Una crónica de Enrique Menéndez para Culturaencadena.com y sus lectores.
Siempre se agradece que un grupo ya consolidado en el panorama musical visite tu ciudad. Siempre se agradece que durante más de dos horas uno/a se sienta como un niño con zapatos nuevos. Siempre se agradece ver que al público se le respeta, se le mima, no son sólo los que han pagado una entrada. Así que muchas gracias por una noche de 25 de noviembre que podría titularse “Fue un gran concierto “
El concierto de “La habitación roja” se esperaba con ganas. La cola que había en la entrada de la “Sala Zero” era superior a lo habitual. Formada por un público que podía moverse en una franja de 25 a 50 ya que estamos hablando de un grupo con más de 20 años de trayectoria, la noche prometía.
Y así fué como con un ligero retraso la banda de Jorge Martí abría el fuego con “Ahora todo es posible”. Con una sobria puesta en escena empezaban dos horas y pico de tablas, muchas tablas. Porque como la perfecta maquinaria musical que son todos estuvieron al nivel que se le puede pedir a un grupo con tanta trayectoria. Jorge poco a poco moviéndonos el alma y el cuerpo para que no paráramos quietos, mientras grandes éxitos como “La segunda oportunidad”, “Posidonia” y compañía iban visitando nuestros ojos y nuestros oídos.
Las guitarras mandaban y bastaba con mirar a la cara de Jorge Martí para darse cuenta de que lo estaba disfrutando casi tanto como el público. Jose Marco no daba mucho respiro a la batería y Marc Greenwood en el bajo parecía concentrado en la misión de ofrecer la mejor versión de sí mismo (y lo conseguía). Los otros dos miembros del equipo, Jordi Sapena y Pau Roca, se contagiaban del ambiente y disfrutaban ante una Sala Zero que nunca se enfría.
Pero como enfriarse ante la batería de temas que La Habitación Roja disparaba sin respiro. Una buena prueba de ese no dejar respirar se puede ver en el hecho de que Jorge Martí no se entretenía con mensajes ni historias entre tema y tema. Algún que otro comentario y a seguir haciendo lo que hacen tan bien. Jorge sonríe con facilidad, son muchos conciertos a sus espaldas pero esta parece ser una gran noche. Cierra los ojos, se acerca al borde del escenario y consigue que se nos ponga la piel de gallina con un tema tan desgarrador como “Indestructibles” y se convierta en un himno que todo el mundo corea.
Dos temas después llega la típica pausa en la cual como público lo único que deseas es que el parón no afecte a todo lo que se está viviendo. Pero “La habitación roja” parece que haya congelado el tiempo y “24 marzo” reinicia la fiesta. Una fiesta que parece no poder superarse mientras suena “El eje del mal”. Pero no fue así. Porque aún faltaba ese momento que marca la diferencia entre público entregado y público que se moriría allí mismo si se lo pidieran. Y eso pasa cuando empieza a sonar “Ayer” y Jorge Martí se sube primero a una barra y luego a otra barra desde las que nos canta y seguro que vuelve a sonreír ante tanto creyente .
Y nosotros tras la resaca musical nos despertamos al día siguiente y también sonreímos porque “fue un gran concierto”.