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La vida es para tipos duros, un juego de hombres, en la que por muchas capuchas o paraguas que uno se ponga, la lluvia del dolor, enfermedad y sufrimiento de nuestros seres queridos acaba empapándonos, haciéndonos temblar de frío, una lluvia que con el tiempo acabará no sólo calando nuestro huesos sino pudriendo y deshaciéndolos, no hay tu tía, no hay más regla, es la ley de la vida...
Mientras tanto, el ser humano se afana en intentar hacer grandes cosas, y sin embargo quizás no tengamos más elección que continuar perpetuando esta maldición hasta que algún día el ser humano del futuro sea simplemente una máquina cuyos circuitos y características humanas puedan ser desconectados o reemplazados por otros de carácter funcional y técnico, que permitan reemplazar un ''serhumaquina'' por otro, cuando éste deje de funcionar ,y sin que esto cause el menor problema o sufrimiento para los otros.
La evolución del ser humano le llevará inexorablemente, en un futuro, a convertirse en ''humanoide'', liberándole completamente del viejo e incómodo problema del sufrimiento que siempre acompañó a su antecesor y poco evolucionado homo sapiens.....
Lo que sucede es que habiendo sido pensada la vida para tipos duros, te das cuenta de que por mucho que uno desee que llegue el día en que el sufrimiento y la tristeza sean sólo palabras, te das cuenta de que no hay negociación posible sobre eso. Es imponerse al dolor o sucumbir en el intento. Y ahí es cuando se demuestra de qué está hecho cada uno.
Antonio el Chaqueta, uno de los grandes del flamenco, tenía la teoría de que para ser un buen cantaor había que haber pasado hambre y no saber escribir. Por lo tanto, podemos decir que el dolor no es más que el aprendizaje forzoso que nos ofrece la vida. Tan necesario como a veces desagradable, pero una oportunidad siempre de mostrarnos nuestros propios límites como individuos.
Así pues, no debemos tenerle miedo ni verlo como una maldición que arrastramos. Más bien es una prueba de que lo que nos rodea nos importa, de que continuamos vivos y de que podemos seguir estándolo si abrazamos la mala ventura tal como lo hacemos con la dicha.
Pero, ¿y si empezásemos a aceptar que el dolor está ahí y que debemos darle tanta importancia como a las caricias, a la dulzura y, en definitiva, a todo lo bueno? Hacerlo positivo como la segunda cara de la moneda. Creo que sería un buen avance en cuanto a superación personal. En fin, a mí me sirve como ayuda para seguir creando. Pero claro, quizá no es más que una apreciación personal.