Una crónica de Enrique Menéndez para CEC Música
Foto: Toni Carbó.
El Festival Internacional de Música de Cambrils cerraba sus puertas el pasado domingo 12 de agosto. Y lo hacía con los conciertos de Sigmund Wilder y Bunbury. Evidentemente Bunbury era el plato fuerte, el reclamo que conseguía llenar el Parc del Pinaret. Pero de eso ya hablamos en otra crónica.
Ahora toca hablar de Sigmund Wilder. De la banda de David Martínez. En el 2017 se dieron a conocer al gran público con “The Art of self boycott” (uno de los mejores discos debut que servidor ha tenido la suerte de descubrir). Unos meses después un pequeño aperitivo con el sugerente nombre de “The Day David Bowie Died” servía para que el fan no sufriera. Que supiera que la idea del grupo es seguir estando en continuo movimiento. Y es así como en ese continuo movimiento y tras un concierto en el Festival Jardins de Pedralbes se dejaban caer por Cambrils.
Con la fuerte intención de satisfacer a sus fieles y de captar nuevos. Y así se pudo comprobar durante la hora de concierto que arrancó con “The Day of David Bowie Died”. Atrevido empezar con tu segundo mayor éxito, porque si el nivel no se mantiene corres el nivel de ser como la botella de champán que explosiona y pierde potencia con rapidez. Pero nada de eso sucedió en el escenario. La banda fue desgranando los temas de su disco debut y el aperitivo anteriormente comentado. Y que el concierto tuviera la cercanía del público y una iluminación perfecta ayudo a apreciar ciertos detalles. Apreciar que David Palau se gusta cuando se toca de sacarle el máximo partido a la guitarra y que Ivan Fusté es puro carisma. Esa clase de músico que pondrías al lado de la definición de “actitud en el escenario”. El resto de componentes del grupo transmitieron perfectamente lo que es “estoy disfrutando con lo que hago”. Eso unido a su calidad instrumental, sin olvidarnos de esa voz femenina que da un plus importante a los temas, hace que la banda vaya rodada, funcione sola.
Y luego está David Martínez. Un señor (palabra que suelo usar a quien me inspira respeto por la pasión que le pone en lo que hace) al que se le nota que ha mamado música de calidad toda la vida. Y que se hace dueño de las poses de un Bowie, de dar la impresión de dominar el escenario. Sin querer abusar de ello, sabiendo cuando dejar que la luz no recaiga en él. Y que junto con sus 5 acompañantes en esta aventura que es Sigmund Wilder ofrecieron un concierto limpio, trabajado, hecho con cariño y profesionalidad. Tuve suerte de asistir a las pruebas de sonido y comprobar como no querían dejar nada al azar. Que las estrellas del rock and roll son caprichosas y divas pero ya habrá tiempo para eso. Ahora hay tiempo para crecer musicalmente, para disfrutar ocasiones como la del pasado domingo. Ocasiones para que un ritmo enérgico no decaiga, unas guitarras lleven la batuta de todo, los temas vayan aterrizando sin que consigas en ningún momento pensar que el nivel baja. Y donde se permitieron el lujo de cerrar una hora de concierto con el tema que hizo que servidor pensará “joder esto es un himno”. Ese “Only If We Try” que se ajusta pensándolo bien a lo que consiguieron el domingo. Que las cosas funcionan sólo si se intentan. Y que los fieles de Bunbury que “pasaban por allí” se pararan, olvidarán eso de primeras filas para el antiguo Héroes del Silencio y se quedarán descubriendo a un grupo que si hay justicia musical el tiempo pondrá en su lugar.
¿A qué me refiero con justicia musical? Pues a esto: “Aquel cantante/grupo que llega lejos gracias a su trabajo, no a una publicidad brutal.” Y nadie se merece más que Sigmund Wilder ese tipo de justicia. En Cambrils demostraron con su directo, que tienen un futuro en nuestros oídos más que merecido.
