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Como hombre-perro que soy, decidí por derecho ir a ver celebrar el día de la Constitución: para ello me he acercado hasta el Congreso de los Diputados y, abriéndome paso a mordiscos y ladridos entre una multitud de políticos que comían y bebían de forma opípara, he conseguido llegar al estrado y ser escuchado atentamente por sus señorías...
En primer lugar, he criticado duramente la Democracia, con los mismos argumentos que en su día Socrates la criticó: por la irresponsabilidad del pueblo y la demagogia de sus políticos, en un país que no sabe distinguir a los buenos de los malos y donde los cargos no se eligen de acuerdo con los méritos reales. A propósito de esto, he contado a sus señorías el mito de Prometeo y los Humanos de Protágoras , en el que se cuenta que Zeus, apiadado de los hombres, a los que Prometeo ya había obsequiado con el fuego, base del progreso técnico, pero aún carentes de capacidad politica, envió al Dios Hermes, para que les repartiera a todos, los fundamentos básicos de la moralidad: '' aidós'' ( pudor, respeto y sentido moral ) y dikaiosyne ( sentido de la justicia ) y Zeus, le encargó muy claramente que a todos los humanos les dotara de tales sentimientos
<< A todos>>, dijo Zeus, y que todos participen, pues no existirían las ciudades sin que tan sólo unos pocos de ellos lo tuvieran; es más, dáles de mi parte una ley, ''que a quien no sea capaz de participar de la moralidad y de la justicia, lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad.. >>( Platon, protágoras 322d ).
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Seguidamente, he continuado con mi discurso, explicando que la sociabilidad humana descansa sobre estos dos pilares, y si los humanos carecieran de 'aidos y dikaiosne', la vida en sociedad sería demasiado salvaje... Igualmente, he señalado que la educación se basa igualmente en esos dos grandes sentimientos, el de decencia y el de justicia. Más tarde, he hecho saber a sus señorías, mi negativa a rendir homenaje a <<lo respetable >>, pues esto que sus señorías consideran como tal, no son más que vanas máscaras, insignias y prejuicios de una comunidad inauténtica y perturbada, que los demás aceptan por costumbre y comodidad más que por razonamiento o pensamiento.
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He reprobado también la moral tradicional, basada en la aprobación de que el triunfador recibe de la colectividad, una moral recompensada por el prestigio ante la comunidad, que ensalza y premia con <<buena fama>> al que ha destacado por su ''valer'', siendo el 'valer' un sinónimo de ganar, tratándose pues de una moral basada en la competencia continua, que no premia el ser bueno, sino el ser mejor que los demás.
Seguidamente he hecho referencia al dinero, y haciendo alusión a los políticos y otros poderosos que se apoderan de mucho, los he llamado << pobres en grande >> y, al rico, inadecuado <<borrego de doradas lanas>>. Por contra, he declarado que no he visto a nadie jamás corrompido por la pobreza, y sí a muchos por la maldad, ambición y competitividad. Para acabar con el tema del dinero, he leído a sus señorías el bello discurso de Sócrates, del Banquete de Jenofonte (IV,34-440frg.V A 84 G), que comienza así : <<No pienso que los hombres, amigos, tengan la riqueza o la pobreza en sus casas, sino en sus almas >> y continúa como sigue: << que son los hombres con su actitud mental, los que se esclavizan o se liberan ,viven para la dicha y la virtud ,o para la tiranía y la ruindad.. >>.
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Seguidamente, he invitado a sus señorías a acompañarme hasta el gimnasio del Hemiciclo, para allí contarles la historia de dos paradigmas de la ética y del gobernante ideal y, muy gustosamente, éstos me han acompañado, y señalando yo la estatua de Heracles, héroe y patrón del gimnasio, les he contado cómo este mito, venciendo al serpenteante dragón de los malos deseos consiguió las tres manzanas o virtudes de la sabiduría: no enfurecerse, no amar el placer y no amar las riquezas, enseñando así, este enorme campeón de la lucha, que la victoria es efímera, pues tras el triunfo le aguardan siempre a uno nuevos combates y lo que importa realmente no es la fortaleza física, sino la anímica.
A continuación, he contado el segundo paradigma del gobernante ideal, el del mítico Ciro, el Grande, magnífico rey para aquellos persas que aprendieron ante todo dos cosas: a disparar el arco certeros, y a decir siempre la verdad.
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De vuelta al Hemiciclo, he declarado que no he llegado a este estrado para dar bonitos discursos, ni a crearme buena fama, sino todo lo contrario: lo he hecho para provocar a sus señorías y burlarme de una sociedad aburguesada que sueña despierto con el lujo y el dinero y piensa que la pobreza del mundo es sólo un mal sueño de noche, de una cultura abaratada y light, llena de dogmas y de ridículas costumbres que en forma de consumismo frenético esclavizan a las personas, de tanta perversión civilizadora y de tanto progreso desconcertado, de una sociedad con medios implacables para marginar al provocador, ahogando así cualquier protesta inconveniente con ayuda de los medios de comunicacion, de una sociedad cuyo modelo de felicidad es simplemente ''ser tonto y tener trabajo'' , incluso, ahora ni eso, simplemente ''ser tonto'' sin trabajo.
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Señorías, Aristóteles calificó al hombre, de zóom politikón << animal civilizado >>, un animal que, sin aidós ( respeto o sentido moral y justicia ) no es más que una bestia de un simple zoo, zoo este, en el que hay animales civilizados prudentes y organizados como las hormigas y las abejas, y bestias dominantes e individualistas que disfrutan haciéndose daño entre ellos, como el hombre, y obviamente sin civilizar.
Por esto, terminé diciendo que 'en este zóom diverso, me declaro ante ustedes públicamente Kynikós u hombre perruno, pues prefiero tomar como modelo a cualquier animal sencillo de costumbres, que camine libre e independiente, que andar embrutecido en un rebaño doméstico, adormilado por las rutinas y convenciones.
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Por esta causa, y por todo lo argumentado declaro, desde este mismo instante, la República del perro o kynicos byos, donde, frente a la mentira del hombre, no hay mayor bien en esta que la franquedad completa de palabra mediante una lengua afilada y crítica, la adoxía o mala fama e impopularidad frente a la perversa buena fama o popularidad de los hombres, y por ultimo , la autarkeia o autogobierno de uno mismo, frente a la esclavitud de costumbres e instituciones del hombre.
Señorías, me despido de ustedes meándome en este atril que tan buen servicio me ha hecho...
Recibe una vez más mi admiración y un caluroso saludo desde mi, quiero pensar, medio-encasillada vida.