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Curiosamente, cuando me dirigía a hablar sobre la igualdad, me ha surgido en la mente una extraña contra-reflexión que me hace dudar completamente de ella, y que no puedo pasar por alto.
Y es que toda la historia de los derechos y logros sociales, que desembocó en el siglo xx en una sociedad capitalista, con reconocimientos, logros, derechos y avances sociales, en la que el trabajador dejó de ser poco más que un esclavo, formando por primera vez la sociedad más igualitaria de cuantas tuvimos en Europa, hace que me pregunte ¿para qué ha servido tanta igualdad?
Una igualdad que, en la práctica, y a tenor de lo que hemos visto, no ha servido más que para hacer una <<sociedad igualitariamente idiota>>, compuesta de trabajadores cuya maxima ilusión era irse a esquiar, comprarse un coche nuevo cada año o meterse en un chalet... Pero no es esto lo peor, sino esa ambición igualitariamente idiota de llegar a ser ricos o simplemente a lo más alto como máxima ambición, convirtiéndonos en babosos admiradores de los ricos futbolistas, triunfadores, afortunados o famosos, propiciando con ello una sociedad, cada vez con ricos más ricos, sin caer en la cuenta que cada rico, privilegiado o alto cargo, se enriquece y lucra simplemente a cuenta de crear desigualdad con los demás.
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¿Qué tenemos ahora? Reyes, príncipes, duques, directores, altos cargos, presidentes, asesores y demás altos cargos con sueldos altísimos o multimultimillonarios, unos cargos con unos sueldos a los que, en realidad, a casi todo el mundo le hubiera gustado tener, pero que en la práctica han supuesto una esquilmación total de las arcas de las empresas o del erario publico, dejándolas casi secas y peladas, para que sus restos sean repartidos como simple limosna entre la enorme 'pelouse' de los simples y llanos trabajadores.
No sólo eso, sino que también hemos perdido completamente los ideales morales y éticos de derecho natural, como son la igualdad entre los seres, vendiendo estos ideales por un puto forfait o un BMW.
¿Ahora qué tenemos, y qué nos toca? Tener no tenemos nada, pues todo se ha ido a la mierda, y nos toca construir otra vez algo, para lo que incluso no tenemos ni base o materia, pues la hemos perdido: las revoluciones son hijas del pensamiento, no del estómago lleno.
Y vamos más allá: ¿es posible crear una sociedad donde reine la igualdad? ¿Es posible aquello tan francés de la 'liberté, egalité, fraternité'? ¿Realmente queremos la igualdad, o todos queremos ser más, tener más y, cuando no se puede, como mínimo, aparentar más que el otro?
Llevamos tiempo diciendo que esta crisis nos ha desnudado totalmente, y que nos ha situado delante de nuestro patético espejo social y humano. Y algo que ha quedado totalmente en pelotas ha sido las consecuencias de la ambición del ser humano: como vemos, son devastadoras. Ahora todo el mundo protesta, porque las desigualdades entre unos seres humanos 'indignan' a otros, pero... ¿Alguien dijo algo en aquellos tiempos, hoy ya pretéritos, donde el pan de cada día era 'yo tengo un piso más caro que el tuyo, luego me lo venderé y haré negocio con él', 'yo he viajado más lejos que tú', 'yo tengo segunda y tercera residencia', 'tengo un coche más grande que el del vecino', y esa interminable retahíla del 'tengo, tengo, tengo'?
Somos co-responsables del problema que ahora mismo tenemos, y hasta que no lo tengamos claro, no sabremos que vamos a tener que ser co-responsables de la solución. Fuimos los primeros a pedir crédito y más crédito, pues así solucionábamos nuestra existencia y subíamos nuestra auto-estima como seres humanos, según parece, siempre por los suelos.
La vida no tiene sentido, y somos nosotros los que tenemos que darles un sentido. Es una pena que la mayoría lo encontrara en tener o aparentar más que el vecino, y contribuyeran en la irreversible desigualdad que nos azota.
Las mayorías son peligrosas, y si llevan por bandera la ambición, la fachada social y la apariencia, entonces la única igualdad que cabe esperar entre los seres humanos es la de la estupidez que nos asola. Soñar con cualquier otro tipo de igualdad es, a estas alturas, sólo eso y nada más que eso: soñar.