Actor y director (como Woody Allen, George Clooney y tantísimos otros); pero además también músico, pintor, escritor y coleccionista de cachivaches musicales de tecnología analógica.
Este nativo de Buffalo, Nueva York, cosecha del 62, lleva dos décadas fabricándose una leyenda; le gusta mentir, provocar y reírse de sí mismo: «Las mejores entrevistas a Vincent Gallo se las ha hecho Vincent Gallo; las mejores canciones de Vincent Gallo las ha cantado Vincent Gallo y los mejores papeles de Vincent Gallo los ha dirigido Vincent Gallo a partir de guiones de Vincent Gallo». Toma ego.
Los cinéfagos patrios saben de este superdotado gracias a títulos de culto. Tres de ellos, con tufo italoamericano: en "Uno de los nuestros" (1990, Martin Scorsesse), forma parte de la banda setentera del gánster protagonista; en "El sueño de Arizona" (1998, Aki Kaurismäki), imita a Don Vito Corleone, y en "El funeral" (1996, Abel Ferrara), encarna a un muerto que les hace la vida imposible a sus hermanos mafiosos.
El resto de su filmografía está también cortado por patrones indies: "Palookaville" (1996, Alan Taylor) describe en clave tragicómica la desintegración de un grupo de delincuentes de barrio; la no estrenada en España "Nénette y Boni" (1997, Claire Denis) cuenta una historia de sexo, amor, celos, odio e incesto ambientada en Marsella; "Últimas consecuencias" (1997, Kiefer Sutherland) va de road movie con exceso de testosterona, y "Colgados en Los Ángeles" (1998, Mika Kaurismämi) resucita la comedieta romántica para listorros.
Pero la película más significativa de su excéntrica carrera es, sin duda, "Buffalo 66" (1998). Primero, por estar escrita, dirigida, protagonizada, musicada, producida y montada por él; segundo, por ser uno de los filmes más pretenciosamente brillantes de los últimos años, repleto de detalles autobiográficos que pondrían rojo a cualquiera. En él, interpreta a un ex convicto que secuestra a una chica de alterne (Christina Ricci), antes de visitar a sus padres para saldar una cuenta pendiente. Con ella, Gallo sedujo a los indecisos y dio que pensar a las fashion victims. Unos y otras se habían acostumbrado ya a su pinta de desarrapado peligroso gracias al anuncio del perfume CK Be, de Calvin Klein, fotografiado por Avedon, pero no estaban preparados para tamaña exhibición de talento. Él mismo se encargó de disipar las dudas: «"Buffalo 66" es una jodida obra maestra. Cine en estado puro».
A Vincent nunca le ha importado caer mal. Sus frases lapidarias esconden lo que los franceses llaman boutades. Realidad y ficción conforman su biografía. Dice que vivió una infancia dura: mamá peinaba a las vecinas en el porche y papá se dejaba el dinero en las carreras. Con 10 años, formó una banda de rock progresivo, influida por King Crimson y Yes; "Buffalo 66" incluye temas de dichas bandas junto a otros propios de Gallo en su BSO. A los 16, se fugó al West Side neoyorquino. Allí conoció al pintor Jean-Michel Basquiat, con quien montó el grupo de pop experimental Gray. «Tocamos en el CBGB’s, el Max’s y el Hurrahs. Tras el concierto del Mudd Club, nos separamos. Basquiat tardó un mes en hacerse famoso y millonario. Probablemente, por ser negro».
En los 80, siguió su camino hacia el estrellato. Grabó un disco con Bohack y se dedicó a pintar. Viajó a Europa, expuso, tocó, conoció gente y perdió la cabeza. Durante año y medio, ejerció de portavoz blanco del hip hop de Nueva York: se hacía llamar Prince Vincent y trabajaba como mánager de los N.Y.Breakers (esponsorizados por Adidas). Al final, el cine y la música pudieron con el resto de frivolidades. Gallo, acostumbrado a no morderse la lengua, se declara ahora enemigo de la marihuana y el alcohol. Odia a los socialistas y a los jipis y confiesa haber votado a Reagan. Según él, Lynch rueda películas vacías y Harmony Korine, el enfant terrible del cine alternativo americano, sólo es «un enano rico que droga a las chicas para violarlas». En su web (vincentgallo.com), confiesa no haber leído un guión en su vida y pide a las internautas guapas que le envíen fotos sin ropa.
Al filo de los 40, se sabe admirado en Europa y Japón. Su primer disco en solitario, "When" (Warp Records, 2001), trufado de canciones minimalistas, ha recibido críticas ditirámbicas en medios como Les Inrockuptibles y NME. Sus directores favoritos, Gaspar Noé y Claire Denis, son franceses. Con esta última ha rodado tres cintas. En la más reciente, "Trouble Every Day", se sumerge en un baño de sangre y gore con Béatrice Dalle. Como realizador de clips (y actor eventual), atraviesa un momento dulce: ha colaborado con John Frusciante, My Vitriol, Lit y el indescriptible grupo de rock sinfónico japonés L’Arc-en-Ciel. Si has escuchado sobre aquella cinta en la que la hermosa Chloë Sevigny le practica un extenso y notorio felatio al director y protagonista Vincent Gallo, entonces ya has oído algo acerca de "The Brown Bunny".
Lo más gracioso es todo el escándalo que se generó alrededor de esta película, y no precisamente por la escena sexual explicita. Sucede que este filme, segunda entrega de Gallo como director, fue presentado el año 2003 en el Festival de Cannes, donde recibió un irritado abucheo por parte de la crítica, quien calificó la cinta como “la peor película presentada en la historia del Festival”. Pero lo realmente anecdótico vino un tiempo después: el reconocido y respetado crítico estadounidense Roger Ebert (famoso por entregar sus “pulgares arriba” a las cintas que le agradan, y viceversa) calificó abiertamente a "The Brown Bunny" como “la peor en la historia de Cannes”. Rápidamente Gallo respondió que Ebert era un “cerdo con la psiquis de un traficante de esclavos”.
Ebert parafraseó una cita de Winston Churchill y dijo: “a pesar de ser gordo, un día seré delgado, pero el Sr. Gallo aún será el director de "The Brown Bunny". Después, Gallo colocó una X en el colon de Ebert, a lo que el crítico respondió “hasta mi colonoscopía fue más entretenida que "The Brown Bunny". Luego, Gallo reeditó el filme y por fin el crítico le entregó sus “pulgares arriba”. Pienso que "The Brown Bunny" es una de las poesías cinematográficas más bellas que se han hecho acerca del amor, la pérdida y la soledad. El espectador puede sentir, literalmente, el dolor que está sintiendo el protagonista a través de toda la película. Y, a pesar que suene a cliché, es una cinta difícil que la puedes llegar a amar u odiar, pero nada a medios términos.
Vincent Gallo vendió su semen a través de internet. ¿Quieres tener un hijo de Gallo? Pues no bastaba que estés dispuesta a pagar el millón de dólares que pide por su esperma (en realidad, por uno sólo de sus espermatozoides, a menos que tengas suerte y salgas embarazada de gemelos, con lo que tendrías dos espermatozoides por el precio de uno. Una ganga…). El actor, notorio simpatizante del partido Republicano (y del presidente Bush, dicho sea de paso), advierte que la aspirante-compradora deberá reunir ciertas condiciones: ser rubia natural de ojos azules. Gallo aclara que “no existen deformaciones genéticas conocidas entre sus ancestros ni antecedentes de enfermedades genéticas”. El anuncio está de nuevo en línea y, a decir verdad, no tiene desperdicio alguno.
No sólo pide una rubia natural, sino Mr. Gallo “se reserva el derecho a dar su esperma a personas con oscuros todos de piel”. Cualquiera que pueda probar un nexo familiar directo con algún soldado alemán de mediados del siglo pasado también recibirá un descuento. Para quienes se lo estaban preguntando: sí, al parecer está dispuesto a complacer aquella madre que prefiera el método de fertilización natural. Pero Mr. Gallo, al parecer, no tiene problemas con los judíos, aunque por muy pragmáticas razones. En caso de que el niño (o niña) desarrolle una carrera cinematográfica o en el campo de la música, su conexión con la fe judía podría garantizarle una buena oportunidad para que su trabajo obtenga buenas críticas y hasta un premio en el festival de Sundance y hasta un Oscar. Esto, definitivamente, tendría que ser una broma de dudoso gusto.