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Podríamos decir que ni los más viejos del lugar recordamos la última vez que empezamos a ver una serie con el sello de calidad HBO, pero mentiríamos. Si nos remontamos a enero de 2014, nos encontramos con la primera temporada de 'True detective', la única realmente buena de la serie de antología.
Lejos quedan aquellos tiempos en que 'Los Soprano', 'Oz' o 'A dos metros bajo tierra' conformaron las delicias de todos nuestros sentidos, especialmente las de nuestra mente. A día de hoy HBO juega en otra liga: la de Netflix y otras plataformas de streaming en las que se prioriza la cantidad en detrimento de la calidad.
Como el compulsivo consumismo ordena, la popularización de las series y su masificación obligan al aumento de los ritmos de producción quedando irrefutablemente tocado y hundido el producto. Las inconfundibles señas de identidad de HBO han quedado parcialmente borradas.
Por todo lo anterior, agradecemos poder finalmente disfrutar de una serie tan atrevida y seguramente impopular en la feliz sociedad del emoticono como la recién estrenada 'I know this much is true' ('La innegable verdad').
En el artículo de presentación que hicimos de la misma ya insistimos sobre la importancia de su título original, y se citaron todos los Premios Emmy y Oscar con los que cuenta, así que no vamos a repetirnos.
CRÍTICA DE LA SERIE I KNOW THIS MUCH IS TRUE (HBO) - CEC SERIES
ATENCIÓN SPOILERS SI NO HAS VISTO EL CAPÍTULO PILOTO
Dominick Birdsey (Mark Ruffalo), de mediana edad y divorciado de su mujer Dessa Constantine (Kathryn Hahn), relata su problemática relación familiar. Su madre (Melissa Leo) está al borde de la muerte por un cáncer que se ha esparcido por todo su cuerpo. Casada en segundas nupcias con Ray Birdsey (John Procaccino), Dominick no conoció a su padre biológico.
La figura del padrastro Ray se erige como la de un ser machista y autoritario que no solo traumatizará a sus hijos, sino que acabará culpando a la madre de la enfermedad de su hermano gemelo Thomas (Mark Ruffalo).
Antes de que su madre muera, Dominick quiere traducir el manuscrito legado por su abuelo a su madre. Para ello, se pone en contacto con la extravagante y excesiva traductora Nedra Frank (Juliette Lewis).
Tras haber visto el capítulo piloto, queremos destacar el estilo de su director Derek Cianfrance, el responsable de la extraordinaria y siempre recomenda por Cec Cine "Blue Valentine". Ese estilo al rodar que transmite su cruento realismo, capaz de lograr con esos primerísimos primeros planos una comprensión emocional de los personajes, de su dolor, de su preocupación... una auténtica gozada para el espectador cuando la interpretación acompaña.
Y aquí el talento rebosa, no queda la menor duda. ¿Qué actores son capaces de transmitir con la expresión facial un océano de sentimientos? Sólo los buenos de verdad y, digan lo que digan, Mark Ruffalo, Melissa Leo, Kathryn Hahn y Juliette Lewis se salen de la cámara y nos llegan donde tienen que llegar: muy adentro.
El capítulo piloto está plagado de escenas intensas, maestras. Con enormes interpretaciones y una dirección especialmente inspirada. Nuestra predilecta es la suprema escena final que denuncia el funcionamiento y el trato que nos reservan las instituciones que, supuestamente, velan por nuestro bienestar. Se puede extrapolar a cualquier vivencia del cotidiano que atente contra la libertad y dignidad del ser humano. El individuo contra el sistema, como ya vimos en "Alguien voló sobre el nido del cuco". En el caso de la "Innegable verdad" se pone de manifiesto toda la tensión y agonía del callejón sin salida que supone estar a expensas de un sistema que dice velar "por nuestra seguridad y bienestar".
Pero empecemos por el principio. Como también se informó en nuestro portal, la cultura se encadena en esta serie basada en el libro del mismo título de Wally Lamb. Fue Oprah Winfrey, que reparó en esta obra convirtiéndola en bestseller. La ley del mercado que se mueve por influencias. Como antes en el mecenazgo, para darse a conocer hay que tener un sponsor.
La trama sigue a los dos hermanos, Dominick y Thomas Birdsey (ambos interpretados por Mark Ruffalo), separados debido a la enfermedad mental que padece el segundo: esquizofrenia. A los pocos minutos del inicio, Thomas se amputa una mano. Es la primera vez que toma una decisión propia en toda su vida... y acabará pagándolo.
Una hermosa y dolorosa metáfora que transmite el precio de la toma de decisiones personales tras una vida a la deriva y al amparo de un tutor. Como suele suceder, la primera consecuencia suele salir por un ojo de la cara o la amputación de la mano derecha. Thomas se toma la biblia al pie de la letra en otra alegoría: el peso de la religión en nuestro comportamiento ligado directamente a la locura, siendo la religión y la familia las principales causas de la negación de uno mismo a cambio de la cómoda irresponsabilidad de no hacerse cargo de los propios actos. Voluntad divina, voluntad ajena. La culpa es siempre de otro.
Mateo 5:29-30
Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala y échala de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno.
A cuentagotas y con una serie de flashbacks, iremos conociendo el pasado de ambos hermanos. Es en la infancia y juventud donde que hay que hurgar para saber y desentrañar los porqués de las reacciones de una persona. El dominio de la narrativa y de la cámara están fuera de toda duda.
En este caso se hace extremadamente interesante el estudio de unos gemelos sometidos a experiencias similares y paralelas, hasta el punto en que sus vidas se separan. Empezaremos a vislumbrar sus traumas comunes, que son aquellos que provienen de la FAMILIA, que nos marca la vida para siempre. De la educación que recibamos dependerá nuestro recorrido vital, nuestras inseguridades, nuestros miedos, nuestras carencias y la reproducción inconsciente de un patrón de conducta que quizás rechacemos conscientemente, pero que habremos adoptado sin quererlo.
Tanto Thomas como Dominick acarrean el enorme peso del pasado expresándolo de dos maneras diferentes: Thomas está aquejado de una enfermedad mental, más visible y juzgable: la familia puede conducir a la locura porque en el reparto y atribución de los roles sociales, es posible que ninguno se alinee con nuestra verdadera naturaleza conduciéndonos, inevitablemente, a la patología. Por otra parte, Dominick soporta la losa de la conciencia y es la bisagra real y nexo de unión de una familia disgreagada. Si Thomas sufre de esquizofrenia, Dominic lo hace de estrés post-traumático. Él es quien carga con todo.
Su estrés post-traumático se asemeja al de los ex-combatientes que han visto caer a sus compañeros. No habiendo ellos sufrido heridas visibles, se produce una psicosomatización que debe ser liberada de algún modo. La penitencia se lleva por dentro y, junto a la responsabilidad anteriormente expresada, supone un nivel de esclavitud que finalmente se demostrará inasumible.
Desaprender, confrontar y romper los moldes con uno mismo son las únicas soluciones para vivir una vida plenamente nuestra. Quebrar los lazos es doloroso, pues nos proveen con una identidad y falsa seguridad. Sin embargo, a la hora de la verdad quedarán al desnudo. Nos daremos cuenta de que estamos solos en este mundo porque esa es la "innegable verdad". Dominick, Thomas, Ray y sobre todo la madre, ya al borde de la muerte, se dan cuenta de la soledad de la que se han rodeado a pesar de la consanguinidad.
Thomas está en perpetua búsqueda de aprobación y reconocimiento de una figura paterna sin escrúpulos, la de Ray, machista y acomodado en su rol de "hombre de la casa". Al amparo de la sobreprotección de su madre, no ha sido capaz de tomar una decisión en su vida. Rezagado en su rol de enfermo, "disfruta" de la comodidad del inconsciente y de su VULNERABILIDAD siendo esta última común a todos los personajes. Todos la muestran en el primer capítulo, a excepción del citado padrastro. Da igual, ya caerá más adelante porque "a cada cerdo le llega su San Martín".
Aunque tu padrastro fuera el típico macho sin escrúpulos que tenía que gritar y dar órdenes para sentirse satisfecho con su rol de "hombre de la casa que todo lo sabe y todo lo puede". Pasarán los años, y como le sucede a Thomas en la serie, seguirás buscando la aprobación y reconocimiento de ese malnacido... simplemente porque los lazos familiares (no hace falta ni que sean lazos de sangre) parecen irrenunciables.
Aunque tu madre haya ocultado la identidad de tu verdadero padre y nunca, ni tan siquiera en el momento de su muerte, haya accedido a darte ningún detalle.
Soledad, enfermedad y muerte son temáticas demasiado duras y reales para una sociedad que vive de espaldas a la muerte y a la verdad afrontando una pandemia a golpe de comedia, memes y felices lunes. Al igual que se nos ha servido en bandeja la oportunidad para asumir los límites del sistema y sus fallos con la reciente crisis de la COVID-19 (y que una vez más se ha desaprovechado), muchos optarán por rechazar el excelente drama al que "La innegable verdad" nos invita, y seguirán negando la evidencia. El miedo que nos inoculan desde fuera proviene precisa -e irónicamente- de desviar la mirada y no querer saber: el miedo a lo voluntariamente desconocido. La información siempre estuvo ahí pero no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Esta es la historia universal de la humanidad, de la que nunca aprende el ser humano. Sí, por fin una serie humanística, de calidad pero demasiado dura para los tiempos que corren. Vivimos en la sociedad que niega la realidad aunque esté infectando de ella. Y es un virus contagioso. Mucho mejor seguir con el emoticono de la sonrisa, aunque se tenga que habilitar un palacio de hielo lleno de ataúdes. Eso nunca sucedió, y el virus era como una gripe. Pues lo mismo con la serie: estos dramas no son reales, esto no nos va a pasar en la vida. Curiosa la exigencia de realismo de algunos con este tipo de series, cuando luego no la exigen a ningún dragón surcando los cielos.
Pues resulta que estos dramas son reales. Y condicionan nuestras vidas, aunque nos pasemos la existencia mirando hacia otro lado, entretenidos y adormecidos con miles de distracciones y autoengaños. Quizás sean la razón oculta de que nos pasemos el día viendo dragones volando o colgando fotos de la papilla que comemos en Instagram. La serie habla de aquellas cosas que importan, de las cosas más comunes que nos afectan a todos. Algún día tendremos que confrontarlas porque tarde o temprano la muerte acecha, la nuestra o la de nuestros seres queridos. La vida es dolor. Y tristeza. Y llanto. Y reflexión.
Tarde o temprano. TÚ eliges. Más vale tarde que nunca o eso dicen, pero cuanto más tarde, más dolor al reconocer que hemos vivido más tiempo en la oscuridad voluntaria. El tiempo no vuelve y las equivocaciones nos marcan.
