La muerte de Johan Cruyff nos deja sin otro referente, y cada vez estamos más escasos de ellos. Este 2016 no está siendo un buen año, pues se nos está yendo demasiada gente imprescindible.
No estamos aquí para repasar sus múltiples méritos, sino para agradecerle, con una humilde nota, todo lo que nos enseñó a los arriba firmantes.
Sí, fue el primero en ganar 3 balones de oro, se inventó un nuevo tipo de penalty que hace poco repitió Leo Messi ante el Celta de Vigo, consiguió muchos títulos y colaboró en muchas causas... Pero no queremos hablar de todo eso, pues para todos estos datos ya están los periódicos de información, y los periódicos deportivos especializados. Queremos reseñar algo muy particular, personal y concreto, seguramente intransferible. Seguro que se trata de algo ínfimo en su universo, pero gigante en el nuestro.
Cuando Johan llegó al FC Barcelona como entrenador, nosotros éramos unos jóvenes que formábamos parte de una afición deprimida y pesimista, cansada de ver perder a su equipo, que no había ganado ni una sola Copa de Europa y muy pocas ligas. Entre nosotros, sus aficionados, era célebre la frase "aquest any tampoc" ("este año tampoco"). El club pasaba de una crisis a otra, y por más buenos jugadores que fichaba, no conseguía encadenar las victorias que esperábamos.
Johan implantó un sistema de juego, el suyo, pero sobre todo nos regaló otra mentalidad. La de dejar de sufrir y pasarlo bien, la de creer en que se podía ganar. Mientras él reinventaba a nuestro equipo, también nos enseñaba a reinventarnos a sus aficionados, y a creer en nuestras posibilidades. Cada semana había ganas de ver el partido del Barça, pero también de escuchar sus ruedas de prensa. En todas aprendíamos algo nuevo, o hacía que, a pesar de haber perdido, nos (son)riéramos con alguna de sus ocurrencias. En realidad, no perdíamos nunca.
Arriesgar, ser prácticos, disfrutar, dar el 100 por 100, superarnos, aprender de cualquier detalle... Son innumerables las consignas que nos dió en aquella época, consiguiendo implantar en nuestra mentalidad, así como en la de los jugadores, un espíritu ganador y soñador, atrevido y desenfadado, sin complejos.
Su gran mérito futbolístico como entrenador no fue ganar la primera Copa de Europa con el Barcelona, sino hacernos creer que se podía ganar, aunque fuera en la prórroga y, a su vez, implantar un sistema de juego que, a día de hoy, sigue dando frutos en el FC Barcelona, aunque ahora todo sea de una forma más evolucionada y sofisticada: su semilla sigue ahí, y es la que lo alimenta todo.
Pero su mérito real, y el que le convierte en uno de nuestros referentes, es que supo cambiarnos la mentalidad, tanto en nuestro rol de aficionados como en el de personas. Él consiguió cambiar el ánimo de una afición que hoy siempre piensa que su equipo va a ganar. Nos educó la mente para algo mucho mejor de lo que teníamos en aquel momento. Y ese es el mejor regalo que alguien nos puede hacer. Nunca debemos dejar de valorarlo. Nunca. Jamás.
Como todo genio, fue criticado, malinterpretado e incomprendido por muchos. Por supuesto, se equivocó en muchas ocasiones, porque solo fracasa el que no lo intenta, y él era un ganador. Pero todos, equipo y afición, siguen y seguirán la estela del legado de Johan Cruyff.
No, Johan, no te olvidaremos, por muchos años que pasen. Quizá dentro de mucho tiempo pueda parecer que se te ha olvidado. Pero, en el fondo, aunque sea en el subconsciente popular de la gente y del propio equipo, verás como nadie te ha olvidado. Gracias a ti, somos los primeros interesados.
Descansa en paz. Gracias infinitas.