THE MACUTO COLLECTIVE
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Macuto. Nuestra Macuto en la mera mitad del siglo XX. No es exagerado afirmar que el que vivió aquello, jamás lo olvidará. Estoy seguro de que si nosotros hubiéramos estado allí, de que si nosotros hubiéramos asistido al baile inaugural del Macuto Sheraton, en el que tocó Benny Moré y asistió, entre otras luminarias, la bella Sofía Silva, tampoco lo hubiéramos olvidado. Pero el azar nos trajo al mundo casi treinta años más tarde y si bien no conocimos a Macuto en su esplendor, la conocimos como a una Miss ya envejecida, con claros rastros de la antigua gloria bajo el rostro deteriorado por el paso de los años y la nostalgia.
Macuto. Macuto es sin duda alguna la ciudad más hermosa del litoral y también la más desvergonzada. Feliz Sodoma a salvo de la infinita e iracunda intolerancia de Dios, que ni con el terremoto del '67, ni con la huelga del aseo en el '91, ni con García Carneiro, pudo destruir su espíritu libidinoso. Macuto, la cara alegre de la vil Caracas. En la Macuto de nuestra nostalgia siempre es fin de semana, cuando no carnaval, siempre están abiertas las licorerías y semidesnuda la gente. En las calles no se oye más que risas y piropos, charrascas y cencerros, y en las plazas y en las playas, tetas y nalgas generosas que revolotean siempre al ritmo de algún son. Una ciudad en la que nada se organiza, en la que el único deporte es el baile y la única escuela el malecón.
Hay quienes para entender a Macuto se remontan a la colonia, no se equivocan, pero fallan en sus conclusiones. Es verdad que en Macuto, entre los herejes seguidores de Guaicamacuto y los gallegos católicos, se libró una contienda, 'la alegría y la penumbra lucharon por un imperio'. Pero sería un error hablar de genocidio en esa tierra ajena a la violencia, a no ser en su variante alcoholizada y esa no cuenta. En Macuto no quedaron ni herejes ni puritanos no porque un lado haya acabado con el otro, sino porque la orgía que se armó fue de dimensiones pantagruélicas y la mezcla que se produjo es lo que somos hoy. Somos el orgulloso producto de una orgía multiconfesional, hombres y mujeres que no dejan que los prejuicios se acerquen a sus camas. Nuestro más grande artista, probablemente el más grande del Caribe, Armando Reverón, compartía su lecho no sólo con Juanita, sino con muñecas que moldeaba de acuerdo a sus variados gustos, blancas, negras, marrones, amarillas. Somos todos nietos de Guaicamacuto, somos todos sobrinos de Reverón.
Macuto. En Macuto conocimos a Douglas y gracias a él hoy vive The Macuto Collective, un grupo de amigos que decidieron capturar el espíritu de la ciudad más bella del Caribe. Douglas era, como todos en Macuto, taxista y mujeriego, alto, moreno y buenmozo. Un hombre, como todo macuteño, despreocupado y jodedor, elocuente y con desbordante guaguancó. Machista en el buen sentido de la palabra. Un hombre que amaba a las mujeres y, por sobre todas las cosas, a la macuteña, su macuteña, sabrosona y lujuriosa, volátil y sensual. La macuteña, nuestra macuteña...
Ese hombre era Macuto, ese hombre era lo que todos queríamos ser y en ese hombre se inspiraría The Macuto Collective. Músicos, cineastas, fotógrafos y escritores de buen humor, hijos del sol y las palmeras del Caribe, alérgicos a la seriedad y al pudor, al respeto y a la sobriedad, macuteños integrales. Artistas deseosos de reinventar sus disciplinas, de recomenzar desde el verdadero inicio tomando a Macuto como punto de partida y así cambiar la historia. Por eso vemos a Macuto en la Barceloneta y en Kreuzberg, en Salzburgo y en Jerusalén, gracias a esto, tal vez el mundo se dé cuenta de lo que se pierde al no conocer esta ciudad. Gracias a esto no dejaremos nunca el litoral.
Y ahora, disfruten la función...
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