En los últimos tiempos, nuestros vecinos italianos nos han vuelto a sorprender (y superar) en lo que a buena ficción se refiere, tanto en el cine como en la televisión.
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Si en la gran pantalla hemos podido disfrutar de las dos obras maestras de Paolo Sorrentino, 'La gran belleza' y 'La juventud', en la pequeña pantalla han sido series como 'Gomorra' o '1992' las que han puesto el listón muy alto, demostrándonos como el éxito no está reñido con la calidad y los argumentos "adultos" como nos quieren hacer creer en nuestro país.
Ahora los papeles se invierten: Sorrentino estrena 'El joven Papa' en televisión, mientras el director romano Stefano Sollima ('Roma criminal', 'Gomorra') ha estrenado 'Suburra', su segunda película. Y lo hace justo antes de dar el gran paso hacia los EEUU, pues será el director encargado de realizar la secuela de la también recomendadísima 'Sicario' con Benicio del Toro y Josh Brolin.
En 'Suburra', el director aborda el final de una época de corrupción política y mafias de todo tipo en Roma, anunciándonos, desde un buen principio, "el Apocalipsis". Para ello, se sirve del mismo tono crudo e hiperrealista con el que abordó la serie 'Gomorra', aunque introduciendo otros argumentos de la más política '1992', una miniserie imperdible que nos mostraba donde empezó todo, en aquella época dominada por Berlusconi de la que aún se intenta recuperar el país vecino. Además, para retratar el final de una época, el film tiene el tono operístico que necesita, siempre bañado de sangre y malas intenciones de todos y cada uno de sus protagonistas.
'Suburra' es el lugar donde creció Julio César, un barrio romano de mala reputación. Y es también el escenario de la trama que nos ocupa, donde se especula con una construcción urbanística que pretende convertir la zona en un nuevo "Eurovegas". Como es de esperar, todos los poderes están, de una manera u otra, involucrados. Desde el Vaticano y la poco explicada renuncia de Benedicto XVI, pasando por diputados del Gobierno, hasta llegar al crimen organizado, confundiéndose unos con otros por momentos, todos tienen algo que ocultar.
El ritmo es más de piloto de una nueva serie, que no de una película en sí misma. Los espectadores que ya hayan visto las citadas series, disfrutarán de un capítulo extra de mayor duración, o soñarán con que sea el principio de una nueva serie. NO será así, pues 'Suburra' tiene un final y sus propias conclusiones. La realización estilizada y la vocación de denuncia siguen siendo las marcas de la casa. Y, por supuesto, la espiral de violencia sin fin de la que ya hemos podido disfrutar en anteriores ocasiones, con nuevas situaciones inventivas y escenas para no olvidar, como la que tiene lugar en uno de esos grandes hipermercados. Imperdible.
Como resultado, tenemos un violento y moderno thriller de mafias (en toda la extensión imaginable de la palabra), servido en el habitual plato frío, con la venganza y la ambición como motor de unas vidas vacías. El cinismo de unos y otros, la ausencia de ética y moral fruto de una sociedad enferma, gobernada por unos líderes igual de enfermos, y la consecuente falta de escrúpulos de todos los involucrados. Todo ello vuelve a quedar patente en un guión que vuelve a tejer una perfecta tela de araña que no da opción ni alternativa, dejando un panorama desolador tras el reguero de muertes, pero que cada vez más personas ajustan a la realidad.
Desde España, tan manchados por la corrupción política y las más diversas mafias como los propios italianos, enviamos nuestros agradecimientos por poder disfrutar de estas ficciones, pues nos cuentan mucho más sobre lo que estamos sufriendo en nuestro país que lo que podemos encontrar en toda la ficción española, que nos sigue ofreciendo más de lo mismo, no fuera a ser que a alguno de nosotros nos diera por pensar en lugar de intentar hacernos reír con las mismas chorradas de siempre.
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