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Existe muy poca información sobre el recopilatorio de relatos "Lágrimas Invisibles del Mundo" del autor ucraniano Anton Chejov y, sin embargo, resulta una recomendación muy positiva repleta de melancolía, tristeza y desamparo.
Chejov es una muy buena elección porque aporta el balance necesario para llegar al equilibrio y tocar fondo en lo que a sentimientos reales se refiere. Sentimientos descarnados que causan un profundo dolor y, a la vez, una inmensa alegría a quien los experimenta. Chejov no sólo fue un escritor de talento inconmensurable sino una persona que, pese a ser etiquetado de pesimista, guardaba una relación con el ser humano de absoluta fe.
Es una excelente manera de introducirse en el mundo de este conocido y a la vez desconocido autor, que tanto consigue empatizar con la parte más gris de nuestro ser, la más profunda también y la que más puede llenarnos porque después de leer a Chejov, uno no es el mismo...
Consigue lo que muy pocos autores logran: conectarnos con nuestras emociones más hondas y, por lo tanto, las más alejadas de nuestra cotidianidad e inaccesibles en consecuencia. Al terminar cualquiera de las historias que nos presenta, nos sentimos más humanos, nuestra sensibilidad se encuentra a flor de piel y dirigimos una mirada al mundo teñida de soledad pero ampliamente generosa y benévola. Hace saltar nuestra parte poeta y todo cuanto nos rodea se vuelve más bello. Miramos con otros ojos, sí.
A diferencia de otros escritores que ya hemos presentado en culturaencadena, Chejov despierta la tristeza que nos transforma en seres más vulnerables pero también más compasivos y comprensivos con el sufrimiento que causa la vida en sí.

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Debo añadir que el título nos pone en antecedentes sobre lo que nos vamos a encontrar... lágrimas invisibles pero existentes del mundo. Detrás del humor bajo el que pretende ampararse, Chejov denota una total fijación por la mediocridad y el fracaso de los humanos que, lejos de ser divertida, es irremediablemente desoladora. Lágrimas, lágrimas pese a las risas o pese a la apariencia de bienestar. No obstante, no tengo la sensación que Chejov condenara la condición de ser humano, sencillamente la aceptaba y se mofaba de ella pero sin llegar a ser despiadado o satírico. Siempre deja un hueco para respirar y lo único que puedo decir es que me transmite una enorme y profunda tristeza de ser como somos, tan burdos y obtusos que somos incapaces de reflexionar o de ver más allá de lo que aparentamos o, incluso, de ser tan despiadados con nuestra propia raza que somos incapaces de fomentar la compasión y la ayuda entre hombres. Y esa manera de ver al humano, te sume en una melacólica dimensión de la que parece no haber salida alguna.
Dicen que se trata de unos relatos que Chejov repudió y no los quiso aceptar como propios, como si no fueran merecedores del talento que le fue reconocido con posterioridad y también dicen que son hilarantes. Sinceramente, no veo la hilaridad por ningún sitio, tendré que seguir buscando o ya me diréis vosotros si la habéis encontrado. Será que me tomo a Chejov demasiado en serio.
De nuevo repito que éste es un autor de sensaciones, sobretodo. Nos transmite una manera de ver el mundo y nos provoca un estado emocional determinado con el que, personalmente, me siento mucho más humana. Es un estado que me llena, no por lo que se aprenda o se deje de aprender sino por lo que se siente. También despierta la creatividad así que para las noches de soledad es un muy buen compañero. Ahí os lo dejo.