Martes, 06 Octubre 2015 10:09

Lo que Christian Grey nunca supo de sus 50 sombras

Escrito por  Publicado en Cuentos chinos
 
Resulta que hace bien poco iba yo en el AVE, camino de Barcelona, inmerso como siempre en mis reflexiones, muchas, porque con todo lo que uno ve y escucha en un viaje de tres horas, dan como para escribir al menos cinco libros enteros de sentencias al más puro estilo viajero de 'las Meditaciones de Marco Aurelio'...

Como iba contando, iba yo contento y feliz en mi asiento camino a Barcelona, con mi coco enfrascado de lleno en unos cuentecillos puramente retóricos sobre el porvenir de la Cataluña del futuro cuando, de repente, se sentó a mi lado una espléndida y bella mujer catalana -supuse, al oírla hablar por el móvil con un inmejorable acento catalán-.

Ocurrió que, tras ponerse a hablar durante un buen rato por su teléfono móvil, unido al 'pestuzo' a perfume de vainilla que destilaba, provocó que me despistara de mis cavilaciones y fijase mi atención en esos estímulos que, de alguna manera, habían osado distraerme, o sea, en los rasgos de dicha mujer. Rasgos a los que, en un primer y visual análisis, pude describir como alta, guapa y embutida en un vestido negro con encajes (o sea, "un pedazo de pibón de aquí te espero"...)
 
Tres características éstas -belleza, perfume exuberante y elocuente voz-, que subyugaron completamente mi atención, como así lo hubiera hecho del mismísimo Dalai Lama si hubiera estado en mi lugar...
 
Y de esta manera comenzó a trascurrir el tiempo y los kilómetros: inmersa mi mente entre dos abstracciones contrapuestas.
Una, la puramente empírica y sensualista del "pibón" con vestido de encaje, y la otra más especulativa y metafísica, del incierto destino de la 'nació catalana'.
 
Y así, de repente, sin previo aviso o síntoma alguno que me anunciara lo que comenzaba a ocurrirle a mi consciencia, comencé a entrar en un profundo e hipnótico trance, en el que noté como ésta salía de mi y se introducía dentro de la mujer (digo mi conciencia, no otra cosa mal pensados seres básicos...). Y no me refiero a dicha mujer en concreto, sino a la totalidad de ese género majestuoso y desconocido para el hombre que es... ¡la mujer!. 

Una vez estuve dentro de ella, lo primero que vislumbré fue su auténtica naturaleza: una naturaleza, por cierto, sobre la que recae un tremendo equívoco, que es el hecho de que se la defina como hembra pura, lo cual no es cierto. La mujer es mayoritariamente un animal macho disfrazado de hembra, al igual que el hombre es un animal hembra disfrazado de macho: ya sabemos que quien 'lleva los pantalones en casa' es generalmente la mujer.

Y no solo en casa, sino también en el acto determinativamente biológico por excelencia, que es el acto sexual. Sí, también en el acto sexual es la mujer -por lo común- el elemento macho, y el hombre el elemento hembra: no hay más que tener un poco de experiencia en dichos quehaceres para reconocer que la mujer juega un papel, que no es otro que el de intentar hacer creer al hombre que es él quien domina y controla la situación cuando esto, como todos sabemos, no es cierto.
 
El hombre no es más que un pequeño juguete sexual en manos de toda mujer, y por mucha viagra que se tome o por mucho que presuma de inmenso tamaño de miembro viril, no hará más que ser el hazmerreir al lado de un órgano sexual tan poderoso y complejo como es el órgano sexual de la mujer, con una sensibilidad infinitamente más compleja y desbordante que la del hombre, compuesto por multitud de zonas, entre ellas una especie de 'micro-pene' llamado clítoris, como así se ha descrito biomecanicamente a éste en muchas ocasiones, siendo un minúsculo pero infinitamente más poderoso pene que aquel ridículo glande del que hace gala u ostentaciòn el hombre -mejor dicho, algunos hombres...-

Esta realidad, obviamente contrastada, nos lleva a otra: que es la mujer la que realmente empuja al hombre en las frotaciones sexuales y, por tanto, ella es el auténtico elemento macho, y no al revés como se ha creído hasta ahora.
Un ejemplo claro de esto lo encontramos en el análisis de las más clásicas de las posturas coitales que existen: la llamada "postura del misionero".
Una postura que es la mujer quien mejor lo realiza, y con más aguante, y que si se ha creído lo contrario ha sido por pura comodidad de la mujer de encasquetar el papel de eslomarse al macho, o incluso por el viejo y zafio pratiarcado machista de siempre, cuyo afán de autoproclamarse especie dominante no tiene limites.
 
Y es por esto que dicha postura, en justicia, debería llamarse "postura de la sacerdotisa" y no del misionero, como injustamente se la ha catalogado. Como nota aclaratoria, decir que dicha cuestión debe ser resuelta y analizada de forma empírica por cada cual, y es asì como verá uno que el hombre no es más que un vago e incompleto proyecto de hembra, mientras que la mujer es la personificación auténtica del poder femenino disfrazado de mujer.

No está de más añadir que, para la vida en general  el hombre no es más que una nenaza quejica, débil, bastante ridícula e hinchada de un ego que utiliza para suplir su carestía de ser algo así como un proyecto inacabado de mujer, mientras que la mujer es el ser más templado y seguro de la tierra, la madre tierra... 

Pero abandonando ya a ese pobre diablo insignificante que es el hombre, y volviendo a la mujer y a los tópicos equivocados que sobre ésta recaen, hay que señalar que el más falso, erróneo e irreal de todos es el de que la mujer es el ser romántico por excelencia... 

Nada más alejado de dicha creencia. La mujer es el ser antirromántico por excelencia, como bien apuntó el gran sabio catalán Josep Pla. No existe el menor atisbo de romanticismo en la mujer: ni una pizca. Por eso, la mujer es el elemento macho auténtico, mientras el hombre ese pobre diablo del que hablábamos, es el elemento hembra que equivocadamente cree toda su vida en las hadas madrinas con forma de mujer, mandando flores dirigidas a su amada, ese elemento etéreo que cree de manera ideológica y biológica en la mujer y en el amor eterno hacia su amada, en el amor hacia ese ser angelical que según este lo dejaría todo (aunque a menudo no lo cumpla  al sentirse confundido...) por seguir el amor de su Lancelot... 

¡Cuán ridícula estupidez más grande pensarlo! (algo que, por cierto, se da sobre todo en jóvenes e inexpertos).

Pero... como se puede ser tan im....bécil como lo es el hombre?¿De verdad se cree algún hombre que la mujer lo sacrificará incondicionalmente todo por este? ¡ Hay que ser imbécil... Solo lo sacrificará si realmente le merece la pena. Si no es así, sin duda se largará con y a donde le plazca...

Y hace bien, porque la mujer es mujer pero no gilipollas, y si a una mujer un hombre deja de hacerle "tilín" y encuentra un mejor plan o partido para su vida , ten por seguro que se pirará, pues no está obligada a aguantar toda su vida nada ni nadie que no le convenga a nivel práctico...

Y es que la mujer es por antonomasia el ser pragmático, y lo es por su propia naturaleza de madre y por su propia naturaleza práctica 100X100, que ama y desea lo bueno (como tiene que ser...), lo mejor, vivir mejor (una buena casa, mansión y yate si es posible),  amar mejor (un tío que sea guapo, simpático, inteligente, millonario, que la haga reir, cariñoso..., todo a la vez si es posible), comer mejor (buenas gambas, buen cochinillo asado, caviar si es posible, champán...), un poder mayor ( mandar y mandar), follar mejor (un tío guapo, alto y fuerte que aguante al menos dos horas dando estopa), en definitiva, sobrevivir como Dios manda...  .

¿Esto es pragmatismo? Falso, es lógica, pura y dura lógica. La mujer no idealiza en el hombre, busca lo que quiere: hijos, una familia, poder, dinero, divertirse, reírse, cariño, amor, estabilidad, que la entretengan, que la acaricien, buen sexo, viajes, buenas cena... en definitiva, vivir como una reina.
 
Mientras, el hombre... ¿Qué busca el hombre ? ¿Echar un polvo hasta que se cansa, una vez tras otra?
¿Hijos? No, no está en su ADN... El hombre es un ser abstracto que vive toda su vida en su propia empanada mental... 

Una empanada mental marcada por una pobre y patética biología suya que le marca lo que prioritariamente tiene que hacer durante toda su vida, o sea, copular y copular. Una biología, la del hombre, en la que desde pequeño idealiza eso que más desea y necesita, que es tener y acariciar a una mujer, o mejor dicho, tener y acariciar lo que ésta tiene...
 
Asimismo, la mujer puede idealizar -solo en parte- al hombre desde pequeña, aunque con una importante diferencia: por instinto, la mujer aprende pronto de su naturaleza y descarta y aplica este instinto de supervivencia más pronto que tarde, mientras que el hombre, por el contrario, no aprende jamás -salvo contadísimas excepciones- y vive y muere así: engañado. Idealizando ese romanticismo puro, como aquel gran Maharahá de la India que se pasó su vida construyendo para su amada aquel inmenso templo conocido como el Taj Mahal para que, una vez muerta, ésta   descansara en tan suntuoso lugar.... véte tú a saber lo que realmente pensaría su mujer....
 
Y es por todo lo expuesto que no se conoce ni existe el menor caso semejante al revés. Es decir, en el que alguna mujer haya erigido suntuoso templo alguno en honor de queridìsimo hombre alguno. Y no lo ha hecho, porque la mujer es práctica y si te mueres, te has muerto, sin bobadas ni demás tonterías.....

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Comentarios (2)
  • Anna
    Estoy, personalmente, en desacuerdo con una gran parte de este texto, aunque algunas reflexiones son interesantes. Pero eso del ejemplo del Taj Mahal me ha matado... Entiendo que el autor quiere decir con todo esto que las mujeres en la historia y en general no han hecho nunca un gran acto de amor por un hombre. Pues bien, me gustaría puntualizar una cosa... realizar una proeza, hacer el amor público, llenar habitaciones de flores, construir edificios, escaleras, ir a la guerra o el largo etc., no tiene por qué significar que los hombres aman más, mejor o de manera más fiel y más sacrificada que las mujeres. No necesitas hacer algo grande, para querer a lo grande, para querer de verdad y para estar preparada para cualquier sacrificio por el bien del otro. El problema de los humanos (hombres y mujeres, porque al final no somos tan diferentes como dicen) es que a veces no sabemos apreciar el amor cuando lo tenemos delante, el de verdad, el que se preocupa de la felicidad de todos tus días y no solo por demostrar y mostrar.
  • James
    De esto uno se da cuenta con el paso de los años... pero como bien dices, aunque nos demos cuenta, los hombres seguimos metidos en nuestra fantasía romántica estúpida, intentando conquistar una nueva presa, y no aprendemos jamás, ni vivos ni muertos.

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