Tenemos treinta años y vivimos como adolescentes. Al menos, vamos a tomárnoslo con humor. No te pierdas el musical Generació de merda, un musical de llum i color en el Teatre Poliorama.
Personas adultas que viven con sus padres, becarios a los que no les pagan ni el metro, miradas al móvil cada diez segundos no sea que hubiera llegado un whatsapp y que no leerlo comportase la destrucción del planeta, tópicos sudados sobre la crisis y las oportunidades, pisos compartidos, cenas de clase que se repite mil veces que hay que hacerlas pero que por suerte no se hacen, estudiantes que si miras lo que pagan dirías que van a una universidad privada y si miras lo que reciben parecen alumnos de una escuela pública de Uganda, empresarios yuppies emprendedores modernos dinámicos enrollados chupiguays ultracools que dan rabia nivel “hostia con la mano abierta”, negocios regentados por señores asiáticos que trabajan más horas que un reloj fabricado por niños en su país, amores adolescentes en un momento en el que ya empieza a quedar cerca la menopausia, horas y horas que en teoría son para hacer cosas de provecho lanzadas a la basura porque es absolutamente imposible dejar de mirar hipnóticos youtubes de, por ejemplo, gatitos haciendo cosas monísimas.
Algunos la llaman “generación perdida”. Otros, “generación frustrada”. Ellos han buscado una etiqueta más exacta...