El macho dominante que quiere mantener o ampliar su poder sobre ti (y potencial maltratador psicológico o físico) se disfraza diaria y progresivamente con sus mejores galas. Te llegas a creer que es digno de tu admiración, y la persona más buena que existe en la faz de la tierra. Te sientes privilegiada de tener en tu vida a un hombre tan honesto, leal, íntegro y decente, y a la vez te enorgulleces de que esa persona te quiera tanto...
Un día cualquiera te despiertas y de repente tu vida se desmorona sin ser consciente de lo que está sucediendo -y que ya ha sucedido durante años a tu alrededor-.
La persona a la que quieres, con la que has compartido gran parte de tu vida, a la que se lo has entregado todo y la que crees que te ama, se convierte de la noche a la mañana en un monstruo irreconocible e inesperado para ti...
Es una vez iniciado el proceso de separación (o el intento), que sacó su lado más cruel y narcisista.
Me costó mucho darme cuenta de que yo había compartido mi vida con un auténtico manipulador perverso.
En el momento que fui consciente de que verdaderamente me escapaba de su lado, sucedió lo peor.
Se desató con furor y rabia. Entró en una fase extremadamente violenta y cargada de odio hacia mi.
En ese instante abundaron los golpes bajos, las ofensas, las palabras que me denigraban como persona y las constantes humillaciones.
Yo estaba totalmente expuesta a sus agresiones y él disfrutaba con mi sufrimiento y cada vez me atacaba más.
En la actualidad aún me cuesta comprender que esta persona nunca me quiso y que este odio ya estaba presente en la fase en la que me tenía dominada por completo. Tardé mucho tiempo en interpretar que todo lo que ha mostrado y sigue mostrando ahora con absoluta claridad, era lo que existía previamente de forma subterránea.
Es muy complejo asimilar que yo era para él un simple objeto y que nunca me quiso.
Todavía me sigue sorprendiendo a veces su excelente talante para disimularlo.
Desde la distancia puedo interpretar que ocultaba su falta de amor tras una máscara de deseo.
Socialmente, él había llegado muy alto.
Me escandaliza pensar que yo le servía muchas veces de tapadera ante su falta de valores y escrúpulos, y me he recriminado miles de veces cómo no podía ser yo consciente de todo lo que estaba aconteciendo a mi alrededor.
Ahora, desde la frialdad, comprendo que lo que sucedía era porque envidiaba la vida y los éxitos ajenos y que arrojaba sobre mi constantemente la culpa de todos sus conflictos y frustraciones.
Cuando su situación de preponderancia y autoridad se veía cuestionada, utilizaba contra mi maniobras de chantaje emocional, acoso moral, crueldad, brusquedad y agresión verbal.
Me tenía a su merced. Me había debilitado durante años mentalmente y yo no me daba cuenta del lavado de cerebro al que estaba sometida, ni de que me hallaba atrapada en una tela de araña.
Estaba anestesiada y atada psicológicamente. Me impuso un lento, ingenioso y progresivo sometimiento.
Se apoderó completamente de mi esencia.
Me olvidé de lo que realmente yo quería y de lo que me hacía verdaderamente feliz.
Durante años no fui consciente de mi realidad. Yo sentía que era feliz a su lado y que sus extrañas reacciones eran fruto de una normalidad.
Mi mente estaba tan acostumbrada a normalizar todas sus acciones que hasta le justifiqué delante de familiares, vecinos, amigos y compañeros el día que me agredió físicamente, quitándole importancia a la agresión y atribuyéndome a mi la culpa de lo sucedido.
En el momento en que fuí capaz de expresar lo que verdaderamente sentía, sacó su verdadero YO y empezó a demostrar una necesidad de hundirme sometiéndome a una destrucción psicológica que aún hoy perdura.
Durante años tuvo su violencia perversa bajo una máscara de dulzura, benevolencia y ternura. Fue ejerciendo su maltrato sutilmente de una forma subterránea.
Me parecía mentira que aquella violencia verbal, gritos, maldiciones, descalificaciones, amenazas y vejaciones a ese nivel tan degenerado, vinieran de quien tanto me quería.
Me daba miedo verle esos ojos llenos de odio e ira hacia mi y ese violento gesto facial mientras voceaba los insultos más mezquinos y las acusaciones más miserables que desgraciadamente me llegué a creer.
De repente se abalanzó contra mi y descargó esa rabia contenida.
Con el alma rota, muerta de pena, de culpa y de miedo, sin entender nada de lo que estaba pasando, solo ansiaba desaparecer y que me tragase la tierra.
Tras empequeñecerme y hacerme sentir como una auténtica mierda, vino llorando, pidiendo perdón, diciendo que no podía vivir sin mí y prometiendo que a partir de ese momento todo iba a ser distinto.
Yo solo deseaba salir de aquella espiral de autodestrucción adonde me había llevado su amor infinito.
Lo intentó conmigo y al tener una respuesta negativa por mi parte, pretendió manipular a mi familia para que le perdonara y me convencieran de lo buena persona que era y lo mucho que me amaba.
Ante la negativa de mi familia y mi resistencia se desenmascaró íntegramente.
Me desestabilizó por completo psíquica y emocionalmente y consiguió con sus habilidades y estrategias que durante mucho tiempo yo me culpabilizara de todos sus actos y reacciones.
Me criticaba injustamente para que me justificara y yo, inmersa en la duda y en la culpabilidad, no conseguía reaccionar.
Me martirizó poniendo en mi contra a familiares, "amigos", compañeros y conocidos haciendo alusiones desagradables de mi, atacando y criticando a mis seres queridos, poniendo en tela de juicio ante los demás mis capacidades de juicio y decisión.
Puso en mi boca frases y palabras inventadas, hirientes hacia los demás, consiguiendo poner a mucha gente en mi contra.
Mediante mentiras, calumnias e invenciones embaucó a sus aliados y los enfrentó a mi.
Su personalidad carismática, seductora y a la vez engañosa, no hizo sospechar de su condición de maltratador cara al exterior. Todo lo contrario, él tenía una fachada social perfectamente establecida y, lo que ya era el colmo, avalada la mayoría de veces por mi.
Yo muchas veces alimentaba su apariencia de buena persona excusando y disculpando sus actuaciones.
Socialmente, infinitas veces quedaba yo como la mala de la película para proteger su imagen, sin darme cuenta del daño que me estaba haciendo a mi misma.
Esta debilidad mía la utilizó hasta la saciedad y finalmente se volvió en mi contra.
Él presentaba una imagen "perfecta", no solía levantar la voz ni siquiera en los episodios más violentos y me desconcertaba acusándome de que la agresión iba contra él y no al contrario.
Exteriormente daba la imagen de un hombre que me amaba con locura.
Me sentí también víctima de la sociedad, ya que buena parte de mi entorno no comprendió mi situación.
Incluso llegaron a acusarme por no haber salido antes del maltrato.
Socialmente me sentí incomprendida y desamparada ya que, según la opinión de un conjunto de la sociedad, yo no entraba en el "estándar de mujer maltratada"
Intentó desquiciarme y me hizo dudar de mis propios pensamientos y afectos.
Incluso llegué a perder la noción de mi propia identidad.
Me responsabilizaba de todos sus males.
Me hizo creer que estaba completamente trastornada y loca.
No podía pensar, no comprendía nada. Me tenía totalmente anulada y paralizada.
Por este motivo, y porque me tenía bajo amenazas, me costó tanto denunciar.
No era capaz de darme cuenta de nada. Seguía pensando que él era incapaz de hacerme todas esas cosas y me culpaba una y otra vez a mi misma por aquella situación tan espantosa.
Se enfrentaban en mi interior el conflicto de los sentimientos, los pensamientos y sus actuaciones.
Se mezclaba mi estado anímico debilitado, el desconocimiento sobre lo que podía ocurrir, la vergüenza en mi entorno y el pánico a su reacción al conocer que le había denunciado.
Sentía un verdadero empobrecimiento, una disminución de mi vitalidad, una invalidación de mis facultades.
Sentía que todo lo que estaba viviendo era una injusticia pero la confusión era tan grande que era incapaz de reaccionar.
Me exprimió la autoestima.
En un primer momento, a la hora de afrontar el infierno que estaba viviendo, me sentí sola.
Me sentía cada vez más pequeña e insignificante.
Me costó mucho reconocer que aquella persona, la misma persona con la que había compartido mis días y le había entregado mis sentimientos, presentaba un trastorno de personalidad y que debía protegerme denunciando ya que resultaba ser un individuo peligroso.
Me tenía totalmente atemorizada y amenazada frente a una posible denuncia.
Pero ante una posible agresión más peligrosa saqué fuerzas de no se donde y finalmente le denuncié ante la perplejidad de muchos incrédulos y ante el arrastre de un sentimiento de culpa durante meses.
Me torturó mentalmente haciendo creer a todo el mundo y pretendiendo hacerme creer a mi misma que le había puesto una denuncia falsa y que lo pagaría caro.
Me decía que yo no podía demostrar nada, que los jueces estaban hartos de perturbadas como yo y que el castigo y la condena caerían sobre mi.
La verdad es que el proceso judicial es otra lucha muy lenta y agotadora y que todo se tiene que demostrar ante un juez pero al final todo cae por su propio peso y la verdad sale a la luz.
Agradezco de corazón todo el apoyo que me ofrecieron y me brindan mis seres queridos porque ese apoyo es fundamental para seguir adelante y seguir luchando.
Muchas mujeres creen que eso de la violencia de género sucede lejos de ellas, pero tenemos que concienciarnos que le puede suceder a cualquiera.
El maltrato está presente tanto en los suburbios más oscuros como en las más elevadas esferas de la sociedad.
No es necesario que esté presente el consumo de drogas o alcohol. Maltratadores los hay en todos los niveles, también en los educativos (padres, profesores) y sociales.
Lo importante es que se detecte y reconozca el maltrato psicológico.
Los maltratadores psicológicos y los que emplean la violencia física son lo mismo, simplemente que los primeros son tan expertos que no necesitan pegar. El arma con la que éstos hieren y matan es la palabra.
El maltratador psicológico se aprovecha de la admiración que la mujer siente por él y de la imagen bondadosa y amorosa que ella le devuelve, y que él necesita para su narcisismo.
Se enfada por todo: cuando le dices que su comportamiento te daña, te machaca respondiéndote que él es muy sensible y que lo que hace es absolutamente normal.
Te recrimina todo lo que a él no le gusta, y te hace creer que eres tú la que estás trastornada, que estás desequilibrada y totalmente LOCA (su palabra favorita).
Jamás se responsabiliza de ningún fracaso: la culpa siempre la tienen los otros, y en los peores casos, la otra persona, la dominada: "nunca haces nada por mí", "no me das lo que necesito"...
Es imprescindible que se valore el maltrato psicológico: no se cuantifica porque supuestamente no deja marca, no sangra y no sale en las noticias.
Este maltrato mata por dentro, destruye y aniquila lentamente el ser y el alma, dejando secuelas muy graves para toda la vida. En la actualidad, 8 de cada 10 víctimas de violencia de género presenta estados depresivos con pensamientos suicidas.
La desvalorización a la que ha estado sometida una víctima de un maltrato, acarrea un eterno estado de sumisión en la mujer y un progresivo deterioro de su salud mental.
Debemos darle la importancia que se merece tanto socialmente como judicialmente, y educar y sensibilizar a la humanidad prestando más atención a la educación emocional.
En cuanto al sistema judicial, se deberían agilizar los procesos judiciales. Deberían prestar asistencia letrada gratuita y eliminar los baremos económicos que limitan el acceso a infinitas víctimas de violencia de género.
Incidir en la formación y especialización de los jueces, abogados, peritos judiciales, agentes policiales y profesionales sanitarios.
El sistema legislativo debería endurecer y ampliar las condenas de los maltratadores, físicos y psicológicos por igual, y garantizar el cumplimiento íntegro de las mismas.
Ante el maltrato psicológico o físico, HUYE, GRITA Y DENÚNCIALO.
No permitas que el hundimiento emocional al que estás sometida, el miedo que padeces y la dependencia que sientes te sometan a una vida que no quieres, o mantengan en silencio.
El 016 es el número de atención a las víctimas de violencia de género.
El 25 de noviembre fué declarado día Internacional contra la Violencia hacia la mujer en el Ier Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe celebrado en Bogotá (Colombia) en julio de 1981.
En este encuentro las mujeres denunciaron la violencia de género a nivel doméstico y la violación y el acoso sexual a nivel de estados incluyendo la tortura y los abusos sufridos por prisioneras políticas.
Se eligió el 25 de noviembre para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y Maria Teresa), tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 en manos por la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana.
Sus cadáveres destrozados aparecieron en el fondo de un precipio. Para el movimiento popular y feminista de República Dominicana históricamente estas mujeres han simbolizado la lucha y la resistencia.