Con banda sonora de Bach y Chopin, Ingmar Bergman vuelve al tema de la muerte en esta película, una constante en su cine, a través de los gritos y susurros de cuatro mujeres muy diferentes, trazando un retrato del alma y sentimientos femeninos desde cuatro ángulos distintos.
Tres hermanas, Karin, María y Agnes se citan en la vieja mansión familiar tras ser avisadas por el médico de la próxima muerte de la tercera de ellas como consecuencia del cáncer de matriz que padece. Ahora que parte de la familia se encuentra reunida en la casa que las vio crecer, comienzan a recordar todo lo que han hecho y todo lo que ha pasado en sus respectivas vidas...
Mientras, la enferma entra en estado agónico y desvela entre confesiones la parte oscura de cuanto la rodeó. Agnes agoniza recordando a su madre y su envidia de niña adolescente, respecto a la hermana menor. Su vida estuvo siempre marcada por la enfermedad. No hubo un hombre en ella y sí en la de sus hermanas y, quizás por ello, su concepto de la felicidad fue sencillo e inalcanzable en plenitud.
Karin es una mujer resentida que odia a todo el mundo, comenzando por sí misma, que piensa que la vida es solamente un tejido de mentiras, y que se atormenta recordando aspectos de su existencia conyugal, marcada por el rechazo, por el aborrecimiento físico y espiritual que experimentaba y experimenta hacia su marido, mucho mayor que ella, y que la impulsó, tiempo atrás, a herirse en sus partes íntimas para despertar en su esposo, una repulsión semejante a la suya.
Viskningar och rop (Photo credit: storuman)
María, por el contrario, es un ser primario, más abierto, que solo piensa en su placer por encima de cualquier otra consideración.
Y luego Anna, la criada, estrechamente ligada a su ama enferma, como su único consuelo, desempeñando siempre un papel de espectadora frente a unas jovencitas, luego mujeres, de su misma edad, sobrepasada la treintena. Recuerdos, diálogos, gritos de la agonizante y susurros de las que la velan.