerca de estos temas: sólo hay que escuchar a alguno de los múltiples seres humanos deleznables de nuestra sociedad. No se puede caer más bajo.
En la música, las cosas andan muy mal también: ya no quedan referentes novedosos ni importantes en la música rock, folk o del estilo que sea. Nadie emerge ya como artista revolucionario, parece que todo está inventado. Y, de hacerse un nuevo Woodstock, pasaría algo mucho peor de lo que pasó en la edición de 1994: imitar todo aquello que sucedió en Woodstock con los 'artistas' de hoy en día, conformaría un evento nada radical ni reivindicativo, por más que algunos piensen que ir desnudos en mitad de un concierto o echar un polvo en plena pista de baile sea lo más de lo más. Los que llevan piercings y otros artilugios de decoración son la mayoría, y hoy lo excepcional parece no haberse marcado la piel con elementos punzantes. La gala podría acercarse a una de esas de TVE que en su día titularon 'Murcia, qué bonita eres'
No sólo no hay artistas, sino que no hay pasta, no hay patrocinadores... Y, sobre todo, no hay ganas de reeditar una fiesta afrodisíaca y alucinógena. Como hemos apuntando anteriormente, la búsqueda del placer es el pan nuestro de cada día, y la desconexión se sirve en los aviones que trasladan al rebaño de un lugar a otro para que pierdan los pocos días que tienen libres para conocerse a sí mismos y compartirlo con sus seres queridos, que es lo único que importa en la vida.
Hoy el mundo no sólo no se quiere cambiar ni se soporta, sino que incluso se acata y disfruta tal cual nos mandan: como si se nos diera la orden de ser como quieren que seamos, y de hacer con cada uno de nosotros lo que le venga en gana. La línea está marcada, hay que ser de una determinada manera y hacer lo nos dicen que hay que hacer. Y es hoy también cuando crecen los adeptos. Sigue esta moda, pertenece a un grupo, trabaja como un perro, luego vete al paro, cómprate un piso y págalo con sangre. Y el humano se muestra más que dispuesto, e incluso lo cuelga en su red social de turno, dejando en evidencia al pez que más fácil picaba el anzuelo.
Los deseos de paz y amor ya no se los cree nadie, ni tan siquiera el Papa, que bastante tiene con tanta pederastia en sus filas. La utopía no vende y la música en torno a la hoguera vive en el país del olvido. Sólo hay que ir a un Festival como el de Benicássim para acabar asqueado de tanto tarugo suelto, tanta superficialidad, tantas apariencias, tanto sexo fácil, tantos piercings, tatoos y tantos códigos asumidos y repetidos hasta la saciedad por una raza, la humana, que sigue su declive tan feliz, inconsciente y auto-complaciente como siempre.
Pero que nadie lo olvide: la autocomplacencia, la inconscencia y la supuesta felicidad, se pagan. Y lo peor está aún por llegar.
Woodstock, descansa en paz. Y ni se te ocurra intentar volver.