No es fácil vivir plenamente, que no sobrevivir en el vacío, en este mundo en el que todo es fragmentario. En esta sociedad en la que estamos bombardeados constantemente, aprender las cosas realmente importantes de la vida aún cuesta más tiempo y esfuerzo de lo que ya costó siempre.
En unos tiempos en los que lo que hemos hecho pocas horas antes ya se ha quedado viejo y está caducado, a cualquiera puede quedársele impregnada una sensación neurótica.
Como diría Freud, estamos viviendo en una cultura de neurosis. Una cultura en la que todo es superado al cabo de producirse, con lo que nos es imposible ponerle coto a lo que de verdad nos importa. Algo que va en contra de nuestro yo más interno, pues los seres humanos tenemos la vital necesidad de analizar y sistematizar lo que nos ocurre. De hacer "derecha, izquierda, arriba, abajo, norte y sur".
Es necesario refundarnos, y hacer una reculturización. Eso quisieron los ilustrados: que los ciudadanos supieran más de todo, siendo conscientes de hasta dónde llegan los límites de cada uno para que, justo en ese punto sin retorno de imposibilidad, fueran los expertos en cada ámbito los que tengan que continuar con cada una de las tareas. Pero tener una cierta idea de las cosas.
Es urgente compaginar mucho más -y mucho mejor-, el prescindible desarrollo externo al que nos vemos sometidos con el imprescindible desarrollo interno que hoy en día tanto se está marginando. Si tuviéramos una vivencia interna mucho más fuerte y certera de la que nos permiten tener, algunos no irían tan perdidos.
Si junto con el aprendizaje de una nimiez de nuestro puesto de trabajo, si junto con el conocimiento del último descubrimiento científico, si junto con la lección educativa de turno de nuestros padres o profesores, si junto con el descubrimiento de la nueva moda de turno, etc etc etc... tuviéramos un sentido más serio, más gozoso y más directo de nuestra vida, no nos quedaríamos con nociones vagas de conceptos que no nos afectan, y quizás encontraríamos el equilibrio que nos falta para sentirnos plenos como seres humanos.
Vivir desequilibrados y fragmentados es uno de los grandes males de nuestros tiempos, pero más allá de lo que nos quieren hacer creer, nuestra vida está en nuestras manos. Y todo ello independientemente de nuestro condicionamiento genético, que supuestamente nos predetermina: no compramos la excusa genética porque, si la compráramos, no haría falta hacer nada en esta vida. Ya no pensar, sino que ni tan siquiera sería necesario estudiar. Y algunos tuvimos que estudiar 100.000 chorradas muy a nuestro pesar, con lo cual ahora no vamos a comprar nada que pueda excusarnos, por más que sea la opción mayoritaria, por ser cómoda y "segura". Con tal excusa, todo vendría supuestamente preconcebido. Sin embargo, cada uno de nosotros debe integrar la absoluta certeza de que todo está en nuestras manos. Y todo es todo: sólo hay que querer, poniéndole toda la actitud, toda la voluntad y todas las ganas. Las cosas se hacen bien en un sentido global, y no se hacen.
Más allá de las cartas marcadas de los credos y la ciencia, ¿qué es lo que vamos a hacer de nosotros mismos? Eso es lo que va a marcar, sin lugar a dudas, nuestra propia evolución. De todo ello iremos hablando en la columna MaxWin, un invento mínimo que por ahora se dirigirá a una audiencia más que minoritaria, por si alguien tiene realmente ganas de salir de su atolladero vital y empezar a hacer las cosas bien, con constancia y coherencia. Sin malas excusas ni renuncias fáciles: se requiere una total predisposición, no fragmentada, para que los resultados puedan ser reales.
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