ACCIÓN TREPIDANTE (Y ALGO REPETITIVA)
La cultura se encadena: Buceamos en la historia original del cazador cazado, del dominante dominado
"Most Dangerous Game" es la nueva serie de Quibi, la plataforma especialmente diseñada para Smartphones. En el día del estreno se lanzan 3 capítulos, y luego un nuevo episodio diario. Ya hemos visto los 7 disponibles, suficientes como para armar una buena crítica que os sirva de guía para saber lo que os encontraréis si apostáis por ella.
Una adaptación más del relato corto de "The most dangerous game" publicado en enero de 1924 en "Collier's Weekly" del escritor estadounidense Richard Edward Connell Jr.
La serie sigue a Dodge Maynart (Liam Hemsworth), un hombre diagnosticado de un tumor cerebral inoperable que, además, tiene una considerable deuda financiera a sus espaldas y una esposa embarazada (Sarah Gadon).
Ante la inminencia de su muerte y para poder dejarles una herencia a su mujer y futuro hijo, acepta la invitación de Christoph Waltz para participar en un juego de caza cuyo premio sumará la friolera de 24,5 millones de dólares. 24 horas de cacería en plena ciudad, en la que la presa será el mismo Dodge...
"Most Dangerous Game" es un producto mucho mejor, sin lugar a dudas, que SURVIVE, ya reseñada por el equipo de CEC SERIES en este enlace donde también encontraréis nuestro análisis de la plataforma.
Un guion basado en una trepidante historia repleta de acción y adaptado a nuestros tiempos, que refleja hasta la náusea lo que puede llegar a causar la combinación de dinero y aburrimiento. Hasta ahí podemos reflexionar con lo que vemos en la pantalla, pero intentemos llevar la cavilación al siguiente nivel con lo que sabemos de la historia original.
"El juego más peligroso" genuino relataba la historia de Sanger Rainsford, un cazador de Nueva York que, al caer de un yate, arribaba a una isla caribeña, Isla Atrapa-Barcos, donde un artistócrata cosaco intentaba darle caza. Dos posiciones sociales idénticas donde el terreno de juego invierte los papeles de dominante a dominado.
La ironía inicial del cazador cazado se pierde por completo en este nuevo oleaje fictivo, dejándolo en un buen producto de entretenimiento que no va más allá de ver a un Liam Hemsworth completamente paranoico jugando al "pilla pilla" en plena ciudad con unos zumbados pisándole los talones y tratando de ensartarlo. La profundidad suena en una triste canción de fondo que a todos nos suena, "de perdidos al río". Quién no tiene nada más que ofrecer, pone a la venta lo poco que le queda: su dignidad humana.
Un desfile de cazadores en el que cada perfil representa un estereotipo.
Cada episodio se desarrolla del mismo modo: Liam corre, Liam se esconde, Liam se topa con un cazador, Liam huye y se escapa nuestra intriga (seguida de nuestro interés). En paralelo, su mujer intenta averiguar de donde salen las ingentes cantidades de dinero transferidas a su cuenta. De pasada, decir que el Sr. Hemsworth no es precisamente un dechado de virtudes interpretativas: al chico le falta un hervor comunicativo y alguna que otra primavera cuyo rastro hubiese sido la profundidad del semblante, una mirada perdida o -al menos- la ceguera de la rabia ante la injusticia de la enfermedad; especialmente para alguien al que le quedan 4 telediarios.
Es un producto estándar para el cual no somos público objetivo. Nos ha terminado hartando por la repetición del esquema de presentación. Imaginamos que llegará ese punto de inflexión con el que variarán el procedimiento, y lo iremos viendo. Pero sin el entusiasmo inicial.
A pesar de que la acción continuada y reiterativa no nos resulta atractiva, reconocemos que la dinámica puede representar las mieles de los que vayan furtivamente en busca de emoción y cuelgue.
Finalmente, comentar en nuestro anecdotario que unos pequeños detalles han provocado la atracción particular de nuestra atención. ¿Las puertas de los baños pueden abrirse en ambas direcciones, o bien ha sido un remiendo de última hora un poco chapucero para proporcionar una vía de escape al personaje? Parece más un zurzido poco mañoso, igual que el pie atascado entre los radios de la rueda de una bicicleta.
Nos suenan demasiado este tipo de escenas que lo salvan todo al límite. En este sentido, resoplidos de cierto hastío por ser altamente previsible.
Una confesión, padre: cuanto más se te ve el plumero, menos paranoico se vuelve el personaje.
