Crítica de la serie + Reflexión sobre las risas enlatadas y las grabaciones con "público en directo"
Ashley (Paulina Chávez) es una quinceañera superdotada. Ingresó en la universidad a los 9 años y ahora, siendo una adolescente, ya está trabajando para la Nasa.
Tuvo que mudarse a Pasadena con su tío Victor (Jencarlos Canela), un exjugador de fútbol venido a menos por un mal tiro en sus tiempos mozos. Víctor se encarga de entrenar a un equipo de niños, es un seductor empedernido y un bala perdida: en definitiva, un niño grande que nunca ha tenido la necesidad de mirar más allá de su ombligo.
Es por ello que la madre de Ashley muestra cierta reticencia a dejar que la adolescente viva con un eterno Peter Pan. No obstante, tanto la una como el otro recorrerán un camino juntos que les hará cambiar y madurar.
Obviamente, Ashley deberá aprender mucho de la vida. Y no sólo de la robótica, sino de sus propios sentimientos y emociones. La chica se enamora perdidamente de Tad (Conor Husting), un jugador cabezahueca pero buenorro. Y, como suele suceder, de ella se cuelga un chico majo, Stick (Reed Horstmann), servicial como un felpudo.
La mejor amiga de Ashley es Brooke (Bella Podaras) una niñata bastante lerda. Como todos los personajes de la serie, dicho sea de pasada, cuyas únicas preocupaciones son hacerse las uñas y maquillarse. Pasapalabra.
Víctor, por su parte, pasará de ser un Casanovas a un "a las casas no vas" y dejará de flirtear con todo bicho viviente cuando Ava, una compañera de trabajo de su sobrina, lo deslumbra...
Crítica de la serie EL UNIVERSO EN EXPANSIÓN DE ASHLEY GARCIA de NETFLIX
Como ya vaticinamos ayer en el artículo informativo de presentación (CLICKA AQUÍ PARA RECUPERARLO) la serie es exactamente lo que parecía ser. Ni sorpresas, ni alarmas, ni expectativas decepcionadas. Quizás es por ello que no la hemos encontrado indignante -a pesar de no llegar ni a la media de la CO- y nos congratulamos de haber aguantado hasta 8 episodios.
Parece que el tiempo no pasa para Mario López, pero quien observa con detenimiento ve la expresión de la vida tratando de ser escondida bajo el maquillaje y la obra del cirujano intentado alisar y corregir las impretérritas imperfecciones. De nuevo, volvemos a hacer un llamamiento al arte de envejecer con dignidad.
Ashley y su universo nos dejan fríos, sin más. Ni la recomendamos ni la ponemos de hoja perejil, porque tampoco se ha alabado ni decretado como la comedia del año. A pesar de sus múltiples clichés e incidencias reiteradas en la apariencia y la necesidad de triunfar socialmente, no podemos castigarla porque ella misma se desprestigia al no tomarse en serio: por lo tanto, no la consideramos nociva.
REFLEXIÓN SOBRE LAS RISAS ENLATADAS Y LAS GRABACIONES CON PÚBLICO EN DIRECTO
Las risas enlatadas de la serie nos vuelven a molestar, pues de nuevo irrumpen en la obviedad del momento haciéndolo todavía más visible, dando al público las pautas sobre dónde y cómo tienen que aparecer sus risas. Remarcan los gags que, por lo general, no hacen gracia, ni dan la buscada sensación de reacción en directo.
Anteriormente a la aparición del televisor, los programas en directo gozaban de público que, como en el teatro, ya hacía el ruido pertinente de la manera más impertinente posible. Dejamos de asistir al teatro precisamente porque hay este acuerdo tácito entre el creador y el público que estalla en carcajadas o aplausos de forma programada. Y eso provoca, a su vez, que los creadores lo busquen.
Es desesperante esta necesidad de agradar, tanto de los primeros como los segundos. Los creadores guiñan groseramente el ojo, y los espectadores aplauden con sus risotadas lo evidente y manifiesto. Visto desde nuestros ojos es un espectáculo lamentable, así que nos abstenemos siempre que podemos para evitar ser testigos de esta devoción por humillarse personalmente graznando a golpe de silbato y sintiéndose un integrante más del todo universal, exhibiendo el orgullo que ello les provoca.
Por no mencionar que el teatro suele estar rebosante de egocentrismos y el cine se sostiene ya solamente por la industria empecinada en seguir produciendo películas para mantener la maquinaria en marcha. Esto es como la economía de cierta potencia mundial que no vamos a mencionar, cuya infraestructura está preparada para producir armas. Al no haber ya conflictos importantes en el mundo, pues los han ido provocando con manipulaciones y triquiñuelas que han funcionado divinamente a lo largo de la Historia, siempre apoyadas por otros interesados.
La nueva serie de Netflix se engloba en este marco en el que hay que continuar con lo mismo de siempre, aunque no aporte nada sustancial a la ficción. Todo permanece en su sitio, la sitcom también: un acopio de todos los gags habidos y por haber ya vistos en infinidad de ocasiones, que siguen dando de mamar. Pues ale, hasta que la teta se amojame.