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El filòsofo perruno triunfa cuando consigue amar a su perro cada segundo de su vida. Con las personas lo intenta, pero no lo consigue.
El filósofo perruno entiende que un cuerpo cansado y exhausto es igual a una mente cansada y exhausta, y por eso intenta estar siempre descansado o tumbado. Es bello ante los ojos de los demás, pues cuidando su mente cuida así de su cuerpo, y podría decirse que piensa no sólo con su mente sino también con su cuerpo: le salen sarpullidos y le duele la barriga cuando se encuentra en un atasco o acude de compras a los Grandes Centros Comerciales, por poner sólo dos ejemplos.
El filósofo perruno es fuerte sin ser consciente de ello: cuando acaba lo que tiene que hacer, no hace nada, sólo disfruta y juega con su mente, y aun así con el tiempo hace más que nadie; mejora su mente día a día, mantiendo su mente quietecita y en calma como los buenos vinos permanecen en la bodega.
El filósofo perruno es buen vecino, pues es respetuoso y estima en gran medida a las personas.
El filósofo perruno sabe darse cuenta de lo idiota que él mismo es a veces, y se muere de la risa: muchas veces toma notas y más notas de sus absurdas reflexiones.
Un filósofo de sangre perruna debe conocer obligatoriamente a Diógenes el Cínico y adorar a los perros; invierte sólo en energía mental, y todo lo que no sea ganar acciones en ésta, lo descarta. Debe tener sus piernas como robles, para así poder reflexionar mientras da largos paseos, pero si no tuviera piernas, no necesitaría poner sus piernas fuertes, y si no tuviera ojos, no necesitaría leer... y si no tuviera manos, no necesitaría escribir.
El filósofo perruno no se mete nunca tanto en el mundo y en la vida como para perder su reflexión: sólo cuando le necesiten, ahí estará: sabe como nadie escuchar y estar en silencio...
El filosofo perruno tiene muy presente siempre que la vida es breve, por eso intenta no perder un segundo de su vida: se mueve siempre ''armoniosamente'' , al ritmo de su mente... El filósofo perruno, solo querría enseñar una cosa a los demás, lo más importante y necesario, que es el lenguaje para poder reflexionar.
El filósofo perruno no elegiría nunca hacer el amor con una mujer filosofa perruna, sino a la que fuera más diferente posible a él mismo.
El filósofo perruno, cuando reflexiona con toda potencia, no puede parar de pensar, ocurra lo que ocurra a su alrededor, y mientras trabaja en sus que quehaceres cotidianos, a la vez siempre trabaja en sus reflexiones, pues tiene un único fin en sí: estar lo más fuerte posible en su mente y lúcido en su reflexión.
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El filósofo perruno sigue intentando tercamente volver por caminos que ya transitó, a ver qué pasa: no acude al campo a comerse el bocata y que le piquen las hormigas, sino que prefiere acudir a este a admirar los lugares maravillosos que los constructores y artesanos de la antigüedad construyeron.
A un filósofo perruno le encanta observar a los cocineros mientras preparan la comida, a los artesanos mientras trabajan, a los pescadores mientras pescan, y a los pastores conduciendo sus rebaños... mientras él sigue reflexionando y buscando cómo dominar la energía.
El filósofo perruno observa que muchas veces no hay que hacer las cosas, sino que hay que dejar que ellas se hagan solas, por sí mismas: a veces no puede parar de pensar, y sólo que le arreen con un palo en la cabeza podría hacer que se detuviera.
El filosofo perruno, si tiene que elegir entre irse de viaje invitado a la mejor mansión del mundo o quedarse con su perro, se queda siempre con su perro: El mayor bien que puede hacer por la humanidad es directamente proporcional al amor que consiga desarrollar por su perro. Si tiene cachorros ,esta obligado a entrenarles físicamente sus músculos y a filosofar con ellos desde la mas temprana edad .
El filósofo perruno entiende que la vida de un perro es más corta que la de las personas, pero entiende también que el perro es capaz de acumular en su corta vida mucha más dignidad de la que pueden acumular muchas personas en su ''larga vida'', puesto que a las personas aprender de la vida les cuesta enormemente.
El filósofo perruno tiene claro que no se va a pasar la vida leyendo, sino pensando, y la lectura es para él tan sólo el mecanismo del desarrollo cerebral, y una vez bien desarrollado, tiene fundamentalmente que pensar. El filósofo perruno no puede ser jamás ''forofo'' de un equipo de fútbol, como mucho aficionado.
El filósofo perruno no se hace cuando se es ya mayor, sino todo contrario, bien joven, y no lo será jamás de viejo sino lo ha sido antes de joven: su clave es tener hiperconsciencia, estar descansado, y no hacer nada en especial. No se forma en las universidades, sino en su propia cabeza.
El filósofo perruno vive en un mundo paralelo a las personas no pensantes. Si una persona que no tiene perro, y en un momento dado y extraño consigue conectar con el interior y la grandeza de un perro, durante esos momentos, su mente será absolutamente filosófica.
El filósofo perruno entiende que cualquier texto, palabra o reflexión dicho por él, podría perfectamente ser cambiado por otra, pues una palabra no es un concepto cerrado, sino simplemente una emoción que se desvanece y nace nuevamente con diferentes significados; las personas deben coger las palabras o expresarlas según les plazca y sientan en cada momento.
El filosofo perruno entiende, sin ningún tipo de dudas, que lo mejor que puede hacer uno en la vida es cantar o ladrar.
Probablemente no llegues nunca a ser filósofo perruno o puede que quizás lo seas y aún no lo sepas....