ESPECIAL CON RECORRIDO SERIÉFILO: DE JJ ABRAMS A SHONDA RHIMES, PASANDO POR AARON SORKIN Y VINCE GILLIGAN
¿Será la 4ª temporada de Better Call Saul la última? ¿Estarán Walter White y Jesse Pinkman?
En su día, y gracias al éxito mundial de 'Lost', se consideró a J.J. Abrams como el nuevo genio de Hollywood. Algunas de las producciones posteriores que llevaron su firma alcanzaron relevancia, pero no eran más que los rescoldos de la serie que le dio fama mundial. Se le comparó entonces con Aaron Sorkin, a quien habían llegado a calificar como “el maestro de los diálogos de Hollywood” por su excelente trabajo en la no menos excelente El ala oeste de la Casa Blanca. Dos series para la historia del siglo XXI.
El tiempo pone a cada uno en su sitio, y después de los halagos, comienzan las críticas cuando dejas entrever que lo tuyo ha sido flor de un día. En definitiva, que ni uno ni otro son Shonda Rhimes con sus trece temporadas de una Anatomía de Grey a la que no se le atisba más final que el que pudo tener Urgencias y su inmenso poder en Hollywood y a la espera, en cierta forma, de que Chuck Lorre, cuyo mérito por acercar la Física a todo tipo de audiencias es innegable, acierte de nuevo con las aventuras de Sheldon Cooper cuando era un niño tan prodigio como, imaginamos, insoportable. Yo no sentiría ninguna envidia por el niño que encarne a ese personaje, pero la precuela, al menos al principio, tiene el éxito asegurado.
El vacío que ambos dejaron tras sus trabajos que quedan para la historia pareció no llenarse hasta la aparición de Vince Gilligan. El concepto original era muy simple: Cómo convertir a un hombre completamente honrado en un criminal sin escrúpulos a la hora de conseguir su objetivo. Y su objetivo no era otro que ser considerado el mejor en lo suyo, algo que se le había negado durante la mayor parte de su vida profesional. Había muchos cabos que atar. Para empezar, un argumento sólido puede desmoronarse por completo si no lo apoyas en un equipo de asesores especialistas en la disciplina de fondo que pretendes abordar. En este caso, la química aplicada a la fabricación de MDMA Metanfetamina.
Vince Gilligan no podía cometer el mismo error que Shonda Rhimes tanto en Sin cita previa como en la mismísima Anatomía de Grey, es decir, dejar la parte técnica, médica, a un solo asesor. Quizás Gilligan se fijó en otra serie de referencia como House M.D, en la que tres doctores en tres ramas distintas de la Medicina se encargaron no solo de desarrollar los conceptos médicos inherentes a la serie, sino de proponer enfermedades o situaciones (no olvidemos el magnífico capítulo doble en el que el invitado especial era el patógeno naegleria, presente de una manera aislada en concentraciones de agua sucia estancada en ciudades) ideales para House: encontrar la solución en el último segundo y después de haberse equivocado en varios diagnósticos previos. .
Breaking Bad puede ser considerada como una de las diez mejores series de la década, a pesar de algunos detalles que el productor parece ignorar durante su desarrollo. Un experto en cristalografía no cumple 50 años dando clases en un instituto. La propia pareja que forman Skyler y Walter White no resulta en ningún momento convincente. De igual modo, te preguntas por qué Hank y Marie no han tenido hijos y también el motivo por el que, una vez Walter White ha empezado a ganar dinero a raudales, no inicia inmediatamente el tratamiento para la rehabilitación de la parálisis cerebral parcial de Walter Jr. Pero... ¿acaso hay alguna serie absolutamente perfecta, sin contradicciones?
Obviamente, tras el éxito mundial y de crítica de Breaking Bad, solo empañado por el extraño premio que se llevó el sargento Brody de Homeland en lugar de Heisenberg, había que hacer algo no a la altura de Breaking Bad (eso era imposible), pero sí de la suficiente calidad como para no ponerle en la misma lista que a Abrams y Sorkin. Cuando a mitad de serie parecía que Breaking Bad languidecía ligeramente, apareció el personaje de Saul Goodman, bien secundado por el veterano Jonathan Banks. Giligan acertó en la elección de nuevos personajes recurrentes y la serie cobró un nuevo impulso gracias a los chanchullos y la falta de escrúpulos del abogado licenciado en una universidad desconocida y el ex policía expulsado del cuerpo. Por tanto, dicho personaje era una elección adecuada para un segundo intento. Si el primer producto ha funcionado, vamos a por la segunda taza sin salirse del universo Breaking Bad del todo. El experimento fallido de Shonda Rhimes con Sin cita previa no tenía por qué repetirse. Y Vince Giligan no es Shonda y su obsesión con destruir la carrera de Katherine Heigl. Aquí no hay nada que destruir.
Extrañó el inicio de la serie. Como siempre, lento, extraordinariamente lento, con largas escenas cuajadas de largos silencios como a Gilligan tanto le gusta, cambiando de planos en la misma escena estática, pero con esa sensación de que tarde o temprano iba a pasar algo. Alguna de esas frases como en Breaking Bad: “¿Cocinamos” “Te equivocas. Esto NO es cristal.” Y tantas otras. Y también extrañó la aparición de la abogada, primero amiga, amante a tiempo parcial y después compañera de bufete hasta donde hemos podido ver. Yo desconozco el papel de la compañera del todavía Jimmy McGill en la serie, pero mucho me temo que, a medida que Gilligan se acerque más al momento en el que el nuevo Saul Goodman conoce a Walter White, su compañera desaparecerá de la serie.
En el momento de escribir estas líneas, y una vez finalizada la tercera temporada, creo que es evidente que Gilligan ha ido cambiando los guiones sobre la marcha. Era consciente de las primeras quejas acerca de la lentitud de una serie que básicamente no explicaba nada relevante, y que la gente quería ver a los personajes de Breaking Bad sea como sea. Tardaremos en ver a Bryan Cranston y a Aaron Paul si es que les vemos. Recordemos, no queda inequívocamente cerrada la trama de la aparente muerte de Walter White y Jesse Pinkman huye en un coche a toda velocidad. Perfil perfecto para Fast & Furious como se comprobó posteriormente.
Gilligan dejó ambas tramas abiertas intencionadamente, por si tenía que recurrir a ellas de nuevo, lo que hace pensar que ya rondaba por su cabeza el germen de una precuela que permitiera a abogado y cocineros cruzarse de nuevo. No es probable, pero tampoco descartable. Y tampoco entendimos, trama cerrada en la tercera temporada, la extraña historia con su hermano. Abogada y hermano. Dos ideas originales que no parecen haber funcionado y que, si Giligan ha ido introduciendo a muchos de los que ya aparecieron en Breaking Bad, probablemente tenga que deshacerse de los dos personajes secundarios mencionados. Lo veremos.
Captadas y anotadas las quejas de los fans, Gilligan ha acelerado la serie. Y, de momento, parece haber acertado, ya que a todos nos apetecía volver a ver de nuevo tanto a Jonathan Banks como a Giancarlo Espósito, a la extrañamente seductora Laura Fraser o incluso a Mark Margolis. Por tanto, la cuarta temporada, simple cuestión de predicciones, debería ser aquella en la que la abogada y su hermano desaparezcan de la serie, Jimmy McGill se cambie de nombre definitivamente y Better call Saul se aproxime con mayor velocidad al universo Breaking Bad hasta decidir cómo proceder.
Opciones tiene varias, por tanto, será interesante comprobar si la cuarta temporada es la última, por ejemplo con un capítulo final en el que aparecen Walter White y Jesse Pinkman para un simple cameo, o decide estirarla un poco más y darle una vuelta de tuerca para, en realidad, convertir Better call Saul en Breaking Bad 2. Hagan sus apuestas...