Una crónica de Enrique Menendez para Culturaencadena.com
Foto: Andrea Membrado
El pasado sábado 30 de noviembre del 2019, Amaral aterrizaba en el Sant Jordi Club dispuesto a convertirlo en una nave/máquina del tiempo. Eva ya avisaba, esto va a ser una ida y venida constante a su discografía. Presentan su nuevo trabajo, “Salto al Color”, pero saben perfectamente que su carrera está llena de grandes éxitos. Ese tipo de temas por los que uno paga una entrada, por escuchar esa canción que le lleva a otros tiempos/recuerdos. Pero que ojo, el presente es cojonudo y así se demostró. Aún así la nostalgia es poderosa.
No es de extrañar por dicho motivo, que la media de edad en esa noche de sábado fuera gente rozando/moviéndose en los 30 y 40. Gente que después de empezar a carburar con esa “Señales” que daba pie al concierto, ya quitaba el freno de mano con dos cartas ganadoras como son “El universo sobre mí” y “Marta, Sebas, Guille y los demás”. Una vez ya tenían el público en el bolsillo lo demás iba a ir sobre ruedas. Apoyados en una escenografía en la que una pantalla gigante detrás homenajeaba la portada de “Salto al Color”. Pantalla que simulando vitriales, ofrecía juegos de colores y en ocasiones proyecciones de vídeos como el de una bailarina acompañando el tema “Soledad”.
Esas luces, colores iban acompañadas del vestuario de Eva, digno de cualquier heroína de una película de ciencia ficción, que no paraba de bailar, gesticular y moverse. Brillante, como lo fue su voz durante todo el concierto. Enérgica como sonaba la guitarra de Juan durante las más de dos horas de idas y vueltas. Dos horas en las que todo el mundo se emocionó por igual con la versión casi desnuda que ofrecieron de “Moriría por vos” como con la descarga de adrenalina de “Revolución”.
Hubo tiempo para las concesiones, en forma de homenaje a Cecilia y su “Nada de nada”, en forma de capricho como usar “Never Ending Story” como cierre de un tema.
Como todo buen concierto hubo el típico amago de último tema, en esta ocasión usaron para ello “Entre la multitud” para volver en plan futurista, todos con cascos, como si estuviéramos en un videoclip de “Daft Punk”. Pero tras esa pequeña concesión, volvimos a disfrutar de su música. Llegamos tras una lista de agradecimientos tremenda a ese “Sin ti no soy nada” que algunos/as ya temían que no caería. Y a una versión de “Salir corriendo” mucho más enérgica que la que todos descubrimos en ese ya lejano “Estrella de Mar”. Y Amaral en un alarde de personalidad se la jugó cerrando la noche con un “Peces de Colores” de su último trabajo. Donde otros habrían guardado su mejor clásico para el fin de fiesta, Amaral se mantiene fiel a su nave/máquina espacial y finaliza el viaje sin miedo a un presente musical. Sin querer hacerlo de menos ante un pasado brillante. Y el que estas líneas escribe, tiene claro que Amaral durará lo que Amaral quiera durar. Porque esto no fue “un concierto donde tocar grandes éxitos”, fue un concierto de “grandes temas”. Y eso, dudo que nadie de los que pisaron el Sant Jordi Club pueda discutírmelo.